¿Está bella, Venezuela?
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El 23 de agosto de 1944, ante el avance de la II División Blindada a mando del General Leclerc, Hitler dio la orden expresa de destruir París si el enemigo tomaba la ciudad. Los puentes del Sena estaban listos para ser volados y los V-1 prestos para ser lanzados sobre la ciudad. Por fortuna para la Humanidad, el Gobernador alemán de París era el General Dietrich Von Choltitz, quien desde el 7 de agosto había recibido -y desobedecido- órdenes expresas de Hitler de destruir la ciudad. Dicen que cuando el enfurecido Führer lo llamó el 25 de agosto desde el cuartel general situado en Rastenburg y le preguntó: «¿Arde, París?», Von Choltitz respondió: «No, París no arde. La Historia no me lo perdonaría».
Hace poco, el Presidente Chávez manifestó su admiración por París. Dijo que para él era la ciudad más bella del mundo. Hubo también otro presidente venezolano que admiraba profundamente París. Pero a diferencia de Chávez, ese presidente hizo todo lo que pudo y lo que le permitió el menguado presupuesto nacional, para convertir a Caracas en una pequeña París. Más de cien años después, mucho de lo bello que tiene Caracas se lo debemos a Antonio Guzmán Blanco. Yo me pregunto entonces si la admiración de Chávez es de Venezuela para afuera, porque aquí Caracas y muchas otras ciudades, están cada día más sucias, más caóticas y más feas. Hace poco vimos en la prensa el lamentable estado en que se encuentra Sabaneta de Barinas, ciudad natal del Presidente. ¿Será que los vidrios ahumados de su automóvil no le permiten verlo?… ¿Por qué Chávez, con el dineral que tiene el país, no ordena convertir todas las ciudades en ciudades que no tendrían que parecerse a París necesariamente, pero que sí pudieran ser lindas? El vivir en entornos bellos tiene como efecto que los alrededores se embellezcan. Y también el espíritu de sus pobladores.
Von Choltitz desobedeció a Hitler porque la orden era destruir una ciudad bella, tal vez la más bella de todas. Pero por fortuna éste no es nuestro caso. Señor Presidente, si le gusta tanto París, ¿por qué no les ordena a sus gobernadores y alcaldes embellecer nuestras ciudades y pueblos? Yo estoy segura de que se desbocarían para complacerlo. Y fíjese qué diferencia con Hitler que preguntó si París ardía: usted preguntaría «¿está bella, Venezuela?»…