Elecciones: ¿participar o no?
1. El debate
El hecho de que (%=Link(«http://analitica.com/bitblioteca/hchavez/»,»Hugo Chávez»)%) y su grupo haya atropellado el Estado de Derecho, se haya adueñado de todas las instancias del poder y dejado al país sin árbitros imparciales a los que la sociedad pueda acudir en caso de querellas con el Estado o con el Gobierno, ha llevado a destacados intelectuales y a algunos políticos (también destacados) de la disidencia a preguntarse si tiene algún sentido participar con candidatos propios, e incluso votar, en las elecciones que se avecinan. La respuesta que dan puede resumirse en los siguientes términos: en el marco actual, la participación en esos comicios no sirve sino para legitimar un proceso que sólo pretende revestir de legalidad el régimen autocrático y totalitario que intentan imponer Chávez y sus partidarios. Con el cuadro imperante sólo cabe denunciar el ventajismo y el autoritarismo, abstenerse y mantener una oposición sin concesiones de ninguna naturaleza. Este planteamiento es interesante y, en apariencia, de una lógica impecable, pero . . .
2. No estamos (todavía) en una dictadura
Las inclinaciones autoritarias del modelo chavista son inocultables y se expresan de las más variadas formas. Además del desprecio que siente por las normas e instituciones democráticas, Chávez desestima a los partidos, incluidos en primer lugar los que lo respaldan, cuando bien se sabe que las organizaciones políticas constituyen el instrumento más racional para llevar adelante transformaciones profundas y permanentes en las relaciones de poder y en la organización del Estado. Los partidos, entendidos en su acepción clásica, conforman espacios para ejercer liderazgos colectivos, definir proyectos, alcanzar metas comunes y dirimir las diferencias entre opciones distintas de forma racional. Para él, lo más importante es el liderazgo personal basado en un sólido apoyo de las Fuerzas Armadas y en el respaldo de las masas populares empobrecidas.
Sin embargo, no puede decirse que Hugo Chávez sea equivalente al (%=Link(«/bitblioteca/pinochet/»,»Pinochet»)%) de la década de los 70, a Somoza o a Fidel Castro. En Chile, Nicaragua y Cuba existían (y existen) verdaderas tiranías que aplastaban (y aplastan) cualquier intento de oposición o disidencia. En el caso de la Venezuela actual, la situación es otra. Ciertamente estamos en presencia de un líder y un grupo que secuestraron al Estado. Pero lo hicieron con el beneplácito de la mayoría de la población que en repetidas oportunidades ha votado por el Presidente. Lamentablemente, de ese sector nos desconectamos quienes tenemos una visión distinta de los cambios que deben producirse en Venezuela, al tiempo que creemos en la democracia, el Estado de Derecho, el respeto a las minorías y la libertad.
Hay que admitir que la demolición del ancien régime, Hugo Chávez la llevó a cabo sin disparar, digo después del (%=Link(«/bitblioteca/venezuela/4f.asp»,»4-F»)%), ni un solo tiro. Ahora nos toca a quienes representamos una alternativa democrática a su proyecto, disputarle ese electorado que lo sigue apoyando y que continúa viéndolo como una posibilidad de cambio y redención, en el mismo terreno en el que él derrotó al viejo estamento político. Los vencederos siempre imponen condiciones. Las establecidas por Chávez son muy adversas, pero hay que combatir en el mismo terreno electoral donde él ha demostrado ser exitoso.
3. El escenario electoral también representa oportunidades
El error fundamental de quienes rechazan la posibilidad de intervenir en las elecciones de mayo reside en que ven en ellas sólo amenazas, sin observar las oportunidades. Esos comicios significan la posibilidad de llegarle a esa inmensa cantidad de venezolanos que todavía siguen cautivados por el discurso de Chávez. A esa población que aún después del inmenso fracaso de su primer año de gobierno, mantiene intactas sus expectativas sobre las bondades del proyecto chavista. Sería una manifestación de desprecio con esos electores, el marginarse de una convocatoria en la que se fijará el curso del país para los próximos 6 años, y que busca concluir un proceso que ellos mismos han respaldado con su presencia en las urnas de votación. Ese electorado no entendería las razones para que la disidencia se niegue a estar presente en el momento culminante de un proceso que, si bien no ha sido todo lo democrático que muchos querríamos, ha contado con la asistencia del pueblo en los centros de votación.
