Opinión Nacional

En el principio era el verbo, no socialista

Cuando los primeros emprendedores agrícolas, meros pithecantropus, decidieron fabricar (domesticar) por su cuenta y riesgo animales y plantas, llamada luego la agricultura y la cría, se enfrentaron al dilema de hacerlo asociándose en cooperativas –para no explotar a nadie, pensando en Marx, — o simplemente contratar empleados por medio de pequeñas empresas.

Lamentablemente en el principio las cooperativas no funcionaron. Porque dizque la gente no salía toda igual, cuestiones darwinianas, advirtieron. Algunos individuos de algunas especies están hechos para la dominación, para poder sobrevivir a cuenta del prójimo (incluyendo animales y vegetales, cuando éste lo permite, si no dispone de ejércitos).

Sin embargo las labores empresariales funcionaron exitosamente, cada cual en su nivel de su competencia. Razonaron que “algunos nacen grandes y otros logran la grandeza”, en el camino, al estilo del mas puro Shakespeare, adivinaron ellos.

El resultado fue que posteriormente el 10% de la humanidad, nación, provincia o municipio se apropia normalmente del 50% de la riqueza disponible, una desigual distribución..

Para la mejor repartición del bienestar se requiere que todo el mundo tenga trabajo, que es una acción darwiniana, y además regulaciones institucionales que establezcan la justicia requerida en las sociedades.

Se estableció una lucha por una mayor justicia en la repartición del valor agregado de la empresa, con la formación de los sindicatos y regulaciones más balanceadas. En los países más adelantados se lograron ingentes progresos, en las sociedades mas primitivas se mantuvo la dominación y la explotaron.

Hasta que apareció un mesías que predicaba que las ganancias de las empresas eran de los trabajadores y no del capital, — a pesar que los dueños del capital argumentaban que lo habían reunido a costas de su trabajo anterior. La discusión sobreviene porque una cosa es el costo del producto, donde está el trabajo (manual y mecánico) y otra el precio que el consumidor está dispuesto a pagar.

Y de paso dejaron afuera a los consumidores en la repartición de la torta (por intermedio del precio), solo capital y trabajo a repartirse los ingresos.

Comoquiera que muchas veces el costo del producto es menor que el precio del mercado, ocurre una ganancia para el conjunto de la empresa. Que algunos denominaron plusvalía, pensando que era solo producto de los trabajadores, cuando resulta el mercado permite una remuneración en exceso de dicho costo.

¿A quién pertenece esta ganancia? – si preguntan a los trabajadores, a ellos, les encanta esta teoría “revolucionaria”.. Si preguntan a los accionistas, pertenece a ellos, aportaron el capital. Nosotros un poco en el medio, porque hoy en día los administradores de las empresas tienen gran responsabilidad por la ganancias.

Para completar en tiempos mas recientes se ha revivido la teoría marxista, aparente y fracasado anacronismo, en las sociedades todavía con elevada población indígena y alta dominación, desigual repartición. Una propaganda política basada en el resentimiento y una “lucha de clases” entre pobres y ricos, herencia colonial, que se trata de recuperar e instalar artificialmente, para reducir la pobreza regalando el ingreso familiar en sustitución del trabajo permanente, mientras las exportaciones petroleras lo permitan.

Recordemos que la historia más bien relata luchas entre grupos de intereses y no de clases, salvo honrosas excepciones.

Estos procesos se han favorecido por la presencia de los cuerpos armados de mayor poder de dominación, los militares, muchos resentidos y de medio pelo, que usan las consignas libertarias como mecanismos pantalla para apoyarse en las mayorías y lograr el control de las fuentes de poder y de riqueza. Para salvar a los pobres, no del municipio Andrés Eloy Blanco de Barinas, sino del mundo, es elemental.

Ergo la felicidad se logra con el producto del trabajo, que proviene del empleo, que llega con las empresas (públicas y privadas) bien administradas – todo bajo el influjo de la fuerza instintiva de sobrevivir, que habrá que regular en beneficio del colectivo, para incorporar paulatinamente a los más desasistidos. Y el socialismo y el hombre nuevo, poco darwinianos, siguen siendo abandonados por la gente seria.

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