El síndrome del Titanic
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Mientras las destempladas e insólitas declaraciones de un pastor protestante norteamericano – digno ejemplar de esos farisaicos puritanos de las novelas de Somerset Maugham -, pidiéndole a la Casa Blanca se desprendiera por las vías más expeditas de ese incordio universal llamado Hugo Chávez despertaban las más airadas reacciones de los medios en el mundo entero – y con absoluta razón – en La Habana se escenificaba uno de los capítulos más ominosos de eso que podría calificarse de expansionismo castro-chavista. Pasando por debajo de la mesa de todos los medios del mundo – sin ninguna razón.
Es la tijera con que se cortan los trajes a la medida de las buenas conciencias de la progresía internacional. El flato moral de un personajillo del cristianismo mediático anglosajón compensa así, como a la medida de Fidel Castro y de Hugo Chávez, los siniestros y hitlerianos despropósitos de estos carnales del despotismo, el neofascismo y la revolución continental. Se reunieron en La Habana rodeados de un coro de lacayos y áulicos civiles y uniformados – un humillado Raúl Baduel entre ellos -, mostrando con el mayor desparpajo y sin discreción alguna sus propósitos desestabilizadores y demostrando urbi et orbe su decisión de estrangular las democracias de Venezuela, El Salvador y Nicaragua. Exhibieron así su tripero narco complaciente y petro terrorista ante la faz del mundo. Y nadie dijo nada. Ni CNN, ni El País de Madrid, ni el Washington Times, ni La Nación o Clarín de Buenos Aires, ni muchísimo menos la BBC o la NBS en los Estados Unidos. Más, mucho más que los brutales hechos de esta internacional del narcoterrorismo que mueve millones y millones de dólares tras el cumplimiento de los delirantes propósitos del decrépito déspota cubano y su engendro llanero, pudieron las estúpidas declaraciones de un santón del consumismo espiritual norteamericano.
Pero tal doble rasero no debiera desconcertarnos. Cumple la función propia de la manipulación mediática en tiempos tenebrosos. La pachotada del puritano televisivo norteamericano cubrió un hecho que tampoco pretendía hacer otra cosa que servir de tapadera de lo verdaderamente destacable: la abstención del 7 de agosto. Ver a Fidel asomar su calavera tras el rechoncho dictadorcillo sabanero y mover los labios en gesto de parkinsoniana complacencia por los disparates que decía el discípulo podría hacernos reír aunque el asunto es mucho más grave: se trataba de hacernos olvidar la gigantesca paliza que le diéramos ese 7 de agosto a uno y otro: al ventrílocuo y al muñeco. ¿O nos olvidaremos de que tal encuentro, en que Chávez actuó el papel protagónico y el anciano Fidel el del desdentado apuntador, sucedió a una semana del mayor acto de abstención registrado en la historia comicial de Venezuela?
2
Ni las listas candidaturales de buena voluntad que andan circulando por la red, ni los encuentros en la cumbre de la cloaca habanera, ni las declaraciones levíticas del pastor Anderson debieran desviarnos de comentar y profundizar las causas del hecho más destacable desde la consumación del fraude del 15 de agosto de 2004: la gigantesca expresión de repudio al régimen y a quienes tendrían la obligación de adversario – y no lo hacen – mediante la histórica abstención del 7 de agosto pasado. Fue tal la conmoción que provocó ese 80 u 85% de abstención por los predios del CNE, tal el sismo que causaría en los débiles fundamentos del rector Jorge Rodríguez, que nadie atendió al más descomunal de los lapsus impresos cometidos en nuestro país cuando se dejara colar la verdad cocinada en los calderos de Jorge Rodríguez: el SI venció con el 59,2% de los votos sobre un parco NO reducido a su auténtica verdad: el 39,8% de respaldo electoral. Freud se estará retorciendo de felicidad. El inconsciente habló con voz estentórea. Enrique Mendoza tiene por fin los auténticos resultados. Para su desgracia, un poquito tarde. .
Ese hecho pesa como una lápida no sólo sobre un gobierno que se sabe montado en un fraude y producto de flagrante inconstitucionalidad, sino sobre un CNE reiteradamente ilegítimo, sobre la institución electoral misma, sobre los partidos políticos que se niegan a hurgar en esos entresijos de ilegalidad y sobre los pasