Estrampada la Santa Madre Iglesia
Los grandes problemas de la Iglesia católica, apostólica, romana, han estado mucho más vinculados al Poder, a las relaciones complejas que se platean en los procesos sociales, de la mas amplia diversidad, que algunos expertos cubren como problemas teologales, mas que a problemas profundos de la doctrina, de la teología propiamente. La Reforma, uno de los mas importantes testimonio de esta observación, fue mucho mas un problema de poder que un problema teológico, en donde entraban en juego las relaciones del poder interno y las relaciones con el poder externo, en fin, del Poder, simplemente. Las identidades teológicas esenciales son las que han permitido y dan factibilidad, cada vez con mayores posibilidades, al ecumenismo, pero que estará marcado siempre, mucho más por las cuestiones del vil poder, que por los asuntos de Dios, quiero decir de doctrina, habida cuenta que es de buena presunción que Dios no tiene ningún asunto que lo perturbe ni siquiera el de ocuparse de algo. El Dios judeo-cristiano no tuvo problemas al crear el mundo, ni orden ni jerarquía, lo hizo así, sin planes, sin proyectos, sencillamente por el placer de ver que era bueno cuanto bueno hacía. Al final de cada obra, Dios vio que era bueno o bello o bueno y bello. Cosas de la lengua. Y la preocupación que trajo a Cristo quedó resuelta con su muerte y resurrección.
Y por ser tan material el asunto, en este mundo real, material, humano, tramposo, bien resumido por Discépolo, y en el que vendrá, el problema de esa Iglesia nostra, se mantendrá y saldrá airosa según sus inmensa habilidades para la adecuación a los vaivenes y bienes del Poder. Pero, como el poder también es la palabra, como que es en grado casi sumo, fuente del poder y sobre todo, modo de mantenerlo, en la medida en que lo convierte en medio de dominación, quitarle poder a la Iglesia es cambiarle el significado a las palabras, o con ellas descubrir un mundo que la palabra de la iglesia mantenía, a su modo, su significado y su sentido monopólicos. Las revoluciones científicas han sido mas determinantes en el recogimiento del poder de la iglesia que las crisis teologales, y el arte, que hace del artista un creador, por tanto un “dios”, por su inmenso papel, hacer humano al hombre, ha sido el otro límite al poder de la Iglesia. El que el arte tenga en la historia de la Iglesia un valor esencial, como por ejemplo el Renacimiento, no invalida esta afirmación, lejos por el contrario, la confirma. El Renacimiento es el descubrirse el hombre a sí mismo y descubrir lo humano del hombre que había en Cristo, María y, en cierto grado, la iglesia se hizo objeto del hombre-creador y, etc. El dominio absoluto de la Iglesia sobre la palabra se rompió allí, en ese cuasi exacto tiempo, y las ideologías y el dominio de la “teología” que hizo esclava a la filosofía y execró la ciencia, empezó a morirse. La filosofía se rebeló y triunfó, quizá a medias. Ya no mas Index, para permitir leer un libro o prohibirlo y la iglesia que mantiene aun celosos muchos secretos (habrá habido papas mujeres o podrá haberlas?) se ha visto en la obligación de confesarse. Perdón se pide a Galileo, pero…
En América Latina, especialmente, los problemas teologales han ocupado espacios de insuperable trascendencia. La teología de la Liberación, un complejo modo de hacer el problema mas bello, se me ocurre teologal-teológico, cuyo solo nombre es espectacular, un compromiso para la acción liberadora o para coger palco o para la represión. Para no quedarse fuera del proceso, los exégetas internos de la Iglesia ven sus fuentes en el propio Concilio Vaticano II, y hasta creen verificarlo en este continente, en la Conferencia de Medellín, -sin precisar en este momento toda la historia. Solo, eso si, me permito decir sin pisca de error que la Iglesia Institucional, sus obispos especialmente, que al principio acogieron, quizá hasta por sobrevivencia o por buen fe, la esencia de la propuesta que concluye en Puebla, con el mas importante documento que yo conozca sobre la nueva visión de la iglesia y su misión libertaria, fue congelado, primero, enterrado en el absoluto silencio, luego. En ese documento muchos obispos, etc., vieron limitado su Poder. Ni un solo obispo, cardenal, etc., ha vuelto sobre el tema y, lejos por el contrario, la Iglesia institucional se aposentó y se devolvió de esa angustia libertaria, al placer siempre inconcluso, pero placer, de la dolce vita, o bajo la complicidad del silencio o mascullando su tragedia quitando al vino su poder de veritas. O, sin máscara alguna, han asumido el discurso de las hegemonías, que refuerzan en una tradición obsoleta y periclitada, diría Rómulo Betancourt Bello, el anticomunismo.
