Opinión Nacional

El tránsito de sí mismo mismo

El oficialismo intenta adjetivarse, como si bastara para una definición que propios y extraños demandan aún antes que el poder anegara sus espacios: lo alcanzaron con una facilidad y una rapidez sorprendentes, forzados al aprendizaje y a la maduración en su ejercicio. Sumemos otra particularidad, ya que –contrario a la experiencia histórica- dice hacer una revolución que no cuenta con un proyecto precisamente revolucionario, generándole una asombrosa e inadvertida ventaja.

Extremadas las emociones, quedó relevado de la articulación y planteamiento de un conjunto de razones que fuesen más allá del culto a la personalidad presidencial. Curiosamente, el proceso revolucionario y, por tanto, ideológico, no dio ocasión para un debate prácticamente imposible después de seis años, debido a la ausencia de un proyecto consistente y coherente, como a la circunstancia de un país que ha cultivado la antipolítica o infrapolítica, sumergido más en la premodernidad que la postmodernidad.

Luego del bautizo presidencial, surgen las inmediatas y apresuradas interpretaciones de quienes dicen hallar el socialismo bolivariano o nuevo socialismo en Venepal, Mercal o Barrio Adentro, convirtiendo –en consecuencia- a El Libertador en un precursor de internet, por los usos múltiples que les dispensa. Lo cierto es que hay una pretensión de fortalecer el capitalismo de Estado y, en lugar de un modelo alterno de desarrollo, la universalización de los bienes y servicios, así como de una política social que sea tal, resulta más fácil halar de las posibilidades que brinda sucesivamente la renta petrolera, la deuda pública, la ampliación de los impuestos y las utilidades cambiarias.

El gobierno avisa de un largo y penoso tránsito hacia sí mismo para realizar las promesas a las que se atrevió en el prematuro camino de su ascenso, por lo que privilegia la inversión en armamentos y pasa del infundado pronóstico de una guerra civil a la conocida hipótesis de una guerra internacional con Estados Unidos, la cual tampoco despeja las claves de aglutinación del país a su alrededor, según el canón tradicional del populismo. De eufemismos se hacen las transiciones, apenas permitida la reinvención bautismal para los seguidores que no asumirán los riesgos y peligros de una interpelación innovadora.

Raúl Valdés, rector de una universidad cubana, celebraba el sorpresivo comentario hecho por Fidel Castro sobre “La Crítica del Programa de Gotha” de Marx, en el foso parlamentario de La Habana. Nos llamó la atención la reseña de quien encabeza una institución subordinada y, digamoslo con franqueza, sin el milímetro de autonomía requerida para una instancia del conocimiento y del saber, porque –por una parte- denominó como “democracia directa participativa de masas” lo que acontece en la Cuba dictatorial desde 1959, ofertando una bandera que bien puede flamear entre nosotros y evidenciando una pobreza teórica que suponemos calculada para su misma supervivencia personal. Y –por otra parte- comentó que “hasta que no se invente un combustible que no sea perecedero habría que combatir la ilusión consumista, propia de la enajenada sociedad burguesa de que cada persona aspire a tener un automóvil personal” (“Debate Abierto”, Caracas, nr. 21 de 2004), como si la posibilidad, capacidad y necesidad de autotransportación fuese una ocurrencia demoníaca; y el régimen no hubiese fracasado en la fabricación de bienes también indispensables o, en definitiva, los límites de movilización o transportación no tuviesen un efecto político.

De lenguaje y percepción construimos la política, pero la realidad dura y palpable siempre le sobrevive. Acontece con los ensayos verbales de un mandatario que bien sabe que en la ligereza y no la densidad de su revolución, está el secreto.

II.- DEL MENSAJE Y PROYECTIL

Los líderes de opinión apelan frecuentemente a un pronóstico que muy bien pueden soportarlo las ecuaciones y los otros abalorios de los especialistas: el descenso del precio de la cesta petrolera significará la automática liquidación del régimen. Sin dudas, contribuirá a la crisis, en razón del sistemático reparto clientelar de la renta, pero no bastará para estremecer las bases de un gobierno que ha fundado definitivamente una sociedad de sobrevivientes, necesaria de superar en los próximos años.

Creemos que el elemento fundamental es el de la legitimidad y, aún cuando pueda haber una hambruna generalizada, mantendrá en pie al clan gobernante si encuentra las otras razones y emociones que digan de una gesta nacional. Razones y emociones que sintetizan dos armas fundamentales: la propaganda y la pólvora, en una gesta y una administración de la violencia para la cual, por una parte, no está preparada la oposición, y, por la otra, nos distraen con el simplismo de un pronóstico que ha ganado terreno entre los analistas.

