Ezequiel Zamora y el latifundio
Recordemos que un latifundio es una explotación agraria improductiva o
de muy bajo rendimiento de grandes dimensiones territoriales,
propiedad de uno o pocos terratenientes. Además de la extensión del
terreno, de su limitada pertenencia y de su improductividad, existen
otros elementos para caracterizar a un latifundio:
“a) Acaparamiento en muy pocas manos de las tierras cultivables
mientras la mayoría de los productores y habitantes del campo no
tenían ninguna o sólo o sólo tenían en cantidades muy pequeñas, por lo
cual para trabajar y vivir tenían que alquilarlas o arrendarlas al
propietario y obligarse a servir como <> en la hacienda del
mismo; b) fijación unilateral de las condiciones de trabajo por parte
del dueño de la tierra, tanto en lo que se refiere al tipo de jornada
como al salario que, en muchos casos, era pagado en <> (de
cartón, madera o metal según la importancia de la hacienda) y que, por
supuesto, sólo tenían valor en los <>, <> ,
<> del propietario donde el peón compraba las mercancías y
los víveres que necesitaba, a los precios que también fijaba el
propietario; c) pago ordinariamente excesivo y siempre sin control de
los cánones de arrendamiento o alquiler de la tierra, por lo cual,
fuese cual fuese la forma adoptada (arrendamiento simple, <>,
<>, medianería, aparcería, etc.), también era fijado
unilateralmente por el dueño, de modo que buena parte del fruto del
esfuerzo del campesino se convertía en renta para el propietario
mientras que el trabajador no tenía posibilidades de ahorro y
capitalización; d) inseguridad en la tenencia de tierra para el
trabajador pues estaba siempre expuesto al desalojo por parte del
propietario; por lo cual no podía pensar siquiera en inversiones fijas
o permanentes en las tierras que cultivaba; se favorecía su atavismo
nómada y mantenía los recursos naturales no renovables, en especial la
tierra, en constante amenaza de deterioro”. (Diccionario de Historia
de Venezuela, Tomo 3, 1997).
En América Latina, el latifundio se encuentra tempranamente asociado
con el proceso mismo de Conquista y Colonización, primero, y con la
Independencia y la creación de las Repúblicas latinoamericanas,
después. En este sentido, Miguel Acosta Saignes, señala lo siguiente:
“El concepto de propiedad de la tierra reinante en Europa en época del
Descubrimiento y la Conquista pasó íntegramente a América. Las tierras
fueron dadas en forma de encomiendas y repartimientos a los
conquistadores por los Reyes de España y se creó de esta manera, desde
el primer instante, el problema latifundista (…) Los indios y negros
esclavos cultivaron las haciendas de los señores (…) La Independencia
no solucionó en América la cuestión latifundista. El régimen colonial
de la tierra subsistió a pesar del movimiento emancipador y de unas
manos pasaron a otras, las antiguas tierras de encomiendas y
repartimientos, siempre en forma de grandes posesiones. Por eso, las
guerras de Independencia tuvieron un prologado corolario en las
civiles que se reprodujeron constantemente en muchos países
americanos. Las multitudes, sometidas a servidumbre en los campos,
estuvieron siempre listas para lanzarse a la conquista violenta de
medios mejores de vida, llevados por la promesa siempre irrealizada,
de los caudillos ambiciosos”. (Acosta, 1938, 32 y 33).
Venezuela no fue la excepción, así lo confirma Acosta Saignes:
“Como en todos los países americanos, en Venezuela permaneció sin
grandes alteraciones el sistema latifundista de la época colonial, al
realizarse el movimiento emancipador. Algunos gobiernos decretaron la
donación de tierras a grupos indígenas, mas tales providencias jamás
se cumplieron, repitiéndose en tiempos republicanos la inutilidad de
las disposiciones humanitarias, nunca respetadas antes, cuando eran
sólo código escrito, en muchos respectos las leyes de Indias. El
acaparamiento territorial aumentó desmesuradamente en este siglo (el
XX del escritor) y sobre todo bajo el Gobierno de Juan Vicente Gómez”.
(Acosta, 1938, 69) (Las negritas son nuestras).
