En un país mil países
Por razones de cómo se formó el mundo, para lo cual no hubo ni habrá razones y, el mundo son las cosas que en él están y sobre las cuales no hay acuerdo de cómo surgieron, de dónde brotaron, cómo han crecido, desenvuelto, solo que están allí y mañana mueren, mañana es hoy, ayer y el día que viene, y los hombres, de quienes tampoco sabremos su origen, mas allá de una metáfora, una mito, una leyenda, un misterio, si surgido de las manos de Dios o hechos por cuestiones del azar, de contrastes, de luchas, lo grande, en fin, de todos juntos, es su complejidad cada vez mas creciente, con la úrica seguridad de su finitud, de saber que todo cuando existe en el presente, mañana no será. Diversos desde siempre, para saber en la primera vuelta quienes eran, llevaron consigo para su identidad los colores o la ausencia de ellos. No se sabe si al mismo tiempo o en el correr de su andar sin retrocedo, para reafirmar las diferencias adecuaron formas a colores y formas y colores diversos dieron forma diversa a todos, a quienes por comodidad llamaron gente. Y así fue y en toda partes es así, tal vez alguna simultaneidad hubo en el tiempo, pero diversos fueron desde el comienzo como diversos sus espacios fueron.
Luego vinieron las cosas que sabemos. Quiso el hombre alcanzar los cielos y pequeños le quedaron los suelos. Y se echó a andar sin atender sus límites. Fue así, entonces, como se juntaron los colores diversos y nacieron así los diversos miembros de las nuevas razas. Los venidos y los que allí esperaban para iniciar el vuelo. Siendo así como fue y así será, perder el tiempo es buscar el paraíso o los obscuros rincones de los tiempos perdidos. Esta verdad válida en todas partes de este globo, en mas bella y buena para los que habitamos en esta América, así llamada porque así son las cosas muchas de ellas. Nada claro, como son las mejores expresiones en las cuales se transforma la vida en existencia. Y tampoco hay razones, tal vez buenos motivos, posible es, que esta tierra que nos tocó habitar lleve por nombre Venezuela. Pero, en ambos casos es bueno que sean esos sus nombres y jamás, hasta el fin de los tiempos podrán llevar otros.
En estas latitudes había seres diversos, muy diversos, como diversas fueron sus modos de vivir, de pensar, de entenderse entre ellos y con el mundo recogido en extremos. Lejos estaba de ser el paraíso donde la armonía habitaba en cada ser de estos. Conflictos, guerras, diferencias muy grandes y muy graves, y otros muy males, eran común en ellos. Lenguas diversas, dioses diversos, poderosos y desposeídos, amos y subalternos, cubrían estos suelos, igualmente diversos. De ello hay mil pruebas, las que dejaron los viejos testamentos, las que pueden verificarse en lo que queda. Y de pronto, en ese ritornelo de idas, vueltas, encuentros, victorias y derrotas, llegaron a estas tierras los europeos. Hay presunciones de que otras partes llegaron otros antes, pero nada dejaron para el recuerdo. Traían, los señalados europeos, el peso de miles de historias, de cuentos, de leyendas, de tragedias, con predominio de sus visiones religiosas, las conquistas de la ciencia, de su arte, todo ello revuelto, sin saber a ciencia cierta qué era aquello, solo que en esos largos tiempos de grandeza y miserias, todas juntas, se organizaban en códigos tan acabados y se diría perfectos, abiertos para crecer, cuidadosamente cerrados para permanecer, que se podían reconstruir a cada instante y en cada situación. Y al poderlos deshacer y reconstruir podían permanecer como enseñanzas que alcanzaban a otros que asimilarlas y crecer en ellas bien pudieron. Si bien las armas y las tecnologías distintas eran, mas eficaces eran, no fueron ellas, las que determinaron sus éxitos, las que garantizaban su permanencia, sino su lengua, con su gramática para garantizar la transparencia de su uso, su religión, de ángeles y demonios bien poblada, pero en interacción de fácil comprensión para la trascendencia, su ciencia para la comprensión de cuanto sus razones no alcanzaban. También trajeron sus defectos, sus fanatismos, sus enfermedades, sus males, quien no, si es siempre tan fácil cargar con ellos y llevarlos delante y ponerlos primero, por razones de instinto y de intereses mas allá de ellos.
