Embustero y pantallero
Tema central de la contienda electoral, desde ahora hasta diciembre, debería ser desenmascarar el embuste y el pantalleo a que nos tiene acostumbrado el candidato por la reelección. El ser embustero le ha ayudado a crear expectativas y el ser pantallero en aparentar que trabaja sin que haya constancia de resultados concretos.
En puro embustes han quedado los planes de generación de empleo, las promesas de construir ciento cincuenta mil viviendas por año, los beneficios que se derivarían del polo de desarrollo endógeno Orinoco-Apure, los objetivos de formar profesionales capaces en la Universidad Bolivariana, la intención de recoger a los niños de la calle, de ayudar a los damnificados o de eliminar la pobreza extrema, los propósitos de aplicar mano dura frente a la delincuencia, la entrega de cartas agrarias para los campesinos o títulos de propiedad para los habitantes de los barrios. Ninguno de estos anuncios hechos en medio de una gran fanfarria publicitaria se han materializado.
Por un tiempo se solía acusar a los gobiernos anteriores de los fracasos y los incumplimientos pero después de siete años en el poder y con las arcas públicas repletas de petrodólares y bolívares no hay excusas para la mediocridad. Las mentiras ya no se propagan con el entusiasmo de antaño y comienzan a revertirse en forma de rabia incontenida contra corruptos y embusteros. Como dice un estribillo mezcla de realidad con humor “Ahora Venezuela es del 15%”.
El pantallerismo no tiene paralelo en la historia patria, el candidato, en su delirio de convertirse en el salvador del mundo, realiza costosísimos viajes al exterior. Pareciera, por las semanas de estadía afuera, un trabajador incansable y un sacrificado insigne, pero regresa cargado de proyectos inútiles y la chequera disminuida por compras y regalos a otros países.
En su afán por ganar centimetraje en los medios critica las cumbres de países, pero eso sí, no se pierde una. Amenaza al pueblo norteamericano con cortarle el suministro de petróleo y al peruano de romper relaciones si elegían a Alan García, pero no ha hecho ni lo uno ni lo otro. Su actuación en asuntos públicos los maneja a punta de embustes y pantallerismo.