¡ Eso no te lo acepto!
Voy a hablarte como le hablaría a una de mis hijas. Empiezo por decirte que te quiero mucho, y porque te quiero no puedo quedarme callada ante lo que te escuché decir el otro día: que el nuestro es «un «piazo» de país»… Lo dijiste con tal facilidad que me pregunto ante cuántas personas habrás repetido lo mismo. Ciertamente, no era la primera vez que lo decías…
No puedo aceptar que digas eso. No puedo aceptar que pienses eso. Menos aún puedo aceptar que sientas eso… Que no te gusten quienes nos gobiernan, ¡eso no tienes que explicármelo! Pero la situación que hoy vivimos, enfrentamos y sufrimos, es coyuntural, ¡cómo vas a creer que es permanente! Lo más importante es que ni siquiera toca la esencia del ser de nuestra patria.
«Este «piazo» de país», como tú lo llamas de manera tan desenfadada e irresponsable, le abrió las puertas a tus antepasados, que como los míos y los de muchos otros, llegaron aquí en busca de lo que la vida les negaba en otras partes y lo encontraron como no lo hubieran encontrado en ningún otro lugar. En «este «piazo» de país», pudieron trabajar, pudieron soñar, pudieron amar. «Este «piazo» de país» les dio el regalo de sentirse seres humanos, ni inferiores ni superiores a nadie.
¿Y sabes por qué?… Porque en «este «piazo» de país», gracias al mestizaje, somos parejeros, simpáticos, solidarios. ¿Por qué crees que les gusta tanto a los extranjeros que vienen, a pesar del desgobierno, la inseguridad y la frágil situación de la economía?…
Este «piazo de país» acogió a un número importante de judíos que no recibieron en otras partes del mundo por miedo a Hitler. He hablado del tema en otros artículos, pero te lo voy a volver a contar: en la década de los años 30, Hitler decidió enviar barcos llenos de judíos a distintas partes del mundo para demostrar que el sentimiento antisemita no era exclusivo de su régimen. Dos de esos barcos, el Caribia y el Königstein, esperaban en Trinidad la ansiada visa. Pasaban los días y no se las daban. Decidieron probar suerte en Curacao. Pero antes pararon en Puerto Cabello para apertrecharse. El Capitán de uno de los barcos pidió las visas, por no dejar. El Presidente López Contreras consultó a sus ministros, a la Iglesia Católica, a personalidades, al Congreso. Y tomó la decisión de recibir a esos inmigrantes. El télex con la noticia de que Venezuela los iba a recibir llegó justo cuando en Curacao también les habían negado la visa. Cuando esos barcos atracaron en Puerto Cabello, la gente del puerto iluminó con los faros de sus carros el desembarco, y les llevaron a los recién llegados comida, pertrechos y juguetes.
¡Pregúntale a cualquier otro extranjero! Que te cuenten cómo los recibió este «piazo de país». Que te digan lo que sienten por este «piazo de país».
Gracias a «este «piazo» de país», tú creciste en una familia próspera. Pudiste estudiar en los mejores colegios y tuviste opciones al momento de escoger la universidad en la que estudias. ¿Nunca has pensado en quienes no han sido tan privilegiados como tú, que entraron a la escuela que les tocó por la zona en la que vivían, que de haber podido escoger dónde estudiar el bachillerato hubieran escogido un colegio como el tuyo y no el liceo que les tocó, y que la universidad ni siquiera es una opción en sus vidas?… ¡Te aseguro que muchos de ellos, aún con razones para pensar que éste es «un «piazo» de país» no lo piensan!
Vamos a suponer, por un segundo, que éste fuera, como dices, «un «piazo» de país»: si eso fuera verdad, tú tendrías el deber de hacer algo para que dejara de serlo. Tú que tanto has recibido, tienes la responsabilidad de dar en retribución lo mejor de ti. Tienes el deber de trabajar para que las oportunidades sean iguales para todos.
Piensa en los momentos más felices de tu vida y verás que las alegrías y las cosas bellas, el amor y la generosidad tienen tierra y esa tierra tiene nombre: se llama Venezuela. Piensa en lo que dices, cómo lo dices y a quién se lo dices. Yo me sentí herida por tus palabras. A mí no me vuelvas a hablar así de Venezuela. Yo te quiero, pero como también quiero a Venezuela, ¡eso no te lo acepto!