Entre maletas
Cuando Pérez Jiménez huyó la madrugada del 23 de enero de 1958, en medio de la protesta social y el empujón final de los militares, dejó una maleta. Ésta contenía papeles producto de sus negocios. (Él mismo decía que al presidente de la República “la cacería se le para en la punta de la escopeta”).
Judith Ewell, en su libro “Juicio al dictador” (Caracas, Fundación Andrés Mata, 2006), resume: “Conteniendo escrituras de bienes raíces, comprobantes de depósitos bancarios y otros documentos, valores negociables, notas escritas a mano de acuerdos financieros y el uniforme militar de Pérez Jiménez, la maleta era un verdadero tesoro”.
Fue aquella valija olvidada el símbolo de una década autoritaria y corrupta. La preponderancia militar se tradujo en arbitrariedad, despilfarro y robo. Y la maleta resumía el fin de la ambición del perezjimenato.
Fin porque se acababa y fin porque ese era su objetivo: enriquecerse. Tanto, que Pérez Jiménez pudo vivir como un pachá miliunochesco durante más de cuarenta años sin dar un palo al agua. Su mansión en la urbanización La Moraleja tenía hasta refugio antiaéreo, según la descripción que hacía el dictador retirado a sus visitantes.
Siendo la impunidad una constante en nuestra vida republicana, el régimen democrático quiso establecer un hito ejemplarizante. El usurpador sería juzgado por sus crímenes. Y para ello hubo que extraditarlo de EE UU.
Cuando los abogados -contratados por el gobierno venezolano- solicitaron la entrega de Pérez Jiménez, incluyeron en su petitorio las violaciones a los derechos humanos (asesinatos, detenciones ilegales, torturas, censura de prensa, prohibición de los partidos políticos y los sindicatos) cometidas por el régimen dictatorial. El juez a cargo del caso desestimó el argumento por evidencias insuficientes en cuanto a los asesinatos que implicaran directamente al dictador. La defensa alegó, además, que esos hechos eran de naturaleza política y el tratado vigente prohibía extraditar por tales delitos.
La estrategia de los abogados de Venezuela tuvo que cambiar. Para lograr la extradición apelaron a los múltiples robos cometidos por Pérez Jiménez en combinación con algunos testaferros. Y los documentos de la maleta abandonada involuntariamente sirvieron para sustentar el ilegal crecimiento de su fortuna.
Pérez Jiménez fue juzgado con garantías y condenado a prisión. Por primera vez un dictador venezolano pagaba judicialmente (aunque de manera leve) sus crímenes. Estuvo preso ocho meses en Miami y cinco años en San Juan de Los Morros
Ahora, cincuenta años despúes del suceso de la famosa maleta de Pérez Jiménez, ocurre el extraño (por más que diga el canciller Maduro que “eso pasa todos los días”) episodio de la maleta de los 800 mil dólares que llevaba el empresario chavista Guido Alejandro Antonini Wilson al arribar a Buenos Aires, en medio de la visita oficial de Hugo Chávez y en plena campaña presidencial de la “primera ciudadana” Cristina Fernández de Kirchner, casi segura heredera del cargo de su marido Néstor.
Esa maleta es el símbolo perfecto del socialismo del siglo XXI. Del socialismo petrolero del que habla Chávez. A nadie se le hubiera ocurrido un emblema más completo de lo que pasa en Venezuela.
Esa maleta habla de la suprema ley del embudo que se aplica en esta Tierra de Gracia. Para un venezolano común salir del país con dólares en efectivo representa el riesgo de ser multado, hecho preso o ser extorsionado por los funcionarios de aduana. El control de cambios vigente se instituyó para impedir transacciones como ésta. Pero para un empresario chavista tal control no existe.
Aquellos que tanto hicieron alharaca por el uso ilegal de los aviones de Pdvsa en los años democráticos, hoy aplauden o callan ante el descarado abuso de los bienes y el dinero de la empresa petrolera de todos los venezolanos. Esos 800.000 dólares (3.500.000.000 de bolívares débiles) obtenidos de sus arcas (Antonini ni los ha reclamado) son la medida de cómo manejan el bicéfalo Ramírez y demás rojo-rojitos nuestra principal industria. ¿Cuántas maletas de millones de dólares habrán sido entregadas a los socios de Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Perú, Irán, Rusia, Bielorrusia, Zimbabwe?
El régimen chavero ha repetido su defensa bobalicona. Primero negó el hecho, después dijo que era una confabulación de los medios golpistas y del imperio. Lo cierto es que en Venezuela sólo ha rodado una cabecita, la de un asesor de Pdvsa. Pero los dos altos funcionarios responsables de la ilegalidad siguen atornillados a sus estratosféricos sueldos: Rafael Ramírez, cerebro visible del transporte de divisas ‘cash’ por Pdvsa y el ultra eficiente Vielma Mora, jefe de las aduanas venezolanas.
Una maleta olvidada representó la corrupción perezjimenista, una maleta incautada permite divisar una pequeña parte de la corrupción chavista.