Esas escasas 24 horas
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El destino traza sus rumbos. No sabemos como lo hace. Tampoco, si será como lo queremos. Hay que dejarlo que vaya andando y que encuentre lo que nos pertenece. Hoy, como nunca antes, las trochas que aparecen en los caminos que se abren, lucen espléndidas. No es una sola, son varias. Trochas de caminos que marcan el paso del sendero de la revolución.
Ese camino es continuar construyendo la organización popular, elevada ahora por la nueva ley de los Consejos Comunales. Antes también se hacía. Pero, es como el flujo del viento. Sopla otra vez y cada soplo es nuevo. Así es el trabajo de crear estructuras orgánicas. Lo que se hizo, tomó sus rumbos. Unas fueron a parar a un saco vacío porque en el fondo estaba roto. Otras, claudicaron, se sentaron a ver pasar el trabajo de los demás. Pero las que se organizaron con base en la perseverancia ven ahora su semilla creciendo. Esos luchadores imprescindibles trazaron por meta de vida la lucha infinita.
Así es el ondular de la historia. Como la ola que baña la orilla de la arena. Va y viene. Irrumpe con fuerza, se aleja en soledad. Nuevos tiempos apuntan otra dimensión de la política. Ayer se buscaba la ruptura del sistema. Ahora, consolidar las metas del modelo revolucionario. No hay alternativa distinta. O se asume con propiedad ideológica el Proceso, o se desvanece la revolución. La encrucijada de las vías que se presentan en el cruce de caminos: reforma o revolución, nos obliga a despejar los obstáculos que alteran la dirección correcta. No hay elección diferente a la que exige la conciencia. En esta coyuntura que produce el nuevo escenario de los 10 millones, la dedicación para estimular la enseñanza es a tiempo completo.
Las escasas 24 horas del día nos llevan a la prédica del qué, cómo y por qué la ideología. Como Cristo con su fe. Como Bolívar con su guerra emancipadora. Como Borges dedicado a las letras. Como Chávez enamorado del proyecto de la Patria Bolivariana.
La alfabetización ideológica es fundamental, pero demanda disciplina y sacrificio personal para asumir con formalidad el estudio, la lectura y la investigación. En la coyuntura de hoy, debido a la vigencia todavía del sistema reformista, hay que detenerse a pensar. A procesar las ideas. A concebir la base teórica de cada quien. Enriquecer nuestro marco de referencia para que relacionemos lo que observamos, procesemos el significado de los hechos sociales y emitamos nuestros juicios. Es una obligación militante abrir un paréntesis en nuestra cotidianidad, para volver al pupitre, a la biblioteca y a la palestra de la discusión. Analizar los acontecimientos, indagar los fenómenos, interpretar las noticias, pedir opiniones y confrontar posiciones. Hay que aprender a relacionar lo abstracto para producir lo simbólico; y, como resultado de ello, elaborar conclusiones racionales. Así, van tomando forma las tendencias del pensamiento autóctono, propio de la nueva era que vive el país y el mundo. Necesidad inmediata para construir la base conceptual del socialismo del siglo XXI, con pensadores venezolanos.
Complementa la ilustración ideológica, el desarrollo de las virtudes humanas necesarias para que «…el río tome su cauce». La cultura reformista, sustentada en las bajas pasiones, sigue siendo concebida como «usufructuaria» del poder. El aparato burocrático del Estado funciona con un alto porcentaje de elementos contrarios al modelo socialista. La reforma, opuesta a la revolución, no sólo está viva en la práctica clientelar del burócrata, sino también en revolucionarios plásticos que son puntofijistas mimetizados y usurpadores de la dignidad. Ideológicamente esos ³coleados², apegados al modo de vida del imperio, le han hecho un daño inmenso al Proceso; aunque es reversible. Se alcanza su reversión con talento y claridad en el pensamiento. A los adversarios ³revolucionarios², enemigos del Proceso, para apartarlos de las vías que indica el cambio estructural, hay que aplicarles el conocimiento procesado, la síntesis conceptual y la ideología revolucionaria. Limpiar el Proceso, hacer justicia, resarcir daños intelectuales, son logros que produce la convicción ideológica. Obtener los niveles de crecimiento intelectual que exige la racionalidad del modelo bolivariano, nos va a permitir acoplar a las nuevas estructuras de la dirección de la sociedad, a esos, a los que no les alcanza las 24 horas del día.