¡Este régimen así no puede perder!
Seguimos atrapados por la historia invasora de la que no hemos podido o querido deslastrarnos. De allí que nos aguarden tiempos aún más difíciles.
No hemos adquirido conciencia de nuestro compromiso como sociedad y nos quedamos, para decirlo con Pío Tamayo, en ser y actuar como simple suma de individuos, aferrados al mantenimiento de nuestros respectivos intereses.
Y de aquí se derivan situaciones muy difíciles, por contener en sumo grado los signos del enfrentamiento y la confrontación que se extiende hoy en el escenario llamado socialista.
Estamos frente a la acción de una militancia supuestamente revolucionaria y de una tal contra-revolución que viene de admitir su condición de moribunda, y que está empeñada en reconquistar las fuerzas que le acompañaron a la hora de la democracia representativa que detentó.
Una posición que sigue presente en el derrotado incapaz de reflexionar sobre su estado de minusvalía y sin ideas propias para entender la naturaleza del monstruo que tiene por delante.
Y por ello, mientras el poder autocrático-autoritario y de firme vocación totalitario-dictatorial, crece, las fuerzas opositoras siguen en el apego a reglas democráticas inexistentes.
Con estas carencias no tienen posibilidades reales de enfrentar a quien tiene control de todo el poder del Estado, de las instituciones, el ingreso petrolero y la totalidad de la maquinaria electoral.
Y frente a este poderío se juega a la política de ganar adeptos del campo contrario. Por ello se impulsa una Ley de Misiones para que los millones de votantes que gozan de una tarifa, sepan que las oposiciones están dispuestas a respetar y mantener ese logro, tal y como lo manifestó en su momento otro aspirante cuando propuso la Tarjeta ‘Mi Negra’.
Y este reconocimiento a la manipulación-tarifa pone en evidencia el poderío de la revolución estranguladora y pisoteadora. Se quiere vender ahora que aquí seguirá en lo fundamental la revolución bolivariana, pero por vía de la paz, el amor y la tolerancia. Sin odio ni separación entre los venezolanos.
Olvidan que para el golpista-presidente (GP) y la cúpula chavista la política es una guerra. Ya lo que denominan pacífico es un discurso violento y en la práctica están dispuestos a toda acción armada para defender sus posiciones que califican en el orden de la propiedad intransferible.
Pero la falta de ideas convertidas en política le impide a estas oposiciones ir más allá del cerco electoral armado por el propio régimen. Así su única y gran preocupación es el 7-0 y buscar que aparezcan señales de debilidad en el régimen que incidan en las elecciones.
Por eso los señalamientos de que el régimen tiránico quiere suspender los comicios para diciembre debido a la enfermedad del GP. No captan que la maquinaria dominante ha hecho del cáncer del GP un arma electoral en tanto que ha tocado la sensibilidad-endiosamiento de una masa que se siente identificada con el proceso.
Se trata de un universo de votantes controlado que le guarda fidelidad al todopoderoso y salvador que los puso en el camino de la reivindicación y con quien se irá hasta la muerte. Y si él no llega a estar tendrá que surgir dentro del propio chavismo quien siga sus pasos.
Presentarse como contendor sin serlo no tiene sentido. El problema del nivel de vida de la gente del común, por ejemplo, no se resuelve ofreciendo millones de empleos sino exhibiendo un nuevo Modelo Productivo que vaya más allá de la renta petrolera sobre la cual se construye la mentira del tal socialismo del siglo XXI o de la continuación, por otras vías, del capitalismo de esta era global.
Un contendor que asume las banderas del adversario lo dimensiona y fortalece.
Y para el razonamiento común todo es muy claro: si la propia oposición se copia lo que hace el gobierno no se puede decir entonces que es malo. Tiene sus problemas, grupos internos enfrentados por los dominios de la corrupción y hasta del narcotráfico. Es un régimen que tiene mucho de tiranía pero nadie puede decir que cerró todas las ventanas democráticas porque permite las elecciones y la libertad de expresión.
Por ello reiteramos que sin un nuevo modelo organizativo que responda a una nueva manera de concebir la política, se proseguirá en el círculo del fracaso y en la realización de los conocidos actos de negociaciones.
A esta hora es ‘público y notorio’ que hay sectores de las oposiciones en conversaciones con el régimen. La motivación está dada por la preocupación de que se pueda llegar a la violencia abierta ante la posibilidad de que por sus fuerzas el triunfo gubernamental se perciba cada vez como más inminente.
Frente a ese escenario ya hay los “desprendidos” dispuestos a reconocer la primacía gubernamental y, en consecuencia, a llegar a un arreglo que les permita obtener algunos beneficios que se traduzcan, por ejemplo, en el aseguramiento de un número importante de gobernaciones y alcaldías. Y en todo esto el gran jefe negociador es el inefable J. V. Rangel.
Y frente a estos manejos que apuntan hacia el aseguramiento del triunfo oficialista, no se trata de poner a andar propuestas violentas e inconstitucionales. Pensamos, como lo hemos reiterado, en la organización de la fuerza social en términos de una conciencia-acción para la construcción de otra realidad.
De esto hemos hablado en artículos anteriores al referir la Disidencia12 y la proposición del Movimiento de Movimientos para enfrentar colectivamente a este régimen. Una tarea que no es comandada por un caudillo, sino que debe ser asumida horizontalmente por un colectivo consciente, organizado y autónomo.
De no ser así, no se podrá pasar del casa por casa, al colectivo de casas dispuestas a crear un modelo político de liderazgo y organización horizontal, apartado del caudillismo.
Y así, mientras prevalezca la política del descendiente invasor y sus poderes, este régimen no caerá aunque cambie de caudillo. ¡Qué historia amigos!