Esta debe ser la hora de la cordura
Ahora ya los gobiernos no los ponen las camarillas políticas, logias militares, cúpulas empresariales, mediáticas o lunáticas, sino el pueblo. Una parte del pueblo creó las condiciones para deponer a Hugo Chávez y otra parte lo repuso menos de 48 horas después. Es histórico que una manifestación pacífica rebasara la guardia del palacio presidencial de Miraflores. El pueblo ha mostrado una madurez y una organización que ya quisieran para sí la mayoría de los dirigentes de un bando y del otro. De ahora en adelante quienquiera que despache desde Miraflores debe tener en cuenta que está allí con la anuencia popular. Entre los ejercicios de humildad que deben hacer los dirigentes de todos los bandos es que ya no se puede disponer del poder sin tomar en cuenta a la gente, incluyendo la que lo adversa. Es una lección no solo para los líderes venezolanos sino para los de todo el Continente, incluyendo a los Estados Unidos, que tienen un largo y lamentable historial de intervenciones bien conocidas en esta América nuestra.
El papel de la Iglesia Católica fue impecable en estos días trágicos. No se involucró en las acciones más que para cumplir los deberes espirituales que le son inherentes, asistiendo al presidente Chávez en las personas de monseñor Baltazar Porras e Ignacio Cardenal Velazco. Esto ha sido reconocido por el propio presidente Chávez.
El desprecio al pueblo ya no paga. Muchos de los que marcharon contra Chávez el jueves 11 se sintieron defraudados por la actuación del gobierno interino. Eso nos plantea una pregunta: ¿cómo queda ahora la oposición? ¿Qué clase de contrapeso plural y lúcido tendrá el gobierno de Chávez?
En algunas cosas hay que ser justos: en sus tres años de gobierno Chávez jamás atropelló la libertad de nadie como se hizo durante las menos de 48 horas que duró el gobierno interino. Arrestos arbitrarios, sin cumplir normas legales mínimas, sin constitución, sin ley, con dos alcaldes de Primero Justicia dirigiendo en persona allanamientos y arrestos arbitrarios, etc. ¿Quién impuso el total bloqueo informativo de los medios radioeléctricos durante casi todo el sábado? ¿Fue el gobierno interino? ¿Fueron los mismos medios? Alberto Federico Ravel, de Globovisión, dice que no hubo acuerdo de los medios para ese silencio. Este solo se interrumpió, súbita y tímidamente, cuando los generales golpistas dieron marcha atrás, aterrorizados por los acontecimientos que se les fueron de las manos, como todo aprendiz de brujo. Todo esto deja claro algo: íbamos hacia dictadura de la peor especie. Ahora todos vimos cuáles eran los verdaderos planes de muchos dirigentes opositores y en esto excluyo explícita y enfáticamente a la inmensa mayoría de la gente que manifestó contra el gobierno de Chávez. Ahora muchos de ellos se sienten defraudados. Y también excluyo a la mayoría de sus dirigentes, de cuyas ideas discrepo pero de cuya honestidad no dudo.
Algunas preguntas sobre los asesinatos del jueves
La única evidencia mostrada hasta ahora de participación de partidarios de Chávez es un video tomado por Venevisión. En la primera transmisión de ese video, no editado todavía en ese momento, se pueden ver caídos entre la multitud que manifestaba su apoyo a Chávez. Los muertos, según el Director del Hospital Vargas, tienen en su mayoría heridas en la cabeza, caídos verticalmente. Esos balazos solo pueden infligirse desde lo alto con armas largas y de precisión. Los chavistas que disparaban, al menos los que se ven en el video, lo hacían con armas cortas y horizontalmente. Era obvio, además, siempre según el video de Venevisión, que estaban parapetados respondiendo aparentemente a disparos desde el otro lado. La secuencia en que aparecían los muertos entre la multitud chavista fue cortada en las sucesivas transmisiones de la grabación. Esa es la interpretación que hacen los medios de la libertad de expresión. Este comentario no pretende, naturalmente, justificar a los que aparecen disparando en el video. Ellos tendrán que responder ante la ley y su conciencia.
Es necesario exigir una investigación independiente e internacional de esos hechos. Que no quede este caso envuelto en una nube inextricable de confusiones como el asesinato del presidente John Kennedy.
Pero ahora queda una grave duda entre muchos manifestantes antichavistas de ese día: ¿fueron conducidos como carne de cañón por sus dirigentes, a sabiendas de lo que sabían que iba a pasar o sin importarles los peligros que corrían? Es justo decir que Iván Simonovis, de la Policía Metropolitana regida por el Alcalde Mayor Alfredo Peña, aparece en un video en Chuao advirtiendo responsablemente a los manifestantes que no estaba en condiciones de garantizar su seguridad. Esto sugiere que la PM no estuvo involucrada en nada sospechoso. En todo caso hubo unos tiradores profesionales, que tenían instrumental adecuado y supieron usarlo. ¿Quiénes fueron? El obvio dolor y horror por esas muertes no debe impedirnos una imprescindible y detenida reflexión. Todos estuvimos amenazados de muerte, muchos más podríamos estar muertos ahora, tanto los que manifestaron contra Chávez como los que estábamos frente al Palacio respaldándolo. A pocos metros de allí cayeron muertos los chavistas, que al parecer son los más. No pretendo ningún mérito, solo quiero señalar que estuvimos todos, los participantes de ambas manifestaciones, en manos de unos criminales, sean quienes sean. Son nuestros enemigos mortales, literalmente.
