Elecciones: Ficciones y realidades
Para entendernos mejor, permítame, lector, una fábula, que pudo ser historia o es una historia que devino en aleccionadora alegoría, tal como nos fue contada por el ilustre matemático José Gallego Díaz, quien en aventuras y desventuras de riesgos repletas en exilios y evasiones al franquismo cayó por este Continente, con otros maestros, Rey Pastor entre ellos. En una de sus magistrales clases, estadística es el caso, así habló, en Madrid, dijo, en alguna esquina gritaba un vendedor de pastelillos, pastelillos, pastelillos, cincuenta por ciento de codorniz cincuenta por ciento de caballo. Un ponderado juez escuchó la promoción y de inmediato ordenó se hiciese una formal acusación por estafa. Llevado el vendedor al tribunal y ante las acusaciones tan contundentes, habló al juez. No miento, señor, a nadie engaño. Mire usted, yo mato un caballo y una codorniz, mezclo esas unidades y como ve, 50% de codorniz y 50% de caballo. Pues bien, con menos lucidez que el vendedor, nuestro señor presidente y números en mano, dice: ganamos 17 de las gobernaciones y barrimos en las alcaldías. ¿Qué mas? La oposición, obviamente, sufriría una aplastante derrota, claro, de haber tenido esas 17 gobernaciones, alcaldías. Un ser cuerdo y honrado, el rector Díaz del CNE, dijo: ganó la democracia, ganamos todos por al elevada participación, felicitó al PSUV por reconocer sus derrotas allí donde las hubo y precisó que la oposición creció en el 300% y es verdad, tenía dos gobernaciones, ahora cinco y con la Alcaldía Mayor de Caracas, seis.
Otras visiones, lecturas, dicen bajo influencias de la poderosa lingüística al afrancesado modo, intentan descifrar la verdad. Sea este un intento. Cabe a Teodoro Petkoff tal vez el más denso análisis del hecho político de estas elecciones, por donde se debía comenzar. Es, pues, éste un hecho político, y es la política el espacio humano donde mas se detecta su miseria y su grandeza. Como ejercicio de la miseria humana la manipulación es una de sus más acabadas expresiones, pues tiene como su primer y mas vil propósito controlar la voluntad del receptor, obnubilar su conciencia, para decirlo directamente. Y para ello y en ello no hay escrúpulo, porque, desde luego, no caben los escrúpulos, vale decir no hay espacio para la ética ni para la razón critica. El mensaje, en su totalidad se convierte en el instrumento por excelencia para la formalización del proceso de manipulación. A manera de ejemplo, todo el trabajo del canal del gobierno se orienta a destacar que Venezuela es roja rojita, mientras desde la oposición mediática (como es rutinario decir del gobierno) hay un marcado intento de probar la derrota de Chávez y el cuidado de ocultar las derrotas y errores de la oposición. Y así sería, pues al distribuir territorialmente y cuantitativamente los éxitos del chavismo hasta los ciegos ven el rojo, solo que el mapa humano, geopolítico, económico del país no es exactamente ese, es otro diverso, tal como ha sido desde siempre.
Probablemente surge aquí uno de los problemas para ser analizados. El chavismo mantiene su mayor fuerza, a ratos inmensa, en la cultura rural, parroquiana, mientras que en las áreas urbanas y en aquellos centros de más desarrollado de la clase obrera, decrece, cuando no pierde. Gana en los estados y alcaldías donde fuera del estado no hay alternativas de trabajo. Trujillo es dolorosamente ejemplo. Afirmación que también tiene sus límites por la heterogeneidad de este proceso, que demanda para cada región, para cada aldea, para cada alcaldía, estudios específicos, a fin de poder, finalmente, hacer las inferencias de mayor validez científica y también moral. El chavismo mantiene sus fuerzas en las zonas donde el debate político ocupa menos espacio. Donde no circula una idea. La afirmación opuesta es válida, la oposición gana o se mantiene allí en las zonas urbanas, más cercanas al cuestionamiento político. Y donde las necesidades tienen expresiones más diversas y más complejas. Esta afirmación tiene muy importes limitaciones, como por ejemplo, el estado Lara, la alcaldía de Valencia, entre otras, en donde se ha de afinar mejor el bisturí. Parte de estas limitaciones surgen de la cualidad humana de los candidatos, de los problemas viscerales de otros, en donde se incluye el afán irracional de poder, la avaricia y la ignorancia, probablemente el parroquianismo, según la definición de Ortega y Gasset. Ver el mundo desde el ombligo y creer que el su ombligo es el centro del mundo.
