Es que ‘estamos en Venezuela’
En Venezuela terminamos acostumbrándonos a cualquier cosa, por terrible que sea. La habituación a la tragedia, a lo mediocre, a lo malo, no nos permite avanzar. Hay infinitos ejemplos que nos permiten reflexionar sobre escenarios grises que matan las aspiraciones de progreso y nos entierran en la insignificancia.
Cada vez que vamos a una oficina pública y somos maltratados, escuchamos de cualquiera que es víctima de la misma situación: ‘es que estamos en Venezuela’. Como si ‘estar en Venezuela’ significara que ser desconsiderado y hasta humillado es natural.
En ocasiones, camino a casa, pasaba por la oficina de identificación ubicada en La Trinidad. Ver a la gente permanecer durante días y noches consecutivos acostados en la calle para guardar turno y poder tramitar el pasaporte, me hacía pensar que esa es una de las realidades más vergonzosas a las que se ha visto sometido el pueblo venezolano. Sin embargo, como ‘estamos en Venezuela’ y como si no hubiese remedio, la gente terminó aceptándolo por ser la única forma de obtener un documento al cual tenemos derecho todos los venezolanos.
Pero esto no sucede únicamente en las dependencias públicas. La torpeza con el público llega al sector privado, incluso en lugares donde lo que se busca particularmente es recibir un buen servicio. Es el caso de mi experiencia en una conocida cadena de tiendas de artículos para el hogar que ofrece sus productos a precios que alguien tuvo la ocurrencia de calificar de ‘solidarios’. Al dirigirme a la entrada, una persona de seguridad me recuerda que antes de salir, mi bolso será revisado ‘por razones de seguridad’. Respondí que no tenía intención de robar sino de comprar, y que no estaba dispuesta a ser tratada como ladrona, o al menos como sospechosa. Di la vuelta y me marché. Observé que esta advertencia se le hacía a muchas personas que asentían con la cabeza y entraban sin darle mayor importancia, y luego serían revisadas contando con su aprobación, antes de abandonar el lugar.
¡Lo grave es que todas esas personas, para poder comprar en ese establecimiento, aceptaban ser tratadas como sospechas de haber cometido un robo!
En otra oportunidad, llevé mi carro a revisión en el concesionario donde lo adquirí. Estuve conversando con el gerente mientras revisaban mi automóvil en el taller y le comenté que había observado que pedían a los clientes abrir sus carros para inspeccionarlos ‘por razones de seguridad’ antes de dejar el lugar, y eso hacía sentir muy mal al público. Claramente le dije que íbamos allí a recibir un servicio y no para robar. Me respondió que esa semana había recibido varias quejas al respecto, pero que eran órdenes mayores, y que además ‘estábamos en Venezuela’.
Al dirigirme a la salida, el vigilante me pidió lo mismo que a los otros usuarios. No abrí mi carro. Me dirigí al gerente y le hice saber no solo que no abriría mi carro sino que si ésa era la condición para acudir a ese taller, debían hacerlo saber anticipadamente a los clientes y de esa manera decidirían si aceptaban ese trato o escogerían otro lugar donde fueran objeto de consideración y respeto.
El acostumbrarse a ser considerado delincuente, recibir descortesía y hasta maltrato no tiene nada que ver con ‘estar en Venezuela’. Los venezolanos debemos y podemos colocar los límites sobre la manera de referirse y referirnos a los demás.
‘Estar en Venezuela’ no significa que los venezolanos somos ladrones, o que estamos obligados a recibir un trato desconsiderado entre nosotros mismos ni con los que vienen a visitarnos.
La razón de ‘estar en Venezuela’ no debe hacernos cómplices de la mediocridad. Para eso se necesita cambiar radicalmente la mentalidad acostumbrada a lo malo y a lo pésimo. Y lo contrario sería desear, exigir y luchar hasta conseguir lo mejor y lo óptimo.
Ojalá pronto con ‘estar en Venezuela’, queramos ilustrar un lugar donde la costumbre sea la amabilidad y la excelencia en todos los sectores de la vida nacional.