Dictador de opereta
El papel de Pedro Carmona Estanga en todos estos hechos es, por ser indulgente con el árbol caído, lamentable. Cualquiera podría decir que fue tan ridículo como el policía Matute de la Radio Rochela. Arrogante el viernes, armando un gobierno despótico del que excluyó a todo el que no perteneciera a la cúpula empresarial y a políticos de ultraderecha. Llegó incluso al descaro de no incluir a la CTV, su aliada en este movimiento. El propio Carlos Ortega, presidente de legitimidad discutible de la central obrera, amenazó con convocar a otra huelga general si no se convocaba a un gobierno plural. En su arrogancia del viernes Carmona emitió un decreto insólito de disolución de todos los poderes públicos, legítimamente constituidos, aunque sus actuaciones fuesen discutibles, como en toda democracia. El que no sabía lo que era una autocracia se enteró ese día. Era un gobierno con poderes incluso constituyentes. Luis XIV era más humilde. La multitud que lo acompañaba ese día ovacionaba con insolencia cada uno de los artículos del decreto. Todo para al día siguiente convocar la Asamblea Nacional que acababa de disolver. Ahora sí no tenía arrogancia, pero no daba la cara, fuera del palacio de Miraflores, de donde acababa de ser desalojado por el pueblo cuya existencia y voluntad había despreciado del modo más altanero. Sea cual sea la sentencia del tribunal ante el cual tendrá que responder, Carmona enfrenta ahora el juicio implacable de la historia. No le envidio su situación y creo que debemos ser piadosos con su destino de ahora en adelante. Igual mención merece mi amigo Orlando Urdaneta, cuya actuación, reseñada en El Nacional del sábado me ha causado una gran tristeza. ¿Con qué cara va mirarnos ahora a los millones de venezolanos que lo queremos? Tampoco le envidio que ahora tenga que pasarse el resto de su vida explicando lo que pasó.
Es justo destacar el papel de algunos opositores a Chávez, que lanzaron un llamado valiente y honesto de alerta contra las arbitrariedades que el gobierno interino estaba cometiendo: Tulio Hernández, Enrique Mendoza, Teodoro Petkoff, Rafael Poleo, Milagros Socorro, entre otros, que mostraron su valentía en esas horas. Igual valor mostró el viernes el Fiscal Isaías Rodríguez al denunciar al nuevo gobierno como golpista e ilegítimo. Sus declaraciones, por cierto, fueron interrumpidas abruptamente por los medios que acusaban a Chávez de vulnerar la libertad de expresión. Ese era el momento justo para demostrar que ellos la respetan. Obras son amores y no buenas razones, reza la manida frase. Otro momento de demostrarlo fue el sábado, cuando silenciaron los hechos patentes que gritaban por las calles. Esos medios arrogantes no contaron con los teléfonos y con los medios globales de información, especialmente CNN, la Cadena Caracol, Telemundo, entre otros, que los venezolanos podían seguir por la televisión por cable. Mostraron la misma ignorancia de los medios modernos que mostró el gobierno el jueves cuando intentó inútilmente cortar las señales de varias televisoras.
Ernesto Alvarenga, periodista de la emisora estatal Venezolana de Televisión, hizo un llamado valeroso y honesto al presidente Chávez para que revisara su actuación. Ese llamado lo recogió inmediatamente el ministro Aristóbulo Istúriz, quien acuñó la observación de que todos, gobierno y oposición, tenemos que convenir en que el otro también existe. Es una consigna que propongo a todos mis compatriotas, estén en el bando en que estén.
Hoy domingo Primero Justicia me ha dejado preocupado: su dirigente principal leyó por Globovisión un comunicado en que sostiene que la situación no ha cambiado y con un maximalismo incomprensible demanda la disolución de todos los poderes públicos y legitimados en siete elecciones sucesivas como única solución que están dispuestos a aceptar. ¿Inexperiencia política? ¿Y si no tienen experiencia política para qué se meten en política? Pero tengo una hipótesis inquietante que no me atrevo a explicitar porque no tengo modo de confirmar: considerando la actuación de sus dos alcaldes en los allanamientos este comunicado no puede sino causar preocupación y da mucho que pensar y nada bueno, por cierto. Debemos dialogar primero y decidir después. Honorables señores de Primero Justicia: El otro también existe. Y el pueblo pobre, muchos de cuyos pobladores apoyan su movimiento, también existe.
Los venezolanos debemos recobrar la cordura. Una vez dije, en una declaración tomada fuera de contexto dentro de la locura en que todos estábamos, que los venezolanos de todos los bandos nos habíamos puesto de acuerdo para dar la cómica. En estas últimas horas, desde el 11 de abril hubo cómica, pero también mucha valentía y honestidad de parte de todos los bandos. Debemos rescatarnos a nosotros mismos a partir de esos valores que son, aunque parezca paradójico, invalorables.