El último semáforo
Hemos estado insistiendo, desde hace ya más de seis largos meses, en la imperiosa necesidad de estremecer al País y salirle al paso, vigorosamente, a la agenda destructiva que con tanta astucia y ante la impávida sorpresa de la mayoría de los venezolanos, viene manejando el Jefe Supremo del Estado Nacional, el Dictador. Agenda destructiva, pero coherente y encaminada al logro de un propósito manifiesto. Todo lo que Chávez y los suyos proponen, tiene una ilación y confluye hacia una meta por consolidar: el fin de la historia, la imposición, para siempre, de un régimen socialista de verdad. Del socialismo de Stalin; del socialismo de Fidel. Porque los que se inspiran en un idílico socialismo democrático, simplemente son adoradores necios de una irremisible utopía. En España, en Chile, donde gobiernan Partidos que se dicen Socialistas, no hay Socialismo. Y no lo hay, precisamente, porque hay democracia. O una cosa, o la otra. El Socialismo niega a la Democracia. Pero vamos al grano con nuestra propuesta:
Debemos estremecer al País. Y lo tenemos que hacer ya. Cambiar radicalmente el sentido del proceso político actual. No seguir esperando los nuevos llamados de quien estruja, mediante engaño, a la democracia, para que en su nombre se impongan las condiciones de su desaparición forzosa. Debemos estremecer al País. Ir de una decadente y fracasada revolución socialista, a una agresiva alteración de nuestra realidad social y económica, mediante la promoción de la Revolución Democrática. Incorporar el sentimiento popular, la opinión de las grandes mayorías, a una cruzada sin traspiés, a un salto abismal hacia el futuro, colocando a Venezuela, como debe ser, en el Primer Mundo.
Bajo el esquema de que los pobres también tienen derecho a ser ricos y, por lo menos, a intentarlo, debemos impedir que nuestros humildes compatriotas, se conformen, como está ocurriendo, con ser cada vez más pobres, como les ocurrió a los engañados soviéticos durante setenta años de comunismo leninista y como les está ocurriendo a los cubanos, en estos últimos cincuenta años del perverso mar de la felicidad de los hermanos Castro. Asegurarles que sus esfuerzos para lograr el cambio en su nivel
socio-económico actual, estará garantizado por una política de seguridad nacional, implacable contra la delincuencia y el malandraje desatados; demostrarles que en la Democracia socialmente activa, su problema de vivienda será prontamente resuelto, porque la Sociedad toda así lo requiere, para hacer al hombre y a la familia cada vez más estable y así hacerlo más productivo, más incluido, más protagonista del acontecer nacional; facilitarle su incorporación a una Educación sin sesgos ideológicos, sin manipulaciones traicioneras, en la idea de que lo que necesitamos cada vez es adquirir mayor suma de conocimientos y aprender, aprender y aprender, todos los días, algo nuevo, para ser cada vez mejores; que el Estado y la Sociedad democráticas, tienen la obligación, el compromiso, el reto y el deseo de procurar una salud universal para todos los venezolanos, porque buena parte del éxito nacional depende de una colectividad sin riesgos de enfermedades ni malestares. La democracia necesita que el pobre deje de ser pobre y que más bien sea, de verdad, un factor decisivo en el proceso de enriquecimiento del País. Empleo pleno, economía abierta, destino seguro, sin negativas divisiones inservibles en el orden político, sin sumisiones ni abandono de los derechos inherentes a la condición humana, con libertades sin límites, en todos los campos de la acción pública, la Revolución Democrática debe fundamentarse en el venezolano para prosperar y extraer para siempre de nuestra historia cualquier pretensión totalitaria, ni socialista, ni fascista, ni militarista, ni populista.
Debemos estremecer al País denunciando las falacias del régimen actual y exhibiendo los enormes fracasos del socialismo mundial. Señalando el camino de la democracia nueva, de la democracia socialmente activa y de la democracia del primer mundo para Venezuela. Y tenemos que hacerlo de manera que todo el País, nos oiga, nos vea, nos entienda, por lo cual no podemos limitarnos a una convencional rueda de prensa, comunicada por los medios amigos, habida cuenta del peso oprobioso del control comunicacional del Régimen. Un día, todos los que somos demócratas, los que creemos en la democracia, los que adversamos el totalitarismo, un mismo día, en todos los rincones del País, debemos iniciar la promoción de nuestra propuesta. Con los mejores hombres de cada Estado, de cada Ciudad, de cada Aldea, de cada Comunidad en toda la inmensa extensión geográfica de Venezuela. Y demostrar como es que la fuerza de la verdad puede más que el más agresivo de los cañones de los que habla el Régimen del Dictador, del Déspota, del amenazante tirano de la falsa ideología marxista.
Y debemos hacerlo ya, porque conociendo como creemos conocer el método de imposición de los sectarios, de los absolutistas, del Referendo de
Febrero a la convocatoria de un instrumento de sustitución de la actual Carta Magna, para pasar a la confabulación legal de un orden socialista, que entierre, definitivamente, la democracia, su esencia, su espíritu y sus instituciones, no hay sino un solo paso. La composición actual de la estructura de los Poderes Públicos, el legislativo, el judicial, el electoral, el llamado poder ciudadano, todos, en su conjunto, no son más que apéndices de ciega obediencia al Poder de los Poderes, al Jefe Supremo del Poder Nacional. Y con darles, de un plumazo, carácter constituyente originario, a las supuestas instituciones competentes, en pocos días tendríamos un enjundioso panfleto legal para iniciar en Venezuela, definitivamente, lo que Fidel inició en La Habana, el Primero de Enero de 1959, hace exactamente cincuenta años, hundiendo a Cuba en ese lamentable cementerio de silencio, de carencia, de atraso y de inmoralidad en el que se consume, hora a hora, diariamente, un pueblo que otrora fuera faro de libertad y centro prioritario de la inteligencia continental. Por eso concluimos: cuidado si estamos llegando al último semáforo de la libertad, a la última luz verde de la democracia. Seguir en el filo de la navaja no sólo es peligroso; ya es, sencillamente, irresponsable. Es la hora de enfrentar a la nefasta revolución socialista, con la fuerza y la entereza de la Revolución Democrática, para iniciar nuestra última marcha hacia el Primer Mundo y abrirles a los venezolanos el camino del futuro.