En Venezuela: se busca (inutilmente?) un barrendero para trabajo urgente
La basura llega al techo de Venezuela, en Venezuela. Es una basura maloliente, mezclada con excrementos, como sucedió en el aeropuerto de Maiquetía. Es una basura que inunda todas las oficinas públicas, desde Miraflores hasta las más humildes alcaldías controladas por el régimen. La basura es generada por el zoológico que está a cargo del gobierno y, por ello, nadie la recoge. Estamos en un país donde es el mismo Aseo Urbano el que genera la basura.
Eso si es grave, amigos. Uno le pregunta al contralor (a) cuando irá a recoger la basura y obtiene un silencio elocuente. Va a la Asamblea Nacional y recibe una mirada de desprecio. Va a los cuarteles y le dicen que regrese otro día, porque están muy atareados custiodiando un cargamento de droga que acaba de llegar. Va a la defensora del pueblo y está pintándose las uñas. O acude al Tribunal Supremo de Justicia y los encuentra ensayando su coro de sopranos, como buenos castrati: “Uh, ah. Vamos a madurá… “.
En otras palabras, todas las puertas institucionales que conducirían a una solución para barrer la inmundicia están cerradas hermeticamente. La única puerta semi-abierta es la del voto y es también la más cruel, porque promete lo que no cumple. Promete transparencia, imparcialidad y apego a las leyes y solo da parcialización, abuso y cinismo.
Y entonces? Yo digo que cuando un país está en semejante situación la gente debe salir a la calle armada de escobas, a barrer esta bazofia de una vez por todas, cueste lo que cueste, como única manera de respirar el aire de la decencia y de la libertad. Y si la gente no lo hace es porque se ha acostumbrado a la basura, porque ya no le hiede, porque está resignada a vivir nadando en la inmundicia.
Y eso no es para mí. Por eso digo a quien me pregunta la razón de mi auto-exilio que yo no creo haber abandonado al país. Pienso que mi país me ha abandonado. Y, mientras pienso esto, recogo la basura que puedo recoger, la de PDVSA y de la corrupción, obedeciendo a un imperativo categórico.