Empecemos con Caracas
Caracas siempre fue el corazón de Venezuela, además de su capital “nomotética”.
Con Caracas empieza y termina el país sin querer actuar en menoscabo del resto de sus regiones, todas en concordancia con su geografía política. Pero Caracas en este momento es un fenómeno particular, casi irreconocible a lo que fue hace diez años; la destrucción y desidia por poco la acabaron. Es esa urbe en que ahora supervivimos con dificultad para transitarla, que no identificamos por sus espacios deteriorados y desbordamientos de la basura. La Caracas donde reina la delincuencia e inseguridad, donde los muertos cada vez son más en manos del hampa. La de profusa anarquía y llena de “gente rara”.
La que quisieron cambiarle el nombre y hasta los rasgos de su fundación en desmedida incoherencia de una ridícula “revolución”. Hoy agonizante, exhausta por instantes yerta. Las conquistas electorales, entre otras, con la Alcaldía Mayor y el Estado Miranda dan la oportunidad de devolverle a los venezolanos paz y tranquilidad. Estando en manos de dos buenos gerentes Antonio Ledezma y Capriles Radonski. Es posible que muy prontamente retornemos a ser lo que éramos, un pueblo que vivía en concordia; y es posible que este desbarro “revolucionario” haya dejado algo bueno para continuarlo y mejorarlo.
Si Antonio Ledezma logra enderezar a Caracas y cuenta con los recursos económicos necesarios, habremos avanzado. Seguros estamos que todos lo ayudaremos en esta cruzada que ha sido el mejor aguinaldo para los caraqueños.
Esa anarquía que alude Ledezma en sus primeras declaraciones, será el objetivo central que habrá de erradicar, contando con unos buenos aliados en el Distrito Sucre, Chacao, Baruta y el Hatillo. La Alcaldía Mayor podrá actuar concatenadamente en la zona metropolitana, y ojalá Jorge Rodríguez lo llegue a comprender, incorporándose a estas tareas y conviniendo en que somos un sólo país de naturaleza democrática, aunque en el pasado hayan ocurridos abundantes errores, los resentimientos no conducen sino a la autodestrucción de los individuos.
El pueblo lo entendió después de diez años perdidos, somos una singular sociedad con matices distintos, dispuestos a trabajar por la nación y no entregados a facciones sectarias, si se presentan tiempos difíciles con la coyuntura económica recesiva mundial, será más racional sincerar y comprender la existencia de ésta para que salgamos adelante. Es labor de todos iniciar la reconstrucción de Venezuela, la de sus valores apodícticos y con decencia noble.
Estamos en la alborada para devolverle al país su norte, vendrán nuevos comicios para elegir diputados, para restituirle la autonomía a los poderes, para borrar la imagen de que somos un cuartel poblado de milicias. El orden comienza por casa, en este caso será Caracas quien dará el clarinazo para que el resto de la disidencia venezolana, logre sus objetivos en otras provincias. Sin permitir que ese desbordado envanecimiento, o ascendiente poder omnímodo quiera entorpecer nuestra acostumbrada convivencia con fracturas, golpeando la dignidad de los opositores. Somos la suma de todo y no la digresión de algo. Tenemos gentilicio propio para andar buscando amuletos ajenos o copiar lo que no nos pertenece. Y por último a los “compatriotas” que con violencia quieran asumir los cambios, que recuerden que todo es perecedero, hasta las ilusiones fatuas de un socialismo inexistente. La armonía debe marcar la pauta, nada de estar delimitando territorios ni pretender que la justicia nos pertenezca a unos pocos. El mejor paradigma de país es que sigue siendo generoso, y con esta conquista electoral de la disidencia, recibida sin aspavientos, sin amenazas lograremos reinsertarnos. Actualmente nos corresponde ayudar a nuestros elegidos y a los que no lo fueron. Antonio, Ocariz y los otros alcaldes metropolitanos serán la proyección de sus electores en la Gran Caracas, dando pautas de unión y honestidad en la ciudad capital. Comienza el rencuentro de un pueblo, sin traumatismos y en comprensible aliento.