Opinión Nacional

…entre sectarios te veas…

Los asambleístas identificados con posturas oposicionistas dentro de la recien estrenada Asamblea Nacional, harán bien en tomar nota de la airada reacción del coordinador nacional del MVR a raíz de la instalación del ente parlamentario. Acostumbrado seguramente a las experiencias constituyentista y a la del Congresillo, modelos ambos de docilidad política, pareciera que la existencia de un poder legislativo integrado pluralmente y, como tal, sujeto a debates y disensos, tomó por sorpresa al veterano dirigente que, posiblemente, esperaba una sesión inaugural diferente.

Al descalificar la conducta asumida por los asambleístas distanciados del Polo Patriótico (ahora Bloque Bolivariano) asignándoles un rol “obstruccionista” (en particular la fracción adeca, a la cual señala como el “principal enemigo”), introduce Luis Miquilena (LM) un elemento peligroso en el debate político que, desde ya, anuncia que no va ser fácil la relación entre la mayoría oficialista y la minoría opositora. En vez de promover la conciliación, el diálogo y el entendimiento, entre otros recursos típicos del juego parlamentario, lo que está procurando LM es un estéril e improductivo enfrentamiento entre uno y otro sector que puede transformar la Asamblea Nacional en un escenario que, en muy escasa medida, podrá contribuir a la construcción y desarrollo de la democracia participativa y protagónica a que alude expresamente en su texto la Constitución Bolivariana.

La tarea institucional (refundacional sería mejor decir en el lenguaje de moda) que tiene por delante la Asamblea Nacional, requiere del concurso no tan sólo de las representaciones políticas que la integran sino también de muchos otros sectores de la población interesados en el indispensable proceso de reconstrucción en el campo legislativo que deriva de la adopción del nuevo instrumento constitucional. Pretender adelantar esa labor con base a criterios de exclusión presagia, de una vez, que serán la intemperancia y el sectarismo los conceptos que se impondrán en el debate parlamentario por encima de aquellos otros que, como la concordia, por ejemplo, son herramientas destinadas a promover y fortalecer los acuerdos y arreglos propios de toda faena legislativa.

Ojalá y el oficialismo (MVR en particular) adquiera conciencia de que, después del 30 de julio, el mayoritario respaldo obtenido electoralmente no le autoriza para actuar hegemónicamente, sobre todo en el ámbito parlamentario. Más bien, lo que está planteado, si es que ciertamente se aspira a establecer un régimen democrático, participativo y plural, es que deben abrirse, con la mayor amplitud, vías que conduzcan a la comprensión y el entendimiento entre las diferentes representaciones políticas y entre éstas y la sociedad civil. En ese sentido, distan bastante de acercarse al propósito apuntado, las opiniones expresadas por el coordinador nacional del MVR (LM) con posterioridad a la sesión de instalación de la Asamblea Nacional. A lo escrito habría que añadir que los primeros trascendidos sobre la integración de las comisiones permanentes de trabajo del ente legislativo muestran que no son precisamente la apertura y la tolerancia los indicadores a tomar en cuenta para la formación de tales instancias sino que, por el contrario, serían las políticas sectarias las que, en definitiva, intentarían dominar la escena parlamentaria de los próximos seis años.

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