Esta breve consideración nos permite aterrizar en Venezuela. La historia de las relaciones de la Iglesia con el poder es sencillamente de fácil verificación. Algunos ratos de distancia, incomodidades e incuso persecuciones, coparticipación y cohonestamiento del poder que usted puede confirmar con consultas al Centro Gumilla. Tal vez la historia del Patronato y su ejercicio y la sustitución por el Concordado, iluminen esta cuestión. Pero, hoy, hoy!, lo sabemos, lo inferimos, la Iglesia institucional está con severos problemas. El más importante, medible sin requiebro alguno, es la inmensa distancia de la institución con las masas populares. Para nadie es secreto, porque además no se oculta nada, que entre la alta jerarquía y las masas populares hay una insalvable distancia, que pudiera observarse en la existente entre el Chávez de la calle, que está en el corazón de la gente, en sus intereses, también, y la alta jerarquía. Si la distancia real, pero sobre todo teológica y teologal entre Chávez y la Iglesia, fuese comprendida por el pueblo católico, la cultura política habría alcanzado dimensiones de espiritualidad crítica esclarecedora no solo para la feligresía sino para la sociedad toda. Esta distancia tiene su primerísima causa, en el abandono institucional para evitar hacer verdad práctica las conclusiones de la Conferencia de Puebla. Para Puebla el centro del discurso y la evangelización humana es la liberación y la libertad del oprimido, del pobre, en primera instancia; pero ese discurso ha sido sustituido por otro centro, la ideología anticomunista, vestida de anti-.fidelismo, repitiendo estadios que creímos haber sido radicalmente superados y que así lo han sido en otras latitudes. El discurso cristiano esencial de esa Conferencia, para resumirlo, se sustituye totalmente por el discurso político formal: Democracia, espacio de perfección y de pureza, de libertad y justicia frente al chavismo castro-comunista. Los problemas del hombre real, del ser concreto quedan fuera. Y quedan muertos los temas esenciales del cristianismo. Y va más allá esa conducta en lo empírico obispos y arzobispos no se acercan al pueblo. La cercana humildad de Cristo, que se podía ver, oír, tocar, sonreír, desaparece y apenas si vemos a los obispos o arzobispos en la TV o no los vemos. En el Zulia, valga este aleccionador ejemplo, Roa Pérez vivía, casi literalmente hablando, en los Barrios, luchando por el Zulia, sus niños, su gente, la descentralización, la escuela, la justicia. Y la gente venía al “palacio” como a su casa y no había allí un rey intocable, o un emperador sin manos y sin ojos. Ovidio dio su mano a la cultura y abrió los espacios de las iglesias para que dialogaran el cura-el arte-el pueblo. Quien está acá hoy, quien es? Qué hace? Conoce a San Benito? Va a la barriada? Se echa un palo con el borrachito que en sus delirios ama? Por qué tanto silencio ante los problemas reales de esta región y de esta ciudad? Qué dirá su par, el obispo de Cabimas. Existirá? Tendrá su paraíso propio?. Y el Vicario de Machiques existe y algo pueda decir del sicariato, los asaltos, el despojo a los hombre trabajadores y buenos que allí aun perviven? Estará de acuerdo con los invasores, con los asaltos a las obras que tanto trabajo y bienes dieron?.
Pero, si esta distancia es tan larga e intransitable, porque ese trecho debe hacerse”pateando las calles”, o de a pie para no herir a tan sensibles zapatos, compartiendo con la gente y viviendo sus hambres, sus sueños, sus bondades y sus limitaciones, la institucionalidad jerárquica, envuelta en bellos e impenetrables trajes, se tiene que callar ante sacerdotes que, no solo son chavistas orgánicos, como diría Giordani, uno de los teóricos de los orgasmos intelectuales de Chávez, sino que son francamente anticristianos. Los he visto, oído, escuchado, expresar convencidos de su fe, de que es legítimo pegar dos tiros al corazón de los traidores, maldecir a los escuálidos, excomulgar a contrarrevolucionarios; los he observado aplaudir con pasión las atrocidades del lenguaje del líder máximo, he visto a otros cobrar en taquillas gordas sumas por sus servicios prestados al nuevo redentor, Chávez, que en grado casi total, ha sido sustituido al propio Cristo. Apenas dos sancionados por la Iglesia, premiados por la jerarquía de la AN, encadenados al Proceso y en cadena se dirigieron a todo el país, a su gente. Pobres muchachos, presumo que muy buenos, que su amor a la revolución es verdadero, que su amor a la gente es sano, bueno, pero cuanto de verdad hay en su verbo? Bendito sea Dios, qué tienen que decirle al país y a los feligreses humildes sobre este tema, la muerte como alternativa? Socialismo, patria o muerte, así he escuchado a curitas gritar desde su púlpito y en el barrio, “codo a codo” con la gente que cree que Dios es bueno, pero que su bondad aun no les llega. Que Fidel no es el Diablo, que el diablo está mas cerca. Que, incluso, puede ser el obispo. Esta tipo de conducta institucional no es tolerancia, es prueba de debilidad extrema, tolerancia podría ser escuchar de nuevo la teología de la liberación, leer y practicar las resoluciones de la Conferencia de Puebla. Esa conducta institucionalizada es miedo a descubrir cuanto se ha dejado de hacer, es ver su propia tragedia, que ha hecho de tanto jerarca un ausente de Dios, porque además con ese status es posible que Dios ni se acerque, hasta tendrá miedo. La calle los espera y reclama. El poder de la Iglesia ha de volver al pueblo y no dejarlo en las encuestas ni en los contubernios que se tejen en la cima del Poder.