Opinión Nacional

El Socialismo es una Religión Fundamentalista y 3

Ya sabemos que la supuesta almendra del Socialismo—el Hombre Nuevo—como la llamaría el insigne intelectual venezolano, Carlos Rangel, no es una concepción política original de la mente de Karl Heinrich Marx, sino una concepción doctrinaria de la primera iglesia cristiana, según fue desarrollada en el siglo primero por el sacerdote egipcio Origen Adamantius; y al juntar ésta a otras semejanzas entre el pensamiento marxista y la más ortodoxa de las doctrinas cristianas, no podemos dudar que el Socialismo; en vez de ser una ideología política, es más bien una religión fundamentalista, que como todas las otras de su tipo asegura ser poseedora de la verdad absoluta, y se fija como misión, la conversión a esa religión de todos los seres humanos y califica de “herejes” (contrarrevolucionarios, traidores, apátridas, etc.) a todo aquél que no acepte ser convertido en su acólito.

De la anterior afirmación se desprende el hecho; de que por su naturaleza religiosa, el socialismo debe ser apartado de la política, ya que siendo la política la búsqueda del bien común, mal podría conseguirlo un conjunto de doctrinas que van a contrapelo; no sólo de las leyes de la naturaleza, sino de la naturaleza misma del ser humano.

Paso a explicarme:
La economía; por ejemplo, es un fenómeno natural gobernado por sus propias leyes—entre las cuales está la descubierta por el pensador escocés Adam Smith, que podemos parafrasear en la siguiente afirmación: el hombre económico es movido por el egoísmo y el afán de lucro. Sin embargo; no es como equivocadamente creen algunos, que Adam Smith—o la economía—promueven exclusivamente el egoísmo y el afán de lucro; porque otra de las famosas citas de Adam Smith, es la siguiente:

«How selfish soever man may be supposed, there are evidently some principles in his nature, which interest him in the fortune of others, and render their happiness necessary to him, though he derives nothing from it, except the pleasure of seeing it.»

[“Cuan egoísta; en cualquier caso, pueda supuestamente ser el hombre; existen evidentemente en su naturaleza algunos principios, que lo hacen interesarse en la fortuna de otros, y considerar la felicidad de ellos necesaria para él, aunque él obtiene nada de ello, excepto el placer de verla.”]

Lo que descubrió Adam Smith sobre la economía—mediante la meticulosa observación de los hechos económicos—ha sido comprobado matemáticamente a través del tiempo, y vaciado en leyes económicas, como las de la oferta y la demanda; valor y precio; y muchas otras, que no pueden ser gobernadas por leyes, decretos u otras acciones compulsivas de los gobiernos, sino que siempre seguirán a la naturaleza humana, a la suma de las acciones económicas de los individuos—y el socialismo marxista, que propone no sólo la eliminación de la propiedad privada; sino hasta la eliminación de los precios y los salarios, sólo puede generalizar la pobreza y la miseria, como ha ocurrido en todo Socialismo Real que ha existido.

La invención de Marx de una “economía” (muy entre comillas], alternativa a la descubierta por Adam Smith (la economía de libre mercado), es comparable al invento de cualquier otra persona de una física, química, o biología alternativa, a las ciencias descubiertas por el ser humano y bautizadas con esos nombres; es decir, es pura superchería.

O para enmarcar la invención de Marx, dentro del título de este escrito, ésta es comparable a los milagros de los que hablan muchas autoridades religiosas y creyentes, para dar explicaciones distintas a las científicas como causantes de algunos hechos observados.

El Socialismo; como toda otra religión fundamentalista, persigue la entronización de un pensamiento homogéneo; lo que va a contrapelo de las leyes de la naturaleza, particularmente de la biología y la evolución, que han convertido en las especies de vida más exitosas (vegetales y animales), a aquellas que mediante la reproducción sexual, crean con cada nuevo nacimiento y con cada nuevo germinar de una semilla o espora, a un nuevo ser vivo único; sin duplicado; ergo, no es posible un pensamiento humano homogéneo.

Es más; es la fascinantemente intoxicante diversidad de pensamiento que siempre ha estado presente en la humanidad; desde que surgiera en nuestro planeta Tierra hace entre 600 y 750 siglos, lo que ha enriquecido a toda cultura humana que ha existido y a toda aquella que continúa existiendo.

La verdad; desde el punto de vista humano—como propone toda religión fundamentalista; entre ellas el socialismo—no es ni absoluta ni inmutable; sino todo lo contrario; es siempre relativa y dinámica, debido a que nuestro conocimiento de la realidad natural es imperfecto e incompleto—aún hoy, cuando la humanidad tiene a su disposición herramientas científicas tan avanzadas y precisas; que, por ejemplo, le han permitido a los astrónomos tener una fotografía del Universo cuando apenas tenía una trillonésima de segundo de edad.

Es por ello que todo sistema político-económico que pretenda tener algún éxito, está obligado a tolerar—y hasta estimular—la pluralidad de pensamiento; algo que es imposible que una religión fundamentalista, como el socialismo, permita que ocurra—no puede permitirlo porque demeritaría sus “valores sagrados”.

Todas las religiones; fundamentalistas o no, han dotado a la humanidad de valiosos principios rectores de ética y moralidad; y no es una coincidencia ni tampoco una característica particular de una determinada cultura humana, el hecho de que las naciones más civilizadas y desarrolladas, incluyan entre sus normas obligatorias el derecho a la libertad religiosa.

Sin embargo; también ha sido una sabia decisión, el separar a la religión de la política, ya que su afirmación de ser dueña de la “verdad absoluta”, en vez de promover el bienestar y la prosperidad de los miembros de cualquier nación, va a contrapelo de la naturaleza en general y de la naturaleza humana en particular.

Finalmente; el socialismo, al igual que toda otra religión fundamentalista, tiene sus “libros sagrados” (El Manifiesto Comunista—publicado por Marx y Friedrich Engels en 1884; y El Capital—escrito por Marx y publicado en tres tomos en 1867, 1885 y 1894—el último; póstumamente, ya que Marx falleció en 1883); y sus “dogmas”; como por ejemplo (todos contenidos en El Manifiesto Comunista):

“La historia de toda sociedad que ha existido hasta ahora es la historia de lucha de clases”;

“La sociedad como un todo se está dividiendo más y más en dos grandes campos hostiles, en dos grandes clases enfrentadas directamente la una a la otra: la burguesía y el proletariado”; y:

“La característica distintiva del Comunismo no es la de la abolición en general de la propiedad; sino la abolición de la propiedad burguesa. Pero la propiedad privada burguesa moderna es la expresión final y más completa del sistema de producir y de apropiarse de los productos; eso está basado en los antagonismos de clase, en la explotación de los muchos por los pocos. En este sentido, la teoría de los comunistas puede ser resumida en esta sola oración: la abolición de la propiedad privada.”

Y como todo otro libro sagrado y dogma, de toda otra religión fundamentalista, los libros sagrados y dogmas del socialismo, no pasan la prueba del análisis científico; y si como ya sabemos que todo progreso humano se fundamenta en el progreso de la ciencia, el socialismo, que podría ser considerado como una antítesis de la ciencia, debe ser apartado de la política, cuya mejor definición es: la búsqueda del bien común.

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