Escrito con miedo
El miedo es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza. Bilógicamente se dice que es un “mecanismo de supervivencia y defensa y permite responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia”. Así que es normal y beneficioso. En otras palabras que el miedo es libre. Eso experimento yo cada vez que me siento frente al computador a escribir mi columna Paraninfo todas las semanas. Claro que tengo y siento miedo. Lo que estamos viviendo en el país no es para menos. El gobierno, devenido en Estado, es decir poder absoluto, en manos de una sola persona. El caudillo ungido por la gracia de Fidel y del miedo. Si opinas, si dices cosas desagradables al oído del teniente coronel, de inmediato se disparan las alarmas en todos los poderes. El Ejecutivo, es decir él, lanza la primera acusación. Una bacinilla de excremento sale por la boca del mandante. De inmediato la fiscalía consigue algún artículo de alguna ley, no importa de qué fecha, para ordenar la imputación. El TSJ ordena al tribunal de control, por cierto nunca antes nombre mejor puesto, recibe a la o a el fiscal con la imputación y de seguidas la o el juez decide privación de libertad. En la AN las y los denominados focas se reúnen en sesión extraordinaria para apoyar, solicitar la pena máxima o levantar la inmunidad. La Defensora del gobierno, con su cara de yo no fui, opina y opina duro contra el indiciado. El Contralor sin ni siquiera estar enterado de qué se trata, él siempre está así, ordena inhabilitación. La antigua PTJ arranca sus comandos en ruta a la dirección del susodicho presunto, que ya de hecho ha dejado de ser presunto para convertirse en condenado. La nueva DISIP, prepara el Helicoide y algún sargento o general con un cambur alto, pone sus fuerzas armadas a la orden para la captura.
Bueno ante este panorama que no es invento de la oposición, ni de los oligarcas, ni de AD, ni de la CIA ni del Imperio, baste sólo recordar los último acontecimientos: Osvaldo, Guillermo, Wilmer, y los que puedan haber ocurrido durante esta Semana Santa, no queda más remedio que tener miedo. Es obligatorio tener miedo. Hay que activar la amígdala del lóbulo temporal del cerebro. El sistema límbico debe activarse. Aumentar la presión arterial, la glucosa en la sangre. No sé si me han seguido hasta aquí, pues me estoy refiriendo es al miedo al miedo. No al miedo al teniente coronel felón, héroe del Museo Militar y ganador de medalla de oro en cien metros planos en Aragua, en días recientes, donde el bielorruso logró la de plata. Es al miedo que le debemos tener a que nos lleven a Cuba, que nos racionen todo, que nos prohíban todo, que nos quiten todo. Miedo a que nos digan qué hacer, qué comer, qué beber, a donde ir. Reaccionar ante el miedo que debe provocarnos la pérdida total de nuestras libertades, de nuestro derecho a disentir, a opinar. Miedo a perder nuestro futuro, a perder nuestro país. Miedo a que el régimen nos extirpe la amígdala del lóbulo frontal para eliminarnos el miedo, que en los humanos, es decir nosotros que tenemos un ADN diferente a los animales así el teniente coronel diga lo contrario, nos cambie la personalidad y nos convierta en seres más calmados. Una pequeña digresión, me parece que ya a algunos compatriotas como que le han practicado esa intervención quirúrgica.
Aquí es bueno hacer algunas consideraciones jurídicas sobre el miedo. A ese miedo a que me estoy refiriendo. “En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria al sujeto llega a ser un eximente de responsabilidad”. Por otra parte “El derecho romano estableció en el 2089 antes de HRCHF la acción «metus causa» (por causa del miedo) como eximente de responsabilidad”. En el derecho actual se determina que el miedo es causa eximente de responsabilidad criminal. Para el caso del moderno derecho continental, y en concreto para el español, por ejemplo, se establece que: “Están exentos de responsabilidad criminal (…) el que obre impulsado por miedo insuperable. Es decir se basa en el “principio de no exigibilidad de otra conducta”, y en ocasiones se vincula a la “legítima defensa”. Lo mismo ocurre en el derecho civil y en el canónicocatólico, en los que el defecto del consentimiento por miedo es, por ejemplo, causa de nulidad matrimonial. “…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dizen que pleito o postura que home face por miedo non debe valer”.
Así que pasada ya la conmemoración de la semana donde la Iglesia celebra la actitud de la mayor valentía de hombre alguno, que murió sin humillarse al poderoso, contra la tiranía de Satanás, por la libertad del ser humano, debemos tomar su ejemplo. Miedo al miedo. Lanza en ristre y Constitución en mano. Que ningún hombre pueda quitarnos nuestros derechos.