Fanfarria para un hombre común
Reconocido el extravío de un horizonte, los venezolanos tendemos a esbozar otro en la medida que el teniente-coronel/presidente va sincerando los propósitos que una vez pudo ocultar con magistral habilidad. A la necesidad de un orden convincentemente democrático y socialmente equitativo, dibujamos poco a poco la paz como una de las metas esenciales de la transición postautoritaria, en la amarga experiencia que se ha hecho necesaria no sólo para intentar recuperar la memoria histórica, sino asumir que el país requiere de senderos distintos al de la enfermiza promesa petrolera: falta camino por recorrer, incluyendo la reivindicación de la política como un radical acto humano, urgido del compromiso con valores y principios trascendentes, pero – a lo Aaron Copland- es justo reconocer que el llamado ciudadano de a pie experimenta una profunda indignación al anunciarse la entrega de los célebres fusiles rusos a los integrantes del Frente Francisco de Miranda.
Indignación que espera de un sentido y de un sentimiento realmente compartidos, pues, por una parte, tarea inexcusable, merecemos el planteamiento y discusión del modelo y de los escenarios que sobrevendrán luego del derrumbe, la implosión o el desgarramiento del proceso que nos atormenta, y, por la otra, cursar aquellas iniciativas que eficazmente provoquen una salida pacífica a la situación, minimizando en lo posible los riesgos que supone. La guerra, literalmente monstruosa y que palpita en el proyecto de supervivencia de los que hoy monopolizan la dirección del Estado, abre sus fauces ante quienes creyeron hallar al mesías acunado en el imaginario colectivo, reaccionando lenta, pero seguramente, frente al increíble retroceso que representa.
Mientras el prepotente teniente-coronel/presidente anuncia la entrega de las armas, justificando plenamente que las reciban los menores de edad de una de las agrupaciones milicianas en ciernes, otros jóvenes ensayan su fildeo en los más irregulares terrenos, procuran arrancarle alguna nota a sus instrumentos musicales, mueven las tablas teatrales, miran sorprendidos sus tubos de ensayo o ríen de sus destrezas informáticas, en demanda de futuro. Hugo Chávez les entrega sendos fusiles y clama por sangre, a la vez que una película, «Tocar y luchar» de Alberto Arvelo, reseña una de las revoluciones más importantes de la Venezuela anterior a 1998: el sistema nacional de orquestas infantiles y juveniles ni remotamente nació con la que hoy se autodenomina la revolución y, aunque el filme tuvo por respaldo un despacho ministerial, habla de una realidad que quizá el gobierno quiso propagandizar, desnudándose, porque la violinista adolescente de La Vega que reclama por su vocación, siente que el Estado garantizarle libre y seguro tránsito por su vecindario sin temor a un asalto, violación o inducción a la droga, por citar un ejemplo.
El ciudadano de a pie, merecedor de nuestros elogios, está bien simbolizado en los jóvenes que trabajan esperanzadoramente la música, como lo hacen los que cursan estudios o desean alcanzar alguna destreza manual, deportistas, artistas y, en fin, los que comienzan a vivir la libertad con pasión, disciplina e imaginación, sin perder la fe sí mismos y en el país. Y es de éste horizonte donde las juventudes políticas deben nutrirse, hijas de su tiempo, para rechazar la militarización de un porvenir que siempre les será ajeno: la humildad, lo dijo uno de los entrevistados de la cinta en cuestión, está por encima de todo, y la política no debe convertirse en el campo suicida del exhibicionismo, modelaje y frivolidad de aquellos que, en lugar de dar su testimonio en las calles universitarias, como las de Mérida, fatigan su vanidad ante las cámaras de televisión.
La llamada «revolución bonita» promete que la muchachada empuñará las armas de una república que ha dejado de pertenecerles, mientras que el pueblo ciudadano intuye que es otro el horizonte por el cual debe luchar. Los partidos políticos y las organizaciones sociales también deben trabajar intensamente por darles las razones y las emociones que les asisten.
Enunciados
La misma ruta: los bolivianos, conocedores de viejos y repentinos fervores constituyentes, apenas comienzan a realizar un recorrido semejante al que hemos hecho los venezolanos …Superada: la Ley para el Desarme del 20 de agosto de 2002 (Gaceta Oficial Nr. 37.509), fue apenas un pretexto. La realidad la ha superado….Vivienda: el Estado empeñado en construir viviendas, deja a otro ministro del ramo en el camino. ¿Cuándo se convencerá el gobierno que el problema es el modelo?… Pertinente: un entrevistado de televisión acertó al aseverar que la educación no es gratuita y la que se considera como tal es la que paga el Estado, pero éste sencillamente no la paga … Lo sideral: ¿Dónde se encuentra el proyecto definitivo de la Ley de la Agencia Espacial Venezolana?….Mensajes: el de una pancarta por el centro de la ciudad, en medio de un acto oficialista, que rezaba algo así como que «los masones complotaron contra Jesucristo», y el de un afiche de jefatura civil (¿qué hace diferente a la Casa del Poder Popular?), exaltando que «ya conocimos la luz y no dejaremos que llegue la oscuridad» con una fotografía del Presidente Chávez…¿El ejemplo narrativo de Caracas?: la muy breve escena para el cine en la que, sorprendida, Luisa Lane muere de una puñalada a manos de alguien disfrazado de Supermán, según versión de Vivieca Baïz Juliac…Hemerográfica: «el dirigente político –salvo excepciones- es hoy en día un personaje inculto. Vacío. Y al mismo tiempo pedante, autosuficiente. Tiene un tipo de discurso que es el mismo» (José Vicente Rangel, El Diario de Caracas, 18/01/89), ¿qué dirá ahora, sobre todo de los suyos?…