Garcés, Metro y etiqueta
Los funcionarios puestos por el dictador-presidente en responsabilidades públicas, incluyendo, la de ser administradores de servicios públicos como el caso del actual ministro para Transporte y Comunicaciones, un tal Francisco Garcés, empapelado de credenciales académicas hasta el cogote.
Nos hacen preguntarnos, para qué les sirven tanta fantochería de cartón si su actividad fundamental se concentra en guindársele en aquellas al Presidente y mentir, siguiendo el mismo ejemplo inspirador, sobre las recargadas esféricas de su amado conductor. Sobre los funcionarios del chavismo existe un arsenal de anécdotas infinitas por sus extravagancias.
Cuando se cree que ya han batido todos los records de lo grotesco como aquella de Carreño de que Directv era un sistema de ultraespionaje familiar o aquella otra del que decía que el chavismo ha hecho progresar tanto a su gente, que terminaban votando por los candidatos del enemigo burgués, este fulano Garcés, ha soltado una perla de las mejores causas de los reyes del mamarracho.
Sostuvo en estos días que: «Antes de la revolución el Metro de Caracas era usado por la clase media alta». ¿Que parece un chiste? Pues no lo es, el ingeniero lo afirmó sin arrugarse y galopa en las encuestas para traerse al PSUV la medalla de oro como postulante de número de la Real Academia del tarzanismo.
Agregaba además el académico que «antes de la revolución, las tarifas eran mucho más elevadas y era casi imposible ver a un obrero o a una persona de bajos recursos utilizar el Metro, ya que era un medio usado por la clase media alta».
Hay gente que puede dar fe de lo que dice el ministro en boca de un viejo usuario, quien declara lo que sigue: «llevo más de 20 años soportando en el Metro a los sifrinitos de Propatria, a los oligarcas de Plaza Sucre, a los pitiyanquis de Gato Negro, a los golpistas de Agua Salud, a los burguesitos de Caño Amarillo y como si fuera poco en Capitolio se montan los ricachones de Caricuao».
Pero quizás Garcés tenga razón por este otro testimonio y que la vaporosa memoria nos traiciona influenciados perniciosamente por la polarización. ¿Es que acaso no se acuerdan de todo el mundo vestido de traje de etiqueta y vestidos largos en el Metro…? Otro sujeto alarmado exclamó: «En Las Adjuntas entran muchos sifrinos… ojalá cierren esa estación antes que los atraquen al llegar a Los Palos Grandes».
Una amiga me confesó que hace años antes de su democratización no le gustaba viajar en Metro en la cuarta, «es que la gente me rasguñaba con las pulseras y los anillos de diamantes cuando pasaban muy cerca de mí!, qué ladilla, menos mal que eso se acabó!» Otro usuario rememora: «Me acuerdo que en la estación de Antímano había una máquina dispensadora de lingotes de oro y el chichero vendía ponche crema con baileys en vasitos de bacará».
Cuenta uno que una vez fue a los fértiles valles de Agua Salud y los sifrinitos de esa zona lo veían con cara de asco, comentaban entre ellos y decían «qué hace ese niche del este por aquí» segurito viene a robar…»
Un usuario al constatar la realidad diagnosticada por Garcés ha dicho algo que debía implementarse de inmediato, mucho más ahora con la onda expropiatoria: «Deberían cerrar la estación de Mamera Country Club… cómo existen sifrinitos en esa zona de la ciudad… da rabia… ¡expropiemos esos campos de golf en Mamera, coño