Opinión Nacional

En defensa de la democracia

Una vez más, el militarismo retrógrado unido a un proyecto autocrático pre-moderno, quiere volver a colocar a toda la ciudadanía en un invernadero histórico. La educación es un derecho fundamental dentro de una sociedad plural y abierta a las más diversas corrientes del pensamiento. El Estado debe garantizar su acceso y calidad para todos, pero no estableciendo una pauta controladora desmedida, como se pretende con el Proyecto de Ley Orgánica de Educación (PLOE) que niega la posibilidad de que los otros y naturales interlocutores: padres y representantes, estudiantes, sindicatos, cuerpo directivo, gremios profesionales y miembros de la comunidad no puedan participar sobre el hecho educativo en la escuela.

El “Ogro Filantrópico” es en el caso venezolano un “ogro totalitario” cercenador de las más elementales libertades humanas. Todo proyecto de poder con aspiración de eternizarse necesita del pensamiento único y criminaliza la disidencia. Ya eso lo han vivido y viven otras sociedades como la cubana, la cual ha fracasado a los ojos del mundo moderno.

Hay que resistir la imposición de medidas y leyes que no hayan sido puestas a la consideración de un auténtico y sincero debate nacional con la participación de todos los sectores afectados e interesados. Hay que resistir el vigente proyecto autocrático que pretende sepultar a la democracia y sus más caros valores y principios.

Ya está bueno que el país, la sociedad y todos sus ciudadanos volvamos a caer prisioneros de iluminados, mesiánicos, demagogos e inescrupulosos que en nombre de símbolos y banderías huecas terminan por aplastar la esperanza y el futuro de generaciones enteras.

El país entero, los venezolanos todos, ya le dijimos no al proyecto cubano en diciembre del 2007, no hay derecho y es inaceptable que por medio de la arbitrariedad se quiera imponer algo que ya fue rechazado. Las leyes que la Constitución ampara, el pacto de país, no puede ser tratado como a un muñeco de trapo adaptándolo de manera conveniente y fraudulenta a los designios del autócrata de turno.

La mejor “Constitución del mundo” (1999) lo fue por qué le amplio el mandato al Presidente de cinco a seis años y permitió la reelección inmediata por otro periodo equivalente. Ante la perspectiva de ver acabado por la ley su permanencia en el poder, nuestro Presidente recurre a una enmienda de la Constitución para garantizarse la reelección perpetua o vitalicia. Ahora, recientemente, le escuchamos decir que las leyes de la IV República tienen que ser abolidas preparando el terreno para la convocatoria de una nueva Constituyente “Socialista” hecha a la medida de las ambiciones egoístas y desproporcionadas de un gobernante de la misma naturaleza que los Monagas, Guzmán Blanco, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Un caudillo más que se ha creído dueño de Venezuela y los venezolanos, un hombre como dice el mexicano Krauze, su más reciente biógrafo, atrapado por el delirio de una enfermiza obsesión por el poder.

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