¿Cómo autocalifarse demócratas auténticos si se rechaza acudir a los comicios que cierran un ciclo que ha sido ampliamente apoyado por la gente? A las elecciones no se va sólo cuando se tiene la certeza de triunfar. Se acude para tratar de reflejar en los órganos del Estado la correlación de fuerzas existente. En este momento esa correlación favorece ampliamente a Hugo Chávez. Sin embargo, las elecciones constituyen una oportunidad excepcional de entrar en contacto con esa enorme franja de electores que han sido golpeados por las nefastas políticas económicas y sociales del Presidente, que sienten temor por las amenazas que existen contra la libertad, y que están esperando que aparezcan voces y rostros disidentes, que propongan una alternativa de cambio que, probablemente no triunfe en todo el país, pero que abra un camino distinto al que ha transitado hasta ahora el chavismo.
Este no es un país monocolor. Aquí existe descontento frente a Chávez. Desde el 6 de diciembre del 1998, entre 30 y 40 por ciento de los electores han votado de forma consistente en contra de lo que él representa y ejecuta. Ese segmento de la población tiene que estar representado en el Estado. Las elecciones son una oportunidad de establecer la simetría entre el país no chavista y la configuración del Estado que emerja después de las megaelecciones. La adversidad de la oposición en todos los terrenos hay que asumirla como un reto, no como una excusa para ausentarse.
4. ¿Cómo participar?
Antes decía que el régimen de Chávez no es igual al de Pinochet, Somoza y Castro. Pero, tampoco es igual a la democracia norteamericana, francesa o inglesa. Ni siquiera es idéntica a la puntofijista. En los odiados primeros 40 años de democracia venezolana, nunca hubo un Consejo Nacional Electoral integrado exclusivamente por militantes o simpatizantes del partido de gobierno. Tampoco hubo un Fiscal que hasta el día de su nombramiento era el abogado del Presidente de la República; ni una Corte Suprema de Justicia nombrada unilateralmente por el Primer Mandatario. Nunca durante el puntofijismo se vieron los abusos y ventajismos que hemos presenciado desde que Hugo Chávez está en Miraflores, ni los atropellos y amenazas contra la oposición que se han padecido. Así es que si bien no estamos en Cuba, tampoco estamos en Suiza.
Esta circunstancia muy particular obliga a la disidencia a evitar la ingenuidad. Lo primero que la oposición debe plantear es una clara denuncia del cuadro legal existente. Como bien se sabe, después del último diciembre, en el país desaparecieron los árbitros neutros. Toda la estructura del Estado se alineó a favor del proyecto chavista. Esta circunstancia obliga a señalar públicamente las veces que sea necesario, que se está participando en un proceso donde no hay igualdad de condiciones entre los aspirantes. Donde prevalece el autoritarismo y el ventajismo oficial como nunca antes.
Otro aspecto importante de la particpación es someter a prueba a los organismos y funcionarios encargados de velar por el equilibrio de la participación electoral. El Presidente Chávez se ha acostumbrado a realizar largas cadenas de radio y televisión para promover sus ideas y sus candidatos. En las elecciones próximas formalmente no se trata de reelegir al presidente Hugo Chávez, sino de elegirlo por primera vez, pues a él se le escogió de acuerdo con la Carta del 61, mientras que ahora se va a poner en vigencia la Constitución Bolivariana. En consecuencia, él tendría que desprenderse del cargo de Presidente si quiere competir en las elecciones. Ahora bien, si por alguna caprichosa razón no tuviera que separarse de su cargo, el CNE y la Fiscalía están obligadas a velar por el correcto cumplimiento de las normas que establecen la equidad entre los participantes en el proceso electoral.
¿Suena muy ingenuo pensar que puede haber equilibrio entre los candidatos del oficialismo y los de la oposición en las emisoras y canales del Estado? Puede ser. Sin embargo, no tenemos más remedio que poner a prueba a los encargados de velar porque las normas se cumplan. La oposición tendrá que exigir con firmeza que las reglas se respeten, y si ello no ocurre denunciarlo con igual valor.
La oposición tendrá que participar denunciando el desastre que ha significado el primer año de gobierno de Chávez. Cómo se ha empobrecido aún más un país que ya era pobre. Cómo se ha multiplicado la corrupción administrativa, especialmente por la falta de supervisión y controles. Cómo se han violado los derechos humanos en las cárceles y en el Estado Vargas. Cómo ha crecido la inseguridad personal. Y frente a esto, habrá que proponer las soluciones que permitan que el país se fortalezca en el plano institucional, supere la miseria y avance hacia prosperidad, en medio de un clima de equidad y justicia social.
Tenemos que asumir la participación en las elecciones como un reto para entrar en contacto con esa parte del país que sólo está oyendo las voces de un líder y un grupo que está hundiendo al país en la organización del Estado y cada vez más en la miseria y el atraso.