Fragilidad política
Primero el pellejo que la gloria.
Como haría cualquier hijo de vecino, Chávez quiere seguir vivo, prefiere cuidar la salud a garantizar su triunfo el 7 de octubre. El 11 de abril y el 4 de febrero no se arrojó por un balcón a la calle.
La mayoría de los partidarios de Chávez aguardan impacientes a que vuelvan las cadenas de nueve horas, los viajes de un lado a otro de Venezuela. No escuchan a los que llevan un año anunciando que morirá en dos meses, pero si se convencen de que en realidad no gobierna, de que no está curado del todo, muchos de ellos se abstendrán.
Para evitarlo la propaganda oficial lo muestra rodeados por sus ministros, firmando órdenes para gastar miles de millones, controlando supuestamente los detalles de la administración pública. Puro teatro, quieren mostrar a un Chávez en condiciones de seguir siendo el inquilino de Miraflores.
Después de inscribir su candidatura en el CNE, Jorge Rodríguez visitando casa por casa el país, o Jaua y Diosdado declarando por TV sólo servirán para poner de manifiesto que Chávez ya no es el mismo de siempre. Por ahora, por prensa, televisión, en la web repiten la imagen de Chávez abrazando viejitas y niños; quieren mantener a toda costa el vínculo emocional con sus seguidores.
Hay un voto súperduro a favor de Capriles, el de los que tapándose la nariz ya apoyaron a un Arias Cárdenas. A estos electores el chavismo pretende desalentarlos para que se abstengan, los abruma con encuestas contradictorias, fomenta la división en la MUD, sugiere que los adecos se abstendrán. Tonterías.
Capriles da por descontado que Chacao y los militantes de los partidos tradicionales votarán por él, se dedica principalmente a conseguir los votos del 5% de los electores, jóvenes pobres y desempleados que decidirán las elecciones. Hasta los antichavistas más radicales están ya comprendiendo que sólo quitándole las banderas al chavismo habrá posibilidad de ganar las elecciones.
Cuando esos electores culpen a Chávez de la violencia, el desempleo y el mal gobierno, se dará un paso decisivo contra un candidato que pretendiera hacer una campaña a distancia.
Le interesa más a esos venezolanos resolver el enigma de las armas de La Planta que el triunfo de la derecha en octubre.
Infortunadamente para el Gobierno las últimas leyes aumentan el desempleo, como lo demuestra el caso de los estacionamientos, que están obligados a cerrar los sábados y más temprano cada día. Por razones ideológicas el Gobierno ve con malos ojos al sector privado, el principal generador de empleos en Venezuela, y no tiene capacidad para crear empresas exitosas; la mayoría de las que ha estatizado están cerradas, funcionan mal y en las pocas que están en pie, como la pasteurizadora Los Andes, administran los viejos gerentes.
Chávez cree que la delincuencia desaparecerá con el socialismo. Desplegará simbólicamente a la Guardia Nacional por Caracas, pero en su corazón considera a los delincuentes más víctimas que victimarios, rebeldes sin causas, no enemigos de la sociedad.
Leyó cándidamente a los teóricos de la izquierda que presentan a los malandros como Robin Hood socialistas. Nunca reconocerá que los pranes han desafiado exitosamente su autoridad en las cárceles y en los barrios. Venezuela no es Noruega.
A partir de la inscripción en el CNE Chávez estará contra la pared, obligado a demostrar que ha recuperado la salud. De verdad, verdad.