Ya en las tempranas pasiones liberales del pulpero Elector convertido
luego en General del Pueblo Soberano y en Valiente Ciudadano, los
reclamos contra el latifundio eran asunto de todos los días. Como
hemos visto, la Independencia y la naciente República profundizaron y
cambiaron la fisonomía del latifundio y del latifundista post –
independentista. En este sentido, es conveniente precisar las
magnitudes de las propiedades de los protectores y tutores de Zamora,
según cifras de un Estudio sobre la Cuestión Agraria realizado por
investigadores de la Universidad Central de Venezuela:
“…doce miembros de la familia Monagas recibieron concesiones sobre
tierras baldías venezolanas por una superficie equivalente a 34
leguas, 2.219 fanegadas y 8.485 varas cuadradas, cifra que representa
el 11.6% del total de los baldíos enajenados en 1849 – 1858. Las
tierras adjudicadas estaban localizadas en Barcelona, Cumaná y
Guárico”.
Esta es la realidad del latifundio – en manos de los próceres de la
Independencia y de los caudillos de turno – de mediados del Siglo XIX,
no ignorada por Zamora, quien, como hemos visto, era más bien un
hombre de armas y de caballo más que de pluma y escritorio. Son pocas
también las ocasiones que tiene el jefe del Pueblo Soberano para
pensar durante la barahúnda de la Guerra Federal. Una de ellas, se la
brindan las inclementes y torrenciales lluvias del llano barinés. En
efecto, el Caudillo Federal detiene momentáneamente “las operaciones
por el rescate de la libertad de los pueblos” para dedicarse a cavilar
sobre el tema del latifundio.
No es mucho lo que las lluvias y los llamados a nuevas batallas le
permiten al cavilador Zamora. Según uno de sus allegados, José
Brandford, el valiente Ciudadano consideró muy utópicamente que: “…la
tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbres, y además,
antes de la llegada de los españoles, los abuelos de los godos de hoy,
la tierra era común, como lo es el agua, el aire y el sol”.
Como hombre curtido por el sol llanero y conocedor de las desemejantes
realidades de la llanura venezolana, el rústico Zamora señala que hay
diferencias entre el latifundio llanero y el de los Valles del Tuy,
por lo que las soluciones deben ser diferentes, defendiendo, en
consecuencia, la necesidad de la mediana y de la pequeña propiedad
rural que conlleva además la eliminación del peonaje feudalizado,
incluyendo la del veguero, según el caso y la circunstancia.
Finalizado el corto y recio invierno llanero, y urgido por el pronto
regreso al campo de batalla vestido como siempre con la casaca militar
azul de botones dorados, el kepí en el sombrero y la banda amarilla –
no roja – rojita que era el color de los conservadores, de los
despreciables godos – del sable cruzada sobre el pecho “a la llanera”,
Zamora toma, en Barinas, algunas de las pocas acciones contra el
latifundio que las premuras de la guerra le permitieron. En este
sentido, ordena aplicar las siguientes medidas:
“1º) Cinco leguas de tierra a la redonda y por los cuatro puntos
cardinales para uso común de cada pueblo, villa, ciudad o caserío; 2º
) Eliminación del sistema de cobrar arriendo por el uso de la tierra
para fines agrícolas o pecuarios; 3º) Fijar los jornales de los peones
de acuerdo con las labores, y 4º) Que los amos de hatos empotreren
diez vacas paridas, de modo permanente, en las tierras del común, para
suministrar diariamente y de modo gratuito, una botella de leche a los
hogares pobres”. (Cfr. Documentos de José Brandford, folio 75)
Además de quemar a su paso los libros de los Registros Civiles donde
reposaban por igual las escrituras de los terratenientes y de los
pequeños propietarios de las comarcas liberadas; de federar el ganado,
las papas, el maíz y los pollos ajenos, es decir, apropiárselos para
la causa federal; y de proclamar a trocha y moche el lema Hombres y
Tierras Libres, las señaladas supra fueron las pocas medidas concretas
que pudo tomar Zamora para combatir el latifundio, al menos en la
región barinesa que lo proclamó como Valiente Ciudadano. Como sabemos,
poco efectiva fue la Guerra Federal para abolir definitivamente el
latifundio. En efecto,
“es de destacar que las guerras federales, a pesar de su carácter
social y de la rebelión que provocaron en las poblaciones rurales
contra los dueños de la riqueza territorial, no transformaron la
estructura latifundista, pues la propiedad de la tierra pasó de los
caudillos militares conservadores a los caudillos militares federales.
De ahí que, en la segunda mitad del siglo XIX, se afiance el
latifundismo en Venezuela, como base de la estructura social y
económica del país, hasta el advenimiento de la explotación petrolera,
defraudándose las bases revolucionarias de carácter social de la
Guerra Federal”. (Brewer, 2009, Tomo I, 372).
Del libro inédito Ezequiel Zamora y Hugo Chávez. dos caudillos en discordia EVV