Elección: Entre las morochas, el financiamiento y la polarización
Aparte de otros vicios que en este momento no vamos a mencionar, tres perversidades lesionan la idoneidad de nuestro sistema electoral y vulneran el esquema democrático.
No referiremos, en primer lugar a eso que llaman «las morochas» engendro electorero inventado en las orillas del Yuribí por las huestes calderistas de Yaracuy y que fuese asimilado por los neo fascistas con la prontitud de quien roba a otro ladrón para acabar con la oposición, que se chacumbeleó, en las últimas elecciones para diputados a la asamblea. Eso era de esperarse dado el ventajismo que impera a los procesos electorales venezolanos.
Ahora de manera insólita un sector de la oposición, integrado por Un Nuevo Tiempo, Primero Justicia, Copey y Acción Democrática, promueve morochas para impedir la representación proporcional que pueda corresponderle en los cargos de naturaleza legislativa a otros sectores de la oposición a los cuales se les llamo insistentemente para que se integrara un frente contra el continuismo. Con este nefasto ardid queda excluido un amplio sector de la población que representa un 30% de la votación que lucha por reencontrarse con la democracia.
Rechazamos las morochas del oficialismo tanto como las de ese sector opositor, que entre gallos y media noche fraguo el uso de ese método perverso que viola el principio de representación proporcional de las minorías. Que no es otra cosa que la distorsión que acaba con la pluralidad y la diversidad, que son los soportes fundamentales de la democracia. UNIDOS PARA VENEZUELA (ALIANZA MAS DE LO MISMO) vs UNIDOS POR VENEZUELA (CHAVISMO) fueron y son una burla electoral que no debemos volver a permitir.
El otro asunto que está triturando la democracia en el país es la desigualdad de recursos con que cuentan todos los sectores distintos al PSUV, MPJ y UNTCT en grado superlativo y COPEI, AD en menor grado pero siempre ostentosos. De una u otra manera los sectores políticos señalados cuentan con ingentes recursos para sus campañas publicitarias, movilización de activistas, honorarios profesionales para funcionarios y soborno de activistas y militantes de otras toldas políticas.
Mientras no se establezca una férrea legislación que impida el uso de dineros provenientes de gobernaciones, alcaldías y otras fuentes ilícitas de financiamiento para quienes desvían recursos presupuestarios para actividades de proselitismo político, y/o reciban dineros del exterior para esos fines, perdurara una desigualdad tipo apartheid entre grupos políticos ricos y grupos políticos sin recursos que lesiona la integridad de la filosofía democrática. La política, en un esquema democrático, debe ser igualitariamente financiada con la proporcionalidad que imponga una ley justa sobre financiamiento de partidos políticos por parte del Estado.
De la reprochable desigualdad de acceso a recursos para el trabajo electoral se desprende una polarización que un principio es virtual pero que a fuerza de la atibórrate repetición que da la capacidad financiera se convierte en la mente de los electores en una verdad axiomática. Ejemplo de ello fue la calificación de candidatos de unidad de algunos candidatos sin que ellos carecieran en realidad de los apoyos que se ostentaban como existentes.
Partidos sin recursos, olvidados por los medios con interés político-económico y carente de una equilibrada posición democrática, tienen que defenderse con base en el activismo directo, cara a cara, para poder competir. Los partidos millonarios van por una cómoda autopista y los partidos pobres van por una carretera llena de baches y charcos que dificultan en grado sumo el mantenerse presentes ante los electores; por claro, interesante y novedoso que sea el bagaje ideológico y programático que pregonan.