¡Firmes!
¡Firmes! Al buen estilo militar bolivariano, los venezolanos no tenemos otra opción en un autoritarismo enmascarado con una democracia al estilo de Hugo Chávez y su equipo de gobierno. Obviamente, gracias a una oposición que sueña todavía en retomar el poder a cualquier precio. ¿Delante de quién nos ponemos firmes, presentamos armas y mantenemos la línea recta? Por lo pronto, y considerando que los militares son quienes tienen las armas y el poder, ¿a quién presentaría usted las armas?
La “Ley orgánica de la Fuerza Armada Nacional y Bolivariana” y la “Ley de Conscripción y Alistamiento Militar” (texto que deberíamos leer en su totalidad) nos dejan poca opciones de maniobra a quienes defendemos la paz y la convivencia ciudadana alejada de los regímenes militares que tanto daño han hecho a nuestros países latinoamericanos. Es de utópico pensar que en un país se creen milicias y se fortalezcan las fuerzas militares por razones de paz. Organizar milicias y otorgarles más poderes y recursos legales o económicos a las instancias militares es para tener capacidad de respuesta ante un conflicto. ¿Es que vamos a seguir el estilo de discurso promulgado por algunas administraciones de la Casa Blanca? Los países se arman para una guerra; no para buscar la paz.
Ahora bien, si en Venezuela no hay indicios de ningún tipo de conflicto bélico, excepto aquellos en los cuales el gobierno venezolano sueña, ¿por qué debemos rescatar el servicio militar obligatorio, crear milicias y mantener a los ciudadanos controlados con respecto a su participación o no en una estructura militar? La esperanza es que no deje de ser una forma de intimidación hacia los venezolanos como estrategia electoral; quizás una forma muy sutil de controlar el grado de aceptación hacia la revolución bolivariana. Si estas no fueran las razones, ¿estaremos cerca de una invasión o será nuestro gobierno el causante de la misma?
Es difícil entender entre quienes apoyan al presidente Hugo Chávez y a su gobierno, que defiendan un sistema político que pretende con más insistencia controlarnos la vida. Estamos hipotecando la paz y la vida de las futuras generaciones en proyectos absurdos que están beneficiando únicamente a quienes están en el poder. Tenemos un gobierno que desea la confrontación, la guerra y la defensa de unos principios a cualquier precio; pero, con el agravante que esos principios ni los defienden, ni los asumen, ni los respetan aquellos que dicen defenderlos.
El negocio de la guerra es muy lucrativo para quienes la dirigen. Los conflictos solamente benefician a quienes controlan el poder. La historia nos dice que las secuelas de los conflictos armados, la violencia y la muerte no ayudan a la humanidad ni a las ideas. Un debate es la defensa de la soberanía y otra cosa es jugar a exponer nuestra soberanía y la vida de nuestros ciudadanos. El uniforme y el mundo militar son apetecibles, cautivantes y atrayentes. Pero, los conflictos armados son otra cosa.