Enfrentar a la bestia
Una bestia plenamente identificada anda suelta por toda la geografía de la Venezuela del siglo XXI. Es una bestia de múltiples cabezas, no solo la de Rodrigo, una bestia maloliente y soez, que se ha dedicado a la destrucción de todo lo bueno, hermoso y decente de la sociedad venezolana. La bestia se contonea con insolencia por todo el país, amparada en una fuerza armada prostituida, con los bolsillos llenos del dinero petrolero que era de todos los venezolanos. Como se llama esta bestia? La bestia se llama Hugochavezjosevicenterangeljessechacongolingerhellingergloverjorgerodriguezisaiasrodriguezclodobaldorussianraulbaduelrodrigocabezasadanchavezargenischavezrafaelramirezmommerdariovivaslinaronciliafloresnicolasmaduroadinabastidasmullerrojasgermanmundarainfranciscoariascardenasjorgevaleroomarcamerofidelcastroelfantasmadelcheguevaragustavocisnerosjoselolilrodriguezpedrocarreñowillianlarajuanbarretobernalluisbrittoearleherreraluisacostacrlezdisdadocabello, nombre bastante largo para tenerlo en la memoria pero uno que ya se encuentra escrito con sangre y heces en los anales de la infamia venezolana, un nombre largo como un reptil que será objeto de desprecio y de escarnio en nuestra historia mientras existan venezolanos decentes y amantes de la libertad.
Cuál es el crimen que ha cometido y sigue cometiendo la bestia? En esencia, la creación de una sociedad venezolana regida por el odio, donde ya no existen los hermanos o sentido alguno de solidaridad espontánea. En esta nueva sociedad venezolana creada por la bestia a su imágen y semejanza solo existen los camaradas, los traidores, los asaltantes del erario público, los genuflexos, los patriasocialismoomuerte del militarismo invertebrado, los ladrones comunes y los funcionarios castrados (Castrado es cualquier discípulo de Castro). Quienes hemos resistido este proceso de desintegración moral nos encontramos hoy arrinconados pero poseídos por una profunda indignación. La sociedad venezolana decente, por fin, parece estar dispuesta a luchar a costa de su seguridad y, aún, de sus vidas para defender los valores que son indispensables para que la vida valga la pena de ser vivida: la libertad, la dignidad, el decoro, la integridad, la autoestima. Estar arrinconados permite unificar fuerzas, presentar cuadros sólidos frente a un enemigo peligrosamente seguro de su triunfo y, por lo tanto, muy vulnerable.
Lo cierto es que ya no es posible coexistir pacificamente con la bestia. No podemos mantenernos con los guantes blancos puestos, pensando en torneos electorales regidos por la crápula y en diálogos estúpidos sobre socialismos incomprensibles mientras la bestia camina por Venezuela con soez impunidad, con sus fauces hediondas a podredumbre moral y se traga, cada día que pasa, una parte física o espiritual de lo que fue nuestra Venezuela, una Venezuela que en gran medida ya ha dejado de existir bajo sus pezuñas.
La bestia no ama al país sino solo se ama a sí misma. Es una bestia narcisista, aunque no tenga ninguna razón objetiva para serlo ya que es física y moralmente horrorosa. La bestia no respeta nuestras riquezas sino que las usa para aliarse con engendros similares: los mugabeahmadinejadkimilsungcastros, quienes han hecho sus cuevas en los rincones mas miserables del planeta. La estrategia de la bestia es la siembra de odios y con ella ha tenido grandes éxitos, si se puede llamar éxito al proceso de destrucción espiritual de nuestro pueblo. Con el dinero petrolero la bestia ha pervertido a sus propios súcubos, ha prostituido las fuerzas armadas, ha inundado de mediocridad y corrupción a la industria petrolera nacional. Ha usurpado el nombre del héroe para cometer horrendas depredaciones en su nombre, hasta el punto de amenazar su gloria misma por causa de tan malsana asociación. Ha creado un panteón de simiricuire donde ha colocado a lo más despreciable de nuestra hez histórica. Ha hecho mandatoria la celebración de golpes militares ineptos, episodios vergonzosos de nuestra anti-historia que costaron la vida a niños venezolanos. Auspicia la aparición de sapos o “sapas” como la mercenaria Golinger, conciencia vendida por unas cuantas monedas. Ha disfrazado a los funcionarios públicos de diablos de Yare y ha paseado su cursilería y vulgaridad por mucho del mundo civilizado, para profunda verguenza de la Venezuela decente.
La bestia ha perdido el control de si misma. Anda alocada, destruyendo todo lo que encuentra a su paso, aún cuando se trate de algunos de sus propios tentáculos. Aunque tiene muchas cabezas ninguna de ellas contiene materia gris. No conoce el significado de sensibilidad social sino que piensa que los reales curan todos los males. Aunque sus torpezas y estupideces se han convertido en su peor enemigo, es nuestro deber acelerar su fracaso, antes de que termine con lo que aún queda de bueno y de noble en la sociedad venezolana.
Para acelerar ese fracaso tenemos que utilizar todos los mecanismos cívicos a nuestro alcance: la desobediencia, la protesta, la huelga, el escrito, la palabra, el panfleto. La bestia puede sucumbir a miles de picadas del mosquito ciudadano. Pero hay que picarla y abofetearla moralmente sin cesar, organizadamente, despiadadamente, de la misma manera implacable con la cuál ella pretende destruirnos. Para quienes no se hayan dado cuenta todavía, estamos en plena batalla por la libertad. Perder esa batalla es entrar a formar parte del ejército de sombras que vive furtivamente en los rincones oscuros del planeta, en un sub-mundo de la esclavitud y de la miseria a la cuál yo me niego de plano a pertenecer.