El tiempo avanza
Por Internet anda circulando una proposición que a mucha gente le resulta muy atractiva, pues intenta ser un punto equidistante entre quienes plantean que hay que ir a votar NO en el referendo aprobatorio de diciembre, y quienes señalan que el rechazo debe expresarse a través de la abstención. La propuesta de marras señala que hay que ir a sufragar por el NO, pero como el Consejo Nacional Electoral (CNE) no es confiable y ya que el voto queda registrado en la máquina electrónica, en vez de depositar la papeleta en la urna electoral, el votante deberá conservarla para que quede una constancia material del fraude que, inevitablemente, hará el organismo electoral. De este modo, cuando el CNE proclame ganador el SÍ, y finalmente se consuma la trampa, la oposición tendrá la prueba irrefutable del escamoteo. En ese momento los sectores de la oposición podrán reunirse en un sitio previamente convenido para contar manualmente los votos ante los testigos internacionales y así certificar la estafa chavista.
La iniciativa parte del supuesto de que los opositores somos mayoría. Esto podría aceptarse, ya que al menos eso es lo que dicen la mayoría de las encuestas y estudios de opinión. El problema reside en cómo convertir esa ficción estadística en una realidad tangible e incuestionable. Si fuésemos capaces de organizar un operativo como el que formulan los proponentes de la idea que acabo de resumir, también estaríamos en condiciones de defender el triunfo del SÍ, incluso aunque colocásemos las papeletas en las urnas electorales. Sin embargo, en las actuales circunstancias, la oposición no está en capacidad de hacer una cosa ni la otra. No contamos con fuerza para defender el triunfo del NO, ni por la vía del voto ni por la vía de la abstención, pues lo que reina en el mundo de la oposición es el desconcierto y la desorganización. En este plano contrastamos abiertamente con el chavismo.
Hugo Chávez y sus seguidores no tienen ningún género de dudas acerca de que deben organizarse en células, batallones y comandos, cuadra por cuadra, barrio por barrio, urbanización por urbanización, y así sucesivamente hasta cubrir todo el país, para lograr que su gente vaya a votar en diciembre y, de paso, defienda con las uñas los resultados reales o inventados que proporcione el CNE. La dirigencia chavista no titubea, ni entra en disquisiciones de ningún tipo. Están preparando todos los cañones para triunfar en una batalla que saben crucial para la construcción del delirio comunista.
En cambio quienes pretenden dirigir la oposición se debaten en dudas hamletianas. A seis semanas del eventual referendo del 2 de diciembre no se han puesto de acuerdo acerca de si conviene votar o no en esa cita electoral. Quienes se pronuncian por la opción del NO, salvo llamados generales a la resistencia pacífica y a la toma de la calles para impedir el evento, no dicen qué debemos hacer los opositores de la reforma para impedir que ese proyecto demencial introducido por Hugo a la Asamblea Nacional, agravado aún más por los diputados oficialistas, termine de acabar con la democracia y arrastre al país hacia el autoritarismo y la miseria. Por su parte, quienes están de acuerdo con decantarse por el SÍ, no subrayan el sentido de urgencia que tiene la organización electoral, ni enfatizan la enorme importancia de depurar el REP o lograr condiciones electorales que reduzcan los enormes desequilibrios existentes entre el oficialismo y la oposición.
Aunque reconozco la validez de algunos argumentos de quienes se alinean con la abstención, me encuentro entre lo que están convencidos de que hay que ir a sufragar por el NO. En las últimas dos décadas, la caída de todos los dictadores, o aspirantes a serlo, se ha dado a partir de eventos en los cuales se ha producido un fraude electoral. Venezuela no será la excepción. Las instituciones reflejan el nivel de fuerzas reales dentro de una sociedad, o la percepción que de esa correlación tienen sus dirigentes. El CNE y las FAN apoyarán a Chávez mientras consideren que el comandante cuenta con la mayoría. Cuando podamos demostrar de manera fehaciente que no es así, se pondrán en línea con quienes lideren esa mayoría. La abstención, si no forma parte de una estrategia global de resistencia y cambio, posee un rostro demasiado difuso. Capitalizarla resulta cuesta arriba en un cuadro institucional controlado por el Gobierno, pues este puede argumentar, como ya lo está haciendo, que en elecciones de ese tipo es frecuente observar altos niveles de abstención.
Además creo que a la oposición democrática no le conviene descalificar el voto como instrumento de lucha. Hacerlo nos dejaría muy mal parados para las elecciones regionales del año entrante y para los comicios legislativos de 2009. El voto es el arma fundamental de los demócratas. En este terreno Chávez se mueve taimadamente: estimula a sus partidarios a que se organicen para sufragar, mientras, al mismo tiempo, envilece el voto, con lo cual crea frustración y desconfianza en la transparencia del acto de votación. Desarrolla un juego perverso con la ayuda del CNE.
Para demostrar que somos mayoría y que Chávez sólo logrará imponer su proyecto hegemónico, desconociendo la voluntad de la mayor parte de los venezolanos, hay que ir a votar NO, se depositen o no las papeletas. Ahora bien, ese voto hay que resguardarlo. Protegerlo de la voracidad y ambiciones de un grupo inescrupuloso que desprecia la democracia representativa y pretende eternizarse por cualquier medio en el poder.
Para ese evento en todo el país habrá más de 11 mil centros de votación y más de 33 mil mesas electorales. Se requiere un ejército de algo más de 100 mil personas atendiendo a los votantes de la oposición y vigilando la marcha correcta del proceso. Centro y mesa donde no esté un representante opositor, pasará a ser terreno del chavismo. Su honestidad sólo sirve para embaucar ingenuos. Así es que lo mejor es comenzar a prepararnos ya. Nos queda poco tiempo.