Elogio de la locura
Si Erasmo de Rótterdam hubiese escrito su famosa obra en la bolivariana patria, muy seguramente el bloque negativo lo habría acusado de complicidad activa con el régimen.
Razón tenía el sabio Erasmo, hay locuras que no pueden sino elogiarse por su capacidad para volver locos a los demás, mientras el propio orate se espepita y dice lo que se ocurra por donde sea, a cualquier hora y por no importa cuál de las sinrazones.
Los sensatos bloqueros no tienen cerebro para comprender los profundos laberintos de la enajenación que se anida en el lóbulo izquierdo de la perturbación histórica.
Mucha razón tiene para sí mismo quien no la tiene, porque carece de capacidad para comprender el entorno real y piensa sanamente, en su enajenado criterio, que la realidad es como él la ve o, peor aún, como él desea que sea.
Hay locos de locos, locuras de locuras, pero ninguna tan publicitada, loada, tan alabada, como la de nuestro excéntrico de todos los días que tantos Erasmos tiene en diputaciones y casernas.