Futuro hipotecado
Poco podemos agregar al impacto de la marcha democrática de la oposición realizada recientemente en Caracas, contrastante con la promovida por el gobierno. Lo ocurrido después compagina muy bien con la idea expuesta por un amigo que, por motivos respetables, no desea suscribirla en un medio impreso. Al caer la tarde del 23E coincidimos en la inavisada tertulia de siempre, la del cibercafé propiedad de un pana que a veces pareciera renunciar a los clientes para adentrarse en el debate de un software o de lo que acontece nacionalmente.
El presidente Chávez, refiere el amigo en cuestión (EC), merece otra lectura, porque no podemos abordarlo con los parámetros tradicionales. Mira al futuro sin encontrarse en el presente, valido de una hipoteca cuyos términos solamente él conoce: la solución a los problemas está en lo que vendrá, en los planes que concibe y realiza personalmente y de acuerdo a las nociones aprendidas en la corporación militar, pues, los elementos tácticos y estratégicos les son tan consustanciales como le ocurre al médico con sus esenciales técnicas de evaluación inicial del paciente.
De esta manera, todo lo remite al futuro. No le interesa resolver los problemas concretos de hoy, como la delincuencia, la pobreza, el déficit fiscal u otro que se nos antoje, sino realizar su plan paso a paso, remitiéndonos a un porvenir que sólo él conoce y que muy presuntamente lo absolverá. Nada de teorías o recetas revolucionarias, porque simultáneamente cuida de su exclusivo rol de protagonista y por demasiado tiempo. Por ello, poco importa que mienta, no tenía otro remedio, al proclamar la superioridad numérica de su marcha tarifada y los lances de naranjas desde un camión a la muchedumbre que rodeó el palacio de gobierno. Poco importa, porque va a contrapelo de la conducta política conocida y el absurdo es el camino de su postmoderno ejercicio de poder.
Quizá es el Ignatius Really de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole que también impregnó la película “Wonder Boys” de Curtis Hanson, escenario de un escritor afamado frente a otro que pronto alcanzará la fama, dispuestos alrededor del cadáver de un perro que amanecerá en un sofá debidamente acobijado. Otras deben ser las herramientas de interpretación frente a quien hace de sus ocurrencias un hecho trascendental del poder con sabor de gesta histórica. Rara hipoteca, sin dudas.
