Opinión Nacional

Elogio a la ignorancia

Mucha agua ha pasado bajo el puente en estos últimos años en Venezuela. Nos hemos convertido en un laboratorio en muchos órdenes, tal vez por la riqueza de las expresiones, situaciones y fenómenos registrados, algunos buenos y otros abominables. Lo cierto del caso es que hemos emprendido y nos ha correspondido al menos intentar aproximarnos como tanto otros venezolanos a los distintos fenómenos en el orden político, económico, cultural, social que requieren indagaciones y explicaciones por parte de las ciencias sociales en su conjunto.

Hoy podemos decir que contamos con un grupo de venezolanos, autores, centros de investigación, institutos, libros, revistas, colecciones, editoriales y demás, que han abordado con seriedad la experiencia de Chávez en el poder, catalogada como “culto al líder”, “populismo autoritario”, “desgobierno”, “experimento bolivariano”, “autocracia populista”, “militarismo”, “neo autoritarismo”, “socialismo del siglo XXI” y algunas cuantas construcciones, expresiones y categorías más, que conforman el caldo de cultivo para el abordaje serio del papel de las instituciones, de los procesos políticos, del liderazgo tradicional y emergente, de los viejos y nuevos partidos, del progreso democrático de algunos países y sistemas y del retroceso e involución de otros.

Resulta cuesta arriba admitir por capricho, por soez o por ignorancia supina, los argumentos fútiles y expresiones díscolas e inconsistentes de cuanto dirigentucho que sumergido en su inopia y escasa visión, no provista de elementos adecuados (estadísticas, informes, baterías de hipótesis, útiles teórico metodológicos) para analizar determinadas realidades, despotricar y cuestionar los estudios, análisis y argumentaciones llevadas a cabo por un grupo calificados de intelectuales, historiadores, juristas, sociólogos, politólogos, economistas, planificadores que coinciden en el deterioro sostenido en términos de institucionalidad, calidad de vida, seguridad, salud, empleo, estado de derecho, educación, salubridad, garantías constitucionales, que registra Venezuela en esta década.

La química o la física no son de derecha o de izquierda, no son azules o rojas, socialistas o capitalistas, son ciencias y naturalmente, quienes opinamos, escribimos y estudiamos fenómenos sociales no estamos al margen de lo que vemos, medimos, registramos, además de poseer naturalmente unos códigos, unas inquietudes y unos valores democráticos, que junto a un “criterio” que no depende de un regimiento, ministerio, cuartel o dependencia alguna, tenemos talla moral y sentido crítico lo cual nos ha permitido cuestionar lo abominable del pasado y del presente venezolano, así como también reconocer los avances del pasado y del presente cuando lo hemos creído.

El Domingo 27 de marzo del 2005 apareció en la página A6 del Diario El Nacional un artículo de mi autoría titulado “El trabajo intelectual” donde hoy rescato uno de sus párrafos “creemos que parte del pensamiento sociológico y politológico contemporáneo, junto con los escritos y posturas de nuestros autores y escritores, tiene una postura ante todo crítica y requisitoria, y que, por tanto, conforma un pensamiento y actitudes que afectan y chocan con muchos intereses y formas de pensar de algunos representantes, burócratas y demás, que ocupan determinadas posiciones de dirección en muchas instituciones de diversa índole. Asumimos con responsabilidad que algunos escritos, declaraciones y posturas de estos autores y a veces de nosotros mismos, se presentan como irritantes e irreverentes. Difícilmente podremos pedirles a quienes asumen posturas justificadoras y genuflexas que comprendan y acepten de entrada nuestras posturas y escritos, que no tienen otro objetivo que ser críticos y comprometidos únicamente con la academia, la argumentación y, en la medida de lo posible, con la objetividad”.

Aportar opinión y enseñar discernir y resistirse a la retórica es un acto de solidaridad pública o, mejor dicho, una suerte de apostolado que la mayoría de las veces no tiene buena tribuna y réditos materiales, pues hay que sustituir el eslogan por el análisis, la alabanza por la crítica, la argumentación requisitoria por el facilismo cómodo de sofá. Nunca hemos dudado de que el trabajo académico e intelectual requiere transparencia, sensatez, algo de pasión, nunca fanatismo e ignorancia y una dosis elevada de crítica.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes

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