Opinión Nacional

Extrema izquierda

El comandante-presidente Chávez , en acto solemne, en la sede del Poder Legislativo dijo: “El Parlamento a partir del 5 de enero –cuando asumirá la nueva Asamblea Nacional recientemente electa- debe ser de extrema izquierda, como también el Gobierno. Necesitamos un Gobierno y unas Fuerzas Armadas más radicalmente a la izquierda”. “Hay que radicalizar la revolución“, afirmó.

Chávez, además apoyó la propuesta de crear una ley contra la financiación internacional de las ONG y partidos políticos. Insistió en que los poderes públicos “hagan algo” en  contra de Globovisión, único canal  que sobrevive con una posición crítica frente al régimen, con la excusa de que su accionista mayoritario, Guillermo Zuloaga, dio unas declaraciones críticas del gobierno en el exterior. Por eso se le acusa de “traidor a la patria”. En el mismo discurso, amenazó a los recién electos diputados de la oposición de quitarles la inmunidad parlamentaria y expulsarlos de la Asamblea.     

El caudillo una vez más evidencia claramente su vocación totalitaria. Ya había dicho que era marxista-leninista. Recordemos que para él las FARC y el ELN son “movimientos políticos bolivarianos que en Venezuela se respetan” y el terrorista venezolano Carlos El Chacal es un “distinguido compatriota y luchador revolucionario”, con el cual el caudillo comparte “una profunda fe en la causa y en la misión”. En esta ocasión se declara extremista de izquierda. Movimientos de extrema izquierda han sido, entre otros, las Brigadas Rojas italianas, el Ejército Rojo en Alemania y el FPLP palestino de George Habash, grupos terroristas y asesinos. Chávez, con su conducta y sus palabras, manifiesta no sólo su evidente intención de mantenerse en el poder, independientemente de la voluntad del pueblo soberano, sino que la estrategia escogida, para el logro del objetivo, es el camino totalitario marxista-leninista de ocupación y control de la sociedad, a través de la estatización progresiva del sector privado y la eliminación o la neutralización, por intimidación, de los medios de comunicación independientes residuales. Pero para Chávez, el marxismo-leninismo no es sólo una estrategia para mantenerse en el poder indefinidamente, cada día más se hace evidente que el caudillo militarista es un dogmático creyente en una doctrina fracasada, que como decía Bronislaw Geremek, “no sólo no creó riqueza, sino que ni siquiera distribuyó con justicia la pobreza”. Su profunda ceguera ideológica le impide pensar objetivamente. Padece de lo que los psicólogos llaman “disonancia cognitiva”: rechaza la realidad que contradiga sus creencias ideológicas. La pérdida de la mayoría en el apoyo popular (el chavismo pasó del 63% en las elecciones presidenciales del 2006 al 48 % en las elecciones parlamentarias) otrora su carta de legitimidad democrática se está debilitando aceleradamente y el camuflaje democrático del régimen está desvaneciendo. Pero, Venezuela no es una isla como Cuba, cuyo pueblo pasó de una dictadura a otra. Los venezolanos, incluyendo muchos chavistas, aprecian vivir en democracia. Desaparecieron la URSS y la Guerra Fría, sin las cuales la Cuba comunista no se hubiese sostenido y, en la actualidad, particularmente en este hemisferio, el único principio de legitimidad de un gobierno es la democracia. Además, la creciente evidencia del fracaso socio-económico del régimen acelera la desilusión de los chavistas democráticos y los acerca a la alternativa creíble de la Unidad Democrática.         

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