En estado de alerta!
El pueblo venezolano fue el único ganador el pasado 2 de diciembre al rechazar categóricamente -aunque los resultados publicados por el CNE no lo reflejen realmente- el proyecto de nueva Constitución que ilegítimamente había elaborado el Ejecutivo y ampliado la Asamblea Nacional. La mayoría de los venezolanos rechazó el proyecto. El chavismo no se abstuvo, aunque ahora el oficialismo inteligentemente trate de mostrar que los votos están allí, detrás, porque no entendieron el proyecto socialista. Por favor. La ingenuidad debe desaparecer del comportamiento político, sí realmente queremos la restauración plena de nuestra democracia.
La tensión creada la noche del domingo pudo haber sido catastrófica para el país. Pero, independientemente de la forma en que se resolvió el impasse, que deja una lección esperanzadora, la retención de los resultados confirmó lo que se sabía de siempre: el sometimiento del ente electoral a las instrucciones del Ejecutivo. El CNE congeló por unas horas los resultados, en espera de la decisión del Presidente, de aceptarlos o no. Una indecisión lamentable, como lo es también la declaración del Presidente Chávez, al afirmar que la decisión de aceptar los resultados, la adoptó en su soledad, sin que mediara presión alguna. Lo que ignora el Presidente es que su decisión era irrelevante, por que ella correspondía única y exclusivamente al pueblo venezolano que ya la había tomado.
La oposición salió a celebrar lo que era un triunfo del pueblo, y no precisamente pírrico, como lo catalogó irónica e irrespetuosamente el Presidente, pues la reforma no pasó y no pasará por ninguna otra vía, como lo pretende ahora a nombre de un pueblo que parece ser distinto al que dijo No; a menos que se quiera quebrantar el orden jurídico y el estado de derecho y se le trate de imponer a la brava. Una iniciativa irrespetuosa desde todo punto de vista –jurídico y político- que esperemos no esté en la agenda del oficialismo y que se quede sólo en las rabietas del derrotado y limitado presidente.
Hugo Chávez, perdedor absoluto del plebiscito, dio una rueda de prensa más, mientras que los venezolanos celebraban en las calles de todas las ciudades del país el triunfo de la democracia, lo que hizo recordar el 23 de enero de 1958, cuando el pueblo salió a la calle para festejar la huída del Dictador Pérez Jiménez.
El Presidente insistió en provocar, en confrontar, en despreciar a sus adversarios políticos y hasta a sus cada vez menos seguidores. Pero esta vez quizás se entienda. Es la actitud propia del derrotado que lucha por no perder la credibilidad que tuvo una vez, dentro de sus filas. Chávez tiene que rendir cuentas a sus partidarios que adoran su envalentonado discurso. Debe mostrar que sigue siendo el líder de la revolución, lo que muchos no creyeron entonces y muchos otros dudan hoy en día. La carrera por la sucesión comienza.
Los venezolanos estuvimos alertas, dispuestos a defender como nunca antes el voto y nuestra voluntad. Las instituciones supuestamente independientes que debían proteger nuestros derechos, se mostraron de nuevo ausentes. El Defensor del Pueblo quien desprecia los derechos colectivos de los ciudadanos, por lo cual algún día tendrá que rendir cuenta ante los venezolanos, prefirió esperar cómodamente, cerca del líder, la celebración del triunfo del Si, bajo el Balcón del Pueblo que resultó ser un triste escenario desinflado, la caricatura de la revolución bolivariana o chavista que vio su fin ante el rugido del bravo pueblo.
Los medios internacionales destacaron el triunfo de la democracia venezolana, representada por el pueblo, no por las instituciones ni el gobierno que evidenció, por su clara conducta, todo lo contrario. Los medios de los países sometidos a regímenes totalitarios, como el cubano, destacaron “el valor ético y democrático” del Presidente, como si el reconocimiento que debía hacer de la expresión popular era una concesión graciosa del frustrado fundador de la nueva República de Cubazuela.
El camino es largo, pero no tanto como antes. Hay horizonte. El 2D se impusieron límites y deberán ser respetados. Los venezolanos debemos estar alerta, ahora más que nunca, para defender los resultados que se reducen en un absoluto y definitivo No, a cualquier intento de reforma constitucional y de la destrucción del Estado y del país. Igualmente alertas a los atropellos del régimen y unirnos alrededor de un proyecto político nuevo que garantice la democracia y el bienestar, la justicia social, la no exclusión, una visión humana del desarrollo.