Y es este otro punto clave que debe revisarse y de manera especial en la oposición, término muy flexible que se reduce, en lo fundamental a la oposición a Chávez, y en casos de mayor gravedad, al quítate tu para ponerme yo. No hay duda que, para el caso del Zulia, donde se abre paso el oficialismo en las regiones estructurales de mayor significación del Estado, parte de la derrota de la Oposición y del NT de manera particular, se encuentra en la debilidad de los candidatos, en sus viscerales apetencias, en los acuerdos burocráticos y no programáticos. El caso de Carabobo es francamente deplorable. La voracidad del Proyecto Venezuela y no el liderazgo del chavismo, con un candidato cuya presencia reclama un riguroso análisis, que incluye los procesos de la patología social, condujo a la derrota en las fundamentales alcaldías. Este señor Salas Römer, pasó por el Zulia y vino a echarle Heces al discurso y a la acción política y encontró un socio idóneo para la proctosofía, S. Bijani. Ojalá en Carabobo no se complete la acción que Layo dejó inconclusa, deshacerse de su hijo, y, ojalá que Edipo se zafe de su destino sin editar la tragedia de Sófocles, matando a Layo, es un decir, a su padre, pero, la racionalidad le impone un crucial distanciamiento que reafirme más que su liderazgo, su independencia. Se salvaría del Oráculo, superaría al propio Sófocles.
Hemos afirmado que el presidente Chávez, sin duda es perdedor, si por perder se entiende que se nos va algo que poseemos (decimos que perdemos a quien se nos muere, en las apuestas, en el amor, territorio, prestigio, poder…) y una de las pérdidas de Chávez ha de verse en la creciente disminución del voto que él llama del pueblo, manipulación de su uso para oponerlo al no pueblo, explotadores, ricos, y demás bichos de esos. Perder espacios vitales cuya nueva realidad reclama una nueva forma del ejercicio político. Pero su mayor pérdida no está allí, y aquí si cabe usar la expresión pírrica, porque su triunfo es políticamente pírrico, puesto que su ejército con todo el poder en sus manos y un enemigo “escuálido”, él, Pirro de Sabaneta, a la cabeza, podría bien exclamar, “con una victoria más como ésta, pierdo la guerra”. Ciertamente. Se ha iniciado la pérdida acelerada de lo que él llama pueblo. Su mesianismo empieza a corroerse y a horadarse. Si fuese cierto que Venezuela tiene casi cinco millones de ricos, seríamos el país con menos desequilibrios del mundo en cuanto a la distribución de la riqueza se refiere. La derrota es una batalla perdida, pero, el presidente no ha perdido la guerra. Tiene dos opciones, una, la rectificación que tenga como fin la modernización del país, lo que incluye obras de infraestructura muchas y buenas, salud, seguridad, pero más todavía, el desarrollo del aparato productivo y la apertura de un diálogo para la superación de la crisis, que, inevitablemente será mayor cada vez, dada la inmensa dependencia alimentaria, médica, tecnológica, científica, la dependencia del mercado petrolero internacional, la necesaria tolerancia para la cohabitación nacional e internacional. La otra, es la reafirmación del autoritarismo, sin excluir, el golpe constitucional-militar. Esta tendencia tiene su mayor limite en la consciencia democrática de la ciudadanía, en las relaciones internacionales y, desde luego, en la crisis económica que quiérase o no, hace decrecer los poderes del señor presidente.
Por su parte, los factores de la oposición que han adquirido o refirmado espacios de poder tienen un único camino. La reafirmación de la democracia real, la coparticipación, el diálogo, el consenso para abordar y resolver los grandes problemas que le son comunes a toda la sociedad. Y no puede esconderse que la oposición tuvo un gran revés. La pérdida de alcaldías en el Zulia, alcaldías de elevada significación cultural, histórica, política, social, económica alcanza proporciones dantescas. El infierno y el purgatorio se aproximan y el paraíso se aleja. Si como se infiere del discurso de Jorge Rodríguez en la proclamación de la alcaldía Libertador, Caracas, la tendencia desde su alcaldía es el pasar por encima de la alcaldía mayor, desconocer el trabajo medianamente racional con las otras alcaldías metropolitanas y de gobernar con el pueblo y con el presidente Chávez, el comandante. Si esta es la tónica, la gobernabilidad en los estados Táchira, Zulia, Carabobo, Miranda, Nueva Esparta, la alcaldía de Mayor y todas las pocas alcaldías, en manos de los factores no chavistas, la gobernabilidad, la tolerancia, el talante político desaparece y se reafirma la centralización y la subordinación idolátrica al césar. La violencia del estado se multiplica.
Y ya advertimos, la única manera de derrotar es esta macabra tendencia es la profundización de la democracia, su ejercicio cualitativo, el desarrollo de un proyecto región enmarcado en proyecto de país, la participación popular, intelectual, cultural, religiosa, gremial, sindical, etc., lejos, muy lejos de las cuotas de poder al estilo del puntofijismo, el amiguismo y otras graves mañas a las cuales recurre la perversión política, justamente por carecer de fundamentación científica y orientación ética. En el caso del Zulia, quienes acompañen al gobernador han de ser verdaderos líderes, por su idoneidad, su honradez, prestigio y honra en sus desempeños profesionales y políticos y en su ética debidamente probada, su capacidad de convocatoria amplia y jamás oportunistas, rumiantes del poder y cultores de la traición. No pase el gobernador lo que sabiamente sentenció Burgos Finol a un amigo, se queda usted con los enemigos de siempre pero sin sus amigos de antes.