Entremilitares y Paramilitares
Es un hecho cierto, más allá de cuanto dicte nuestra Constitución, que Venezuela se ha transformado en un cuartel. Ha regresado a las ollas de nuestro siglo XIX y la primera mitad del XX. Y Nicolás Maduro, cabe lo reitere, es un “civil”, preso de los militares quienes le sostienen en su ilegitimidad. Y bien que lo sabe.
Decir “civil”, cabe repetírselo a quienes no han pasado por una academia o dependencia militar, equivale ainvocar a la nada. “Civil” es la ofensa o el acto de humillación mayor al que pueda someterse un cadete o soldado. La civilidad es caca y por ello se la desprecia. No por azar nuestros padres fundadores, civiles reunidos en Congreso hacia 1811, luego son prosternados como loquitos. Osan imaginar para nosotros repúblicas civiles, léase “aéreas”.
Hace casi tres lustros, pues, que de nuevo los venezolanos estamos sometidos a las botas; porque Venezuela – lo dijo alguna vez el muerto cuando estaba y se hacía el vivo – siempre ha sido tesoro de los militares. Es lo que cuenta e importa analizar.
Que quepa llamar régimen castro-cubano al de Maduro y su antecesor, apenas indica que la diferencia acusada entre nuestra reinstalada “república militar” con las otras que ayer conducen Cipriano Castro, Gómez, López Contreras, Medina, o Pérez Jiménez, es la dignidad vernácula de éstas.
Hoy contamos con un Estado gendarme, secuestrado por militares, quienes han sido colonizados sin disparar un sólo tiro por una fuerza de ocupación extranjera y empobrecida, de ambiciones expoliadoras, la miserable Cuba de los hermanos Castro.
Rige entre nosotros un pro-consulado militar, que no poca pena ha de concitarle a los militares quienes fueran pares de los nuestros en América Latina y cuyas dictaduras – las de Pinochet, Videla, Somoza, Stroessner, Rojas Pinilla, Trujillo, por lo pronto – justificaban, cuando menos, en la idea de la patria soberana y el nacionalismo.
Los nuestros, por lo visto, quedando en evidenciano se les ocurre otra estupidez – más que un crimen – que encarcelar al general Antonio Rivero. Sólo dijo lo que todos saben yel pueblo grita a voz en cuello. Más de 200.000 cubanos marxistas dirigen nuestros asuntos más sensibles – los de seguridad nacional – y hasta los menos sensibles pero importantes por su efecto popular, como los negocios de medicinas y alimentos; para no citar los recursos petroleros que a la manera de prestaciones o regalías paga, cual siervo de gleba y a sus Señores, Rafael Ramírez, el rico Mac Pato de la revolución.
Tanta es la penetración castro-cubana que el propio Maduro, irritadopor quedar igualmente al desnudo – pues ellos lo forman y ellos lo ponen donde está – acusa con su dedo y condena por xenófobo a todo aquél quien exprese su malestar hacia los colonizadores de nuestra modernidad.
De modo que, para los faltos de memoria, cabe apuntar que las gobernaciones estratégicas del régimen castro-cubano instalado las ocupan militares, activos o no. Militares son los ministros de las carteras más sensibles – Interiores y Presidencia – y hasta la presidencia del parlamento la ocupa un oficial subalterno, un teniente con ínfulas de mariscal. Y no cuento al Tribunal Supremo puesto que su emblema militar ya renunció. Huyó perseguido por los suyos para que los asuntos non sanctus de los suyos quedasen ocultos. Me refiero al Coronel Eladio AponteAponte, jefe de la justicia penal revolucionaria, quien la administra para liberar a narcotraficantes y lo hace a nombre de la disciplina militar, no con lealtad a la ley según lo ha confesado.
Lo cierto es que nuestro invadido ejércitoahora se dispone invadirnos, a los venezolanos. Esas tenemos. A contrapelo de la Constitución que nos obliga,ocuparán como primer frente de batalla a Petare, al Estado Miranda, gobernado por Henrique Capriles.Yponiendo al margen lo que pocovale hoy,el carácter “civil” y constitucional de la seguridad ciudadana, dos hipótesis saltan a la vista: Una, se trata de la toma de un“territorio imperial norteamericano” y opositor, que como tal lo gobierna el candidato a quien los cubanos le escamotean los votos. Otra, quizás, el cumplimiento de tareas que los comisarios cubanos le asignan a nuestros soldados para que se distraigan, mientrasse apaga el silencioso ruido de la ilegitimidad que corroe a los Maduro y su entorno.
¡Porque, si a ver vamos, si se tratase de una lucha sincera contra el “malandraje”, los militares han de acabar, primero, con el paramilitarismo revolucionario,que les gana más terrenosque los cubanos y son la fuente real de los delitos: milicias, “narcosoles”, piedritas, tupamaros, todos juntos!
Por lo visto, Maduro, por “civil”,es quien ha de poner sus barbas en remojo.
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