Gadejo
En una ocasión, una amiga y compañera de trabajo, al preguntarle sobre la salud de su padre, siempre achacoso, me dijo: “Está bien. Tú sabes que lo de él es gadejo”. Al ver en mi rostro el desconcierto, comprendiendo que no había entendido su respuesta, me aclaró: “Gadejo, chico, ganas de joder”.
He recordado la anécdota ante las últimas actuaciones de la mayoría oficialista del Consejo Nacional Electoral. Es asombroso: el gobierno, con el presidente Chávez a la cabeza, ha reconocido que ni con trampas pueden estar seguros de derrotar a la oposición en el referendo revocatorio, como no pudieron lograrlo en el proceso de recolección y reparación de las firmas, por lo que tales artimañas son inútiles, y que lo mejor es fajarse en una campaña vigorosa –con todos los ventajismos que supone el uso indebido del poder, por supuesto, que también son trampas, aunque de otro tipo–. Pero esa mayoría oficialista del CNE no comparte esa convicción, y siguen empeñados en jugar sucio, a sabiendas de que con lo de las firmas no les valíó de nada, y que muy probablemente tampoco les resulte con el referendo.
Es una tozudez que raya en el infantilismo: son como niñitos malcriados, que gritan y patalean, aunque sepan que ni aún así les van a hacer caso. Da risa ver cómo el Dr. Carrasquero de pronto como que recuerda que es el presidente –o lo cree él–, y habla en un tono de fingida arrechera, como para estar por encima, aunque sea momentáneamente, del verdadero jefe, el locuaz Dr. Jorge Rodríguez. Y hasta el historiador Battaglini, a quien todo el mundo creía mudo –y del que hasta se suponía que era gente seria–, inesperadamente sufrió una mutación y amaneció un día echando candela por la boca.
El texto de la pregunta aprobada por estos caballeros prueba lo que digo. Advierto de antemano que estoy de acuerdo con la Coordinadora Democrática, cuando decide que no hay que enfrascarse en la discusión sobre dicha pregunta, porque parte de la nueva trampa es inducirnos a ello, haciendo que descuidemos de ese modo lo primordial, que es la campaña por el SÍ. Pero no está demás que, sin caer en una trampa tan burda, aclaremos a la gente por qué esa pregunta es tramposa, además de ser ilegal y lingüísticamente absurda y carente de sentido.
Dice la pregunta: “¿Está usted de acuerdo con dejar sin efecto el mandato popular otorgado mediante elecciones democráticas legítimas al ciudadano Hugo Rafael Chávez Frías como presidente de la República Bolivariana de Venezuela para el actual período presidencial?” (¿No sabe quien la redactó que existen los llamados signos de puntuación?).
Lo primero es que se trata de una pregunta que induce al NO, al poner énfasis en que la elección del presidente que se trata de revocar fue popular, democrática y legítima, cuestión que todo el mundo sabe y que no está en juego en el revocatorio, y va más allá de lo señalado taxativamente en la Constitución. El mensaje subliminal en la pregunta es evidente: “Fíjese muy bien”, se le dice al elector, “usted puede revocar al presidente, es su derecho, pero no olvide que él fue electo popular, legítima y democráticamente”.
La ingenuidad de esta trampa, complementada con la triquiñuela barata de poner el NO antes del SÍ, contra toda lógica, no la despoja de su ilegalidad y de su deshonestidad. Ingenuidad digo, porque el 15 de agosto todo el que vaya a votar ya tendrá su decisión firmemente tomada desde mucho antes: votará SÍ o NO, sin importarle que la elección del presidente haya sido popular, legítima y democrática. El revocatorio no tiene nada que ver con la elección, sino con el comportamiento del presidente posterior a ella, que desvirtuó y anuló aquella forma legítima y democrática de elegirlo. No olvidemos que gran cantidad de quienes van a votar SÍ, antes votaron a favor del comandante Chávez, porque creyeron en él, y luego su actuación, ilegal y antidemocrática, los decepcionó.
En cuanto al aspecto gramatical, la pregunta demuestra una vez más que el conocimiento de su propio idioma no es, precisamente, el fuerte de los tres representantes del oficialismo en el CNE. Veamos por qué. Efecto, según el Diccionario de la Real Academia (DRAE) es “Aquello que sigue por virtud de una causa”. Ahora bien, ¿cuáles son los efectos de la elección de un presidente de la república?: 1) La investidura del candidato ganador, que pasa de ser candidato a ser presidente electo. 2) La asunción del mando por el presidente electo, en la oportunidad y con las formalidades fijadas por la Constitución. Tales efectos se cumplen o perfeccionan precisamente al momento de asumir el mando, lo que comúnmente se llama tomar posesión del cargo. En consecuencia, ¿cómo se podría “dejar sin efecto” lo que ya se cumplió? El mandato de un presidente electo se podría “dejar sin efecto” antes de la toma de posesión, pero no después, cuando ya los efectos se han producido.
Seguramente la tríada oficialista del CNE paradójicamente cayó en una trampa semántica –paradójicamente, porque se supone que quienes son duchos en hacer trampas mal pueden caer en las trampas de otros–. En efecto, el DRAE dice que revocar es, entre otras cosas, “Dejar sin efecto una concesión, un mandato o una resolución”. Es decir, que la frase “dejar sin efecto” semánticamente es sinónima del verbo revocar. Pero lo que ellos no saben es que no siempre una palabra o frase se puede usar en lugar de la palabra o frase de la que sea sinónimo. La sinonimia entre dos palabras o expresiones se puede aplicar unas veces, pero otras no. Un ejemplo simplísimo lo explica: cara y faz son sinónimos. Por ello podemos reemplazar cara con faz en frases como “Fulano tiene la faz sombría”. Pero no podríamos decir “Se me caía la faz de vergüenza”, o “Fulano cuando me vio arrugó la faz”.
Pues bien, así mismo podemos emplear la frase “dejar sin efecto” en lugar de revocar en algunos casos, pero no siempre. Como ya dije, se puede “dejar sin efecto” el mandato de un presidente electo antes de tomar posesión, es decir, antes de que el efecto se haya producido, pero no después de que se haya cumplido. Una vez posesionado del cargo sólo se puede emplear el verbo revocar, y no la frase sinónima.