Opinión Nacional

En Venezuela confundimos democracia con Populismo

Literalmente; Democracia, significa: el gobierno del pueblo—y como la definió más detalladamente el ex Presidente estadounidense; Abraham Lincoln, en su famoso Discurso de Gettysburg del 19 de noviembre de 1863, democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Sin embargo; en primer lugar, pueblo no es sinónimo de populacho—que según el DRALE (Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española), significa: “Parte ínfima de la plebe” y “Multitud en revuelta o desorden”—ni lo que Karl Marx definió como proletariat (Proletariado o trabajador asalariado) y mucho menos lumpenproletariat (palabra alemana inventada por Marx, que engloba en una sola categoría a “Los rechazados de todas las clases sociales, incluyendo a los estafadores, abusadores de la confianza de otros, administradores de burdeles, mercaderes de chatarras, mendigos y a los náufragos de la sociedad”).

Porque pueblo es sinónimo de nación—el conjunto de personas que conforman o materializan a todo el conjunto de habitantes de un estado—desde los recién nacidos, hasta los ancianos, sin que importe ninguna diferencia política, económica, de nivel educativo o condición social, ni de ningún otro tipo, que sea titular de la ciudadanía que les confiere la Constitución y otras leyes—específicas del estado en particular del cual hablemos.

Democracia es antónimo de monarquía; es decir, en vez del estado ser gobernado por una sola persona; por un soberano—con poder absoluto—es gobernada por el pueblo, por la nación—y por ello se dice comúnmente que en democracia, el soberano es el pueblo—y quienes gobiernan son los representantes del pueblo, por lo que a la verdadera democracia se le llama más correctamente democracia representativa.

Pero existen tantos abusos del término democracia, que; por ejemplo, el Dr. Michael Coppedge, Profesor de Gobierno y Estudios Internacionales, de la Universidad de Notre Dame, ubicada cerca de la ciudad de South Bend, Indiana, USA, y quien pasó dos años en nuestro país durante el gobierno del Dr. Jaime Lusinchi, estudiando de primera mano a nuestro sistema político, lo definió en su posterior libro sobre el asunto, como una partidarquía la que, parafraseando a Lincoln, definió como: “El gobierno del Pueblo, por los Partidos, para los Partidos”.

Pero una cosa es definir claramente cual es el significado del término democracia; y otra muy distinta lograr que ésta realmente exista; se materialice, en un estado.

Partiendo del hecho de que democracia es un antónimo de monarquía; para que aquella realmente se materialice en un estado, hay que escuchar a los filósofos franceses y británicos que, muy acertadamente, descubrieron que el principal paso a dar, es separar el poder público absoluto del monarca, en tres poderes públicos totalmente autónomos—e igualmente poderosos: poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial—cuyos titulares; idealmente, deberían todos ser electos por el pueblo, con cada ciudadano mayor de edad, siendo titular de un voto—resultando electos aquellos que obtengan la mayoría de los votos (Por lo menos, el 50 por ciento más uno de los votos legalmente emitidos y escrutados); posteriormente, más modernamente se añadió un “cuarto poder”: aquél constituido por el derecho de cada persona de la nación—del pueblo—a la libre expresión de su pensamiento, y el derecho de todos a estar informados constantemente de lo que hacen y dejan de hacer, los titulares de los poderes públicos.

Populismo; por otra parte—un término no aceptado por el DRALE—es un término de origen estadounidense, que se refiere a varios movimientos políticos o filosofías, a menudo anti status quo o anti intelectuales que ofrecen soluciones o políticas no ortodoxas y buscan apoyo en las personas comunes en vez de acuerdo con las ideologías tradicionales o partidistas; por lo que también es definido como democracia del hombre de a pie, activismo de la clase trabajadora e igualitarismo (este último definido por el DRALE como; “Tendencia política que propugna la desaparición o atenuación de las diferencias sociales.”)—y que casi siempre e inevitablemente se convierte en sinónimo de demagogia (Degeneración de la democracia, consistente en que los dirigentes políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder).

El populismo también puede ser apropiadamente definido por el Sermón del Monte o Sermón de la Montaña, contenido en el Evangelio de San Mateo (5: 1-48) del Nuevo Testamento de la Biblia y por el Manifiesto Comunista de Karl Marx y Friedrich Engels; cuyas ideas centrales son dos plagios: de las ideas originales de solidaridad social expuestas por el principal Profeta hebreo; Moisés, que puede resumirse en su frase: “amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Viejo Testamento de la Biblia; Pentateuco o Torá, Libro del Levítico 19:18), y del hombre nuevo, concepción original de Clemente de Alejandría y Origen Adamantius; sacerdotes egipcios del siglo tercero de la era actual y considerados como dos de los Padres Fundadores del Cristianismo, quienes pensaban que la unión de los pueblos griego y romano crearía a un hombre nuevo en unión con Dios.

Estas últimas definiciones de populismo nos dicen dos cosas muy importantes: (1) El socialismo de Marx y Engels, no es más que una religión fundamentalista, y (2) Para que realmente pueda materializarse la democracia, además de conformar los cuatro poderes públicos descritos en párrafos anteriores, hace falta adicionalmente una clara y nítida separación entre la iglesia y el estado—que más apropiadamente debería expresarse como una separación entre la religión y el estado, como ya lo envisionó Rousseau en su Contrato Social, en el capítulo que tituló Religión Civil—concepto que hoy en día es llamado en las democracias modernas: “Constitución Nacional”—y cuyo mejor ejemplo vigente es la Primera Enmienda de la Constitución Nacional de los Estados Unidos de América que en su primer párrafo establece:

Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof…

[El Congreso no aprobará ninguna ley relacionada con el establecimiento de alguna religión ni para prohibir el libre ejercicio de la misma…]

Esa enmienda constitucional ha permitido que la Revolución más exitosa del mundo y aún vigente (la revolución de las 13 colonias británicas de América para independizarse de la monarquía británica), permita que en la democracia de los Estados Unidos de América exista hoy—y desde 1776—la más amplia y extensa libertad de culto del mundo—sin que ninguno de los muy diversos que existen, reciba siquiera un centavo de dólar de las arcas públicas nacionales, estadales, municipales, ni de ninguna otra institución gubernamental—lo que contrariamente a lo que pudiera pensarse, no ha promovido el agnosticismo o el ateísmo generalizado ni llevado a la quiebra a ningún templo, iglesia, mezquita, o cualquier otro centro de oración o fe de ninguna religión organizada.

Michael Coppedge, Strong Parties and Lame Ducks: Presidential Partyarchy and Factionalism in Venezuela, (Partidos Fuertes y Patos Lisiados: Partidarquía Presidencial y Faccionalismo en Venezuela), Stanford, California: Stanford University Press, 1994, 241 páginas.

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