El trascendental oficio del creador
Como Dios nada tenia qué hacer dispuso hacer el mundo de la nada y así se hizo y lo hizo en siete días, según sea verdadera la palabra del Génesis. Para los griegos, en grado esencial, la creación surgió de todo cuanto había, espacios vacios, huecos para habitar la muerte y tantas cosas más en el proceso, así de ese modo ha de llamarse a ese gran caos, que era antes del ser, ciertamente nunca mas antes visto ni que verán jamás ojos algunos, con pasiones eróticas, orgiásticas, hasta promiscuidades hubo, y así se hizo, tal mejor bien lo narra Hesíodo, y así está dicho. Cerca por estas tierras, el Popol Vuh da una visión tan bella que casi todo existía para hacer posible que naciera el Hombre. De todo esto sabemos o creemos, para efectos míos es la verdad en este instante, que así se hizo el mundo y que quedan decenas de cuentos que nos cantan distintos, arbitrarios, para explicarnos cómo fue el proceso. Siempre quise indagar que pasó antes, si Dios, cualquiera de ellos según quienes lo asuman, si tenían algo qué hacer, si cuánto tiempo estuvo cada uno de ellos en tomar la decisión y más y más saber, pues sabía que cuanto entraba en juego delicado era. Pero el Dios que ha marcado mi vida, por razones que no quise ni deseo explicarme, antes del primer día, nada tenía qué hacer, nada sabía tampoco cómo lo iba a hacer ni se interrogó con las obligadas expresiones de los planificadores, cómo, con qué, cuándo, para qué, con quienes, presupuesto, etc.… De lo que sí doy fe, fue que antes del primer día jugaba con su ombligo y a pesar de su grandeza, un poco mayor que el infinito, vio que estaba vacio y vio más, el Señor, a cada acto suyo observó que era bueno, porque cuanto hacía de cuanto nada era, ya era bueno; pero que nadie sabía que bueno era y fue causa primera este primer impulso, que lo bueno sea por otros juzgado y así de esa manera, pensado en ello, creó al hombre y de él a la mujer, y dio parte de Él para animarlos a hacer cosas de la nada, por nada, solo para saber que eran buenas y bellas. Antes desde la eternidad jugaba consigo para vaciar de tedio la soledad haciendo la nada y para salir de ese aburrimiento decidió, entonces, hacer lo que hizo en pleno desorden, en los siete días que bien sabemos, y al octavo, Dios se tomó un vino y creo la música, que ya preexistía como armonía desde antes en la Nada. Y así fue y así será.
Creado por Dios o creador de los dioses el hombre tiene una única manera de parecerse a Dios, de ser como Dios es y, sin exageraciones, superarlo. La creación de arte. En eso, todos los lenguajes que dan vida al planeta son elocuentes, el oficio de Dios, sin oficio, y el oficio de los artistas, con duro oficio, se establece para cuanto hacen ellos el verbo crear, crear, y así se dice de cada obra cuya originalidad, belleza, sentido, se monte sobre todos los tiempos sin importar, una vez hecha arte, quien la hizo y sin detenerse a saber quien la contemplará, la verá, la vivirá, solo que vivirá si ocurre eso. No se cómo ha de llamarse lo que con arte, si asumimos en sentido romano que la palabra tiene, bueno hacen los científicos, descubrimientos, parece ser perfecto aun cuando huela tal vez a una injusticia. Pero, es descubrimiento, desciframiento quizá sería mejor decir, que luego se formalizan en teorías, leyes, teoremas, categorías, y, en general, eso que llaman, “las leyes de la naturaleza” que no hacen otra cosa que “interpretar”, formalizar lo que natura, el universo es, tal vez mejor decir de qué es, cómo funciona. Nos dicen esas leyes, cómo funciona la naturaleza, pero también se puede predecir, con cierto grado de verdad que no se alcanza en su completitud, su destino, que no está lejos del mortal destino, tarde o temprano se extinguirán, se apagarán, entrarán a un agujero negro. Llámense así por analogía de las leyes que regulan la conducta humana desde los tiempos cuando los romanos crearon los códigos desde el poder, vigentes en lo esencial algunos de ellos para que el ciudadano y los esclavos cohabitaran, el ciudadano y el estado coexistieran. Pero, a diferencia de las leyes impuestas por el poder al hombre, las de la ciencia no son leyes para que así funcione la naturaleza, sino descubrimientos del cómo funciona y a eso, por no se qué razones, llamaron leyes. Y verdad fue así durante mucho tiempo, hasta que de nuevo el desorden, el caos, el azar aparecieron y, entonces, hay que buscar nuevas formas para aprehender y poder enseñar como funciona el caos, el azar, con sus propias leyes, donde cabe lo simple, lo complejo y mas y mas caben y si bien nos metemos en ellas, sabemos cada vez mas y cada vez mejor qué somos, acercarnos al origen y saber cómo fue, y mas importante – la palabra importante es clave para poder comprender mejor el destino – saber que pudiéramos nacer de un gran Big Bang y que el final, mas allá de la muerte, espera para esconderse en los agujeros de misterios. Ah! Pero la ciencia aun no podrá alcanzar saber qué somos. Toca a ella el decirnos cómo somos, toca al arte el qué somos. Pero como somos cada quien que es y en cada espacio y tiempo es, toca al arte conservar, preservar y hacer crecer lo que cada quien es en cada lugar de esos y hacer de ese lugar un distinto lugar para cada otro espacio, todo el tiempo.
En estos días dos amigos cercanos se marcharon. Se acabó el carnal tiempo. En eso se diferencia a los creadores humanos de los dioses, no de todos, pero de casi todos. Los dioses para no morirse no son de carne y hueso y cuando son, como Hesíodo comprueba, se engañan, se asesina, se celan, se adulteran, se aman en ese mundo vivo y muerto, como que es mundo idéntico al mundo que es el nuestro. Pero un Dios de verdad, serio, inmutable, omnisapiente, omnipresente, no tiene carne y huesos de esos que componen nuestros cuerpos, de desigual manera cierto es. Vale incluso para el Señor Jesucristo, su resurrección es la vuelta a ser Dios, pasadas las duras penas de ser hombre concreto, y volvió a ser quien antes era, inmortal, incorpóreo, a ser sencillamente el que fue y que es y es ser indefinible. Y otra vez el hombre que crea, que hace del arte fuente esencial de la vida y su consciencia, sabe que crea pero no puede definir lo que crea, el arte es sencillamente arte y su ser como es permite verlo, sentirlo, serse en él, pero no será posible saber qué es el arte. El arte es y como Dios es. Eduardo Rahn y Otilio Galindez crearon y como Dios sencillamente vieron que era bueno, que era bello cuanto hicieron. Eduardo no escribió un poema, no compuso una sinfonía ni hizo canciones, pero hizo mas que todo eso, hizo que la música se hiciese en cada ser, viviese según él descubría su ser y el ser de la música, cada vez todas las veces que batuta en mano se llevaba la orquesta al encuentro del hombre, de su esencia en el descubrimiento de la música, inerte inerme en cada partitura. Que viva en cada ser que vivía el tiempo bueno y bello de escucharse a si mismo, uno mismo, en la hondura mas profunda, donde uno está solo consigo, escuchando la música que sublime brotaba de la orquesta bajo las manos y gestos del maestro Eduardo. Los muertos que viven de la burocracia no pudieron oírse oyendo a Eduardo. No pueden oír, solo rumian su imbecilidad para engordarla. Un infinito sabio y buen músico, hizo la distinción entre un creador genial y un imbécil de apariencias sabio. La imbecilidad carece de límites. Violín tocaba Einstein y amigo era para beber música con Casal, Rubinstein y tocar buenos vinos. Eduardo deja una historia inmensa en esta su ciudad a quien dio todo, la plenitud de su existencia. Ciudad a la que trajo el mundo que no muere, pero que se esfuma al término de cada concierto y que para vivir reclama la existencia de buenas, maravillosas orquestas, sea ese el caso. Eduardo está sembrado en el universo, tal la memoria escrita de la crítica. Eduardo no cabe en la memoria de los miserables, a decir verdad carecen de memoria, sólo envidia tienen por aquella. El arte no cabe en los espacios donde habita el mal y sale a perseguir a la belleza.
Otilio, un día, tanto tiempo hace eso, venido al Zulia invitado por Eliezer Meleán, un gigante soñador ahora en Valencia, hicimos lo que teníamos que hacer. Beber música y tocar muchos vinos. Que pusiera música, me dijo, a uno de sus poemas. Era el tercer día y andábamos en tiempos de resurrección, recuerdo como ahora, en la casa de Eliezer, tus poemas son música, viene con ellos viven de ella, es tu palabra música, música hecha palabra. Así hablé. Naturalmente no eran reflexiones de un esteta, solo que eran las palabas de mi cuatro, mi guitarra que juntos disfrutamos el encuentro con vinos, sueños, canciones y poemas. Otilio creció tanto que toda Venezuela extendió sus espacios a sus poemas canto. Metáforas transparentes como hiladas por las manos de Dios, directamente. Luis Zea descubrió la infinitud del mundo llevando a la guitarra Flor de Mayo, mi amigo Francisco, que ahora vive muy lejos, descubrió su importancia cantando Caramba y la soledad grande del ser bueno se vive en la interrogante, qué tiene la muchacha que pila y pila y fue mas lejos, descubrió la inmanencia que alcanzar los cielos se propone el ladrido silencioso de sueños en los perros.
Me dijeron que Otilio se fue, que estaba como Eduardo solos. Mentira, maldita sea esa verdad de carne y hueso que mentira es, porque ambos viven en el único espacio que le queda a la vida: el arte, la poesía, la música, los sueños, allí están cada uno a su modo, eternos. Me alegra por ellos que los gobiernos y las oposiciones levantaran sus hombros colmados de desprecio, en el mejor de los casos, preguntaron, y ¿quienes eran ellos?