¿En qué alma cabe esto?
A todos los venezolanos nos enseñaron desde chiquitos que la comida no se bota. “Cómetelo todo, niña”.
Nos enseñaron que no se deja nada en el plato y que con la comida no se juega. “Piensa en cuántas personas se van a acostar sin haber comido las tres comidas completas”. Y a veces ni siquiera dos. Ni siquiera una…
Sabemos que si en la calle nos piden dinero es una cosa, pues no sabemos para qué o para quién va destinado el dinero. Es arriesgado en esta época dar dinero en la calle, pues puede ir para drogas, para engordar los bolsillos y las cuentas de un sinvergüenza. Pero si nos piden comida, ésa ya pasa a ser otra cosa muy distinta. Porque alguien que pide comida es porque tiene hambre. Y hacemos todo el esfuerzo, todo lo que esté a nuestro alcance para poder dar.
Los venezolanos compartimos la comida con quienes están en nuestras casas a la hora de comer. La comida siempre rinde para quienes están bajo nuestro techo. Jocosa, amable y solidariamente decimos “no te preocupes, le ponemos agua a la sopa”.
Las veces que la naturaleza nos ha golpeado con toda su furia, los venezolanos todos -en la medida de nuestras posibilidades- hacemos al menos un mercadito para los damnificados. Hay quienes pueden mandar –y mandan- containers como los que se perdieron llenos de comida. Hay quienes mandan cajas y cajas. Hay quienes llevan varias bolsas y quienes comparten la única comida que tienen en sus casas.
Los venezolanos fuimos criados bajo la premisa de que nosotros compartimos la comida, no la escatimamos. Tenemos este principio tan arraigado dentro de nosotros que en todas los hogares hay historias que hablan de esa responsabilidad y generosidad para con la comida.
Por todo esto es que indigna tanto el asunto de los containers. De las decenas de miles de containers. De las decenas de miles de toneladas de comida que se perdió. De la comida que hubo que incinerar. De la comida que hubo que botar.
Mucha gente que hubiera podido comer, no comió. ¡Y después se llenan la boca autoproclamándose favorecedores, amigos, aliados del pueblo! ¿Cómo serían, qué cosas distintas harían, en qué se diferenciarían si fueran sus enemigos? ¡Cuánta hipocresía, cuánta corrupción, cuánta caradura se necesita para salir ileso de una situación como ésta! Mucha gente dejó de comer, cuando en realidad han podido hasta regalarles la comida que se perdió.
Y no es algo trivial como quieren hacer ver. El gobierno actúa algo así como que lo que hubiera pasado es que “quedó un plato frío de anoche”. Señores, esto no es ninguna nimiedad: fueron millones ¡MILLONES! de platos que se perdieron. Y eso no nos cabe en la cabeza.
Los venezolanos sabemos que esa comida no se perdió por causas de un desastre o por fuerza mayor: se perdió por irresponsabilidad, por desidia y por soberbia. Porque hablan de socialismo de la boca para afuera, porque del bolsillo para adentro están haciendo negocios multimillonarios a costa del pueblo venezolano. Abusando de su buena fe. Burlándose de sus esperanzas. El socialismo es para los pendejos. Los más revolucionarios son los que roban más. Y eso nos oprime.
Y nos oprimió más enterarnos de que muchos sabían de la existencia de los containers, y que esos muchos, adrede, la dejaron perder. Porque hubo denuncias sustanciadas como la del Gobernador Salas Feo en Carabobo, y nadie hizo nada. Y no hacer nada es pecado de omisión.
Ante este horror, lo primero que nos cruza por la mente es: “¡no! ésos no pueden ser venezolanos, porque nosotros no le hacemos eso a nadie”. Mi gente no le hace eso a su gente.
Se rumora que, en efecto, hay extranjeros envueltos en el escándalo. Pero sabemos que los responsables al más alto nivel tienen una cédula que comienza con una “V” seguida de un guión. Sabemos que, como a todos los venezolanos, a esos responsables sus mamás los arrullaron con el himno nacional.
Entonces los venezolanos, desconcertados, nos preguntamos “¿en qué alma cabe esto?… ¿cómo pudo haber pasado?”.
Y más lejos, más triste y más desgarrador, nos preguntamos si podremos reconocer en lo sucesivo a esos irresponsables-responsables como nuestros compatriotas.