Este cuento, lo sabemos todos y en buenos libros recogidos han sido. Leyendas de colores, y ¡claro!, por esas cosas malas que trajeron, llamaron negra a cuanto malo hicieron y dorada a cuanto bueno estimaron era. Como que es tan fácil dividir al hombre según son diversos los colores o la ausencia de ellos. Blanco/negro. Luz/obscuridad. Bien/mal. Y así andamos aún como si el tiempo se quedara encerrado en las miserias de los espacios inmóviles del poder. Y así seguimos. Revolucionarios patriotas/reaccionarios lacayos del imperio. Se repite la historia como si verdad fuera que la historia es la guerra entre palabras opuestas que controlan al hombre. Pensaba en todo esto al andar suelto por entre al gente que entre ellos me permiten andar sin estorbos. En Bobures, la mayoría son negros y, desde luego, maravillosas negras. Adultos y niños, viejos, adolescentes y zagales, y en todos prevalece ese color apenas si con tonos de intensidad diversos que recorren sus cuerpos al ritmo erótico de libido muy alta, que el tambor impulsa, adoran a San Benito, y hablan español, y nada guardan de sus lenguas idas, distintas, según los sabios dicen que existieron. Pero en nada hacen falta. Fue mas fácil para comunicarse con los otros negros que en sus tierras de origen de otra palabra eran y con los indios y con los blancos, impuros todos, libidinosos todos, pero, además, para poder combatirlos, zafarse de sus males, a fin de cuentas, nada es mas sencillo para conocer al otro que dominar su lengua.
Tal pasa en Barlovento, y en todas partes, cosas de intensidad y movimientos. No se cuantos dioses pueden vivir en el ser de San Benito o de San Juan, y he visto a Maria Lionza, rodeada de negros, indios, blancos y por si fuera poco, presidido su altar por el Dios Cristo. He recorrido lugares donde los babalaos y sus cofrades oran y no hay remordimientos y no excluyen a Cristo, como si verdad fuera la palabra sincrético. Y sigo, al recorrer los llanos, hay una cultura superior a las fronteras que tiene en el joropo su expresión mas completa, que une a estas tierras, Colombia y Venezuela más allá de las rayas patrioteras. Salvo que, por razones de información y escuela, en Colombia no se escucha jamás decir al concluir un joropo: ¡ esta es Venezuela, compadre! Ni menos dicen que la música llanera es la música de Colombia. La sublimidad poética, melódica de la música oriental, tantas veces me lleva a las Islas Canarias, su melodía y sembrada en el poema más puro de la España vieja, nueva por siempre en su poesía. Y qué poder decir de danzas, contradanzas, valses, décimas que conforman el alma de estas tierras, vale decir, su gente que en ella se refugia, vive con tantos miedos y de esperanzas sueltas. En estas caminatas, siempre bellas, jamás conocí negra o negro alguno que prestara importancia a la conseja de ser afro-descendiente, ni india o indio que se originario se sintiera, ni blanco, en tantos tonos, que hiciera de de su raza una bandera.
Pero en esos andares, he conocidos a blancos que armados de Laptop e ideologías bien conformadas desde tiempos muy viejos en la Europa vieja, incluidas las nociones de socialismos, humanismo, capitalismo, cristianismo, mercado, antiimperialismo, y mas muletas viejas, degeneraron aún más el discurso racista y en ese juego me he encontrado con negros, de buena tinta negra, que repiten a coro argucias tales y no conocen ni una palabra de las culturas que proclaman reivindicar. Y he visto a curas, monjas, y a líderes indios, de muchas partes de estas tierras, que hablan bien español pero que desconocen la totalidad de su lengua, y he visto a gente nacida en la belleza de su pueblo, que sin prejuicio y en su originaria lengua, luchan por la justicia, la equidad, la paz, la solidaridad, la igualdad, valores todos que están mas allá de todas las etnias, porque necesidades humanas son que resolver demandan sus problemas. Reviso unos retratos y unos textos de historia, ésta me dice que Bolívar era español de cepa. El retrato comprueba que era chiquito, de pelo medio malo, tez morena… Quien sabe cuántas cosas pasaron por su vida para que fuera así como él era. Y que nos definió, “No somos indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles: en suma, siendo nosotros americanos por nacimiento y nuestros derechos los de Europa, tenemos que disputar éstos a los del país y que mantenernos en él contra la invasión de los invasores”.., mas claro, mas claro nada es decible, pero por si fuera poco, aceptarnos tal cual somos fue su desiderátum político: “Ya que [el Nuevo Mundo] tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que federarse los diferentes estados”.