Será después de la caída de las experiencias totalitarias, como la de la Alemania nazi y los ensayos geopolíticos de Europa Oriental, que sabremos de las deplorables condiciones de vida de la población que las padecía. El desmoronamiento inevitable de la Unión Soviética sorprendió a aquellos que todavía gozan de las magníficas estadísticas que la hicieron una superpotencia enteramente militar y, tememos, que al levantarse la losa que pesa sobre Cuba, apreciaremos en su exacta dimensión el engaño de un sistema que prometió, pero no pudo conseguir, unos milímetros de dignidad y de bienestar.

Cifras muy recientes de Datanálisis revelan como prioridad absoluta de los venezolanos, la solución a problemas como el del desempleo y la inseguridad personal. Vale decir, clamamos porque no nos maten de hambre o de un disparo callejero, y así –olvidados otros temas de antiguo calibre político, como el de la corrupción administrativa- profundizamos y protocolizamos determinadas relaciones que desembocan en el más elemental instinto de supervivencia.

La construcción de una opción democrática alterna, inevitablemente pasa por el de un esfuerzo político posiblemente descomunal. Levantar las muy otras razones y emociones, palpables en una tarea de reflexión y de actuación, que rompan con una envejecida cultura, debe encaminarnos a una resolución sensata del conflicto, reconociendo que el actual gobierno no cederá espacios aún cuando el petróleo lo conmine, pues la violencia y la legitimación de esa violencia del mensaje y del proyectil encontrará asidero en la arraigada fórmula del “sálvese quien pueda”.

Por consiguiente, no tratamos del ensamblaje de una oposición portátil. Estamos a las puertas de otra época y de ella, ojalá, emergerá un distinto liderazgo capaz de saberse en el siglo XXI y no en la aprendida y relativa comodidad de aquellos años que hicieron el tan fustigado “puntofijismo”.

III.- LA POLITICA POR OTROS MEDIOS

La directiva monocolor de la corporación parlamentaria anunció la inminente inauguración de lo que será su planta de televisión: “Asamblea TV”. Al parecer, Seyed Mohammad Khatami, gobernante iraní, tuvo el privilegio de inaugurarla al intervenir en la sesión especial convocada con motivo de su visita, en la que los aplausos del coso de San Francisco olvidaron asuntos como el de la situación de los derechos humanos y las pretensiones nucleares al otro lado del mundo.

Sostenemos que la proliferación de las emisoras radiales y televisivas del Estado es un elemento fundamental para la preservación del clan que circunstancialmente hoy lo dirige. Quizá pueda afiliarse al relanzamiento del capitalismo de Estado, como lo sugiere José Guerra, según un ensayo que circula internetianamente bajo la presunta autoría del académico de la UCV, pero lo cierto es que la aparición de las estaciones –por una parte- corre y correrá bajo la responsabilidad de los órganos y dependencias que Miraflores controla y –por otra- sintetiza el duelo político esencial que tiene el régimen: los medios privados de comunicación configurados como un partido orgánico, antes que las expresiones espontáneas, irregulares o cambiantes de la sociedad civil y de los partidos políticos mismos que ha desbaratado o intenta desbaratar a través de una pulverización directa, una infiltración efectiva o –como hemos visto hace poco- estimulando deserciones a la postre lucrativas.

El tejido audiovisual de la soga autoritaria es lento, a veces confuso, pero genuinamente eficaz.

IV.- QUIS CUSTODIET CUSTODES

Dramática disyuntiva la de la oposición democrática que desea vocacionalmente contar votos y no balas. El CNE está hoy más que nunca blindado e, impenetrable, decidirá subrepticia y sorpresivamente los parámetros y detalles de la próxima elección: ¿quién custodiará a los custodios de la soberanía popular?, es la pregunta estelar.

La opinión pública parece valer poco ante las circunstancias, pues las sospechas y constataciones no alcanzarán los estrados de un escándalo inhibidor. Las elecciones regionales recientes ni siquiera fueron formalmente convocadas a través de la Gaceta, contemplando y programando los lapsos y recursos posibles, por lo que acudir a las instancias judiciales, como se ha hecho en incontables oportunidades, dibujan una ilusión fracturada por la realidad.

La oposición tampoco cuenta con un acceso, por lo demás razonable, a las instancias electorales de decisión. Al menos, antes, un partido no gobernante podía fiscalizar la expedición de las cédulas de identidad y el plantel de técnicos que laboran hoy en el organismo comicial pasa por las hordas caudinas del oficialismo. No obstante, hay que insistir.

Terquedad necesaria, agotando casi heroicamente las posibilidades para abrir el camino electoral, pacífico y constitucional hacia la solución de una crisis devenida drama. Noble empeño que, día a día, pone en evidencia al régimen y podrá contribuir a una transición sensata donde la sentencia latina, más que interrogación, ha de tener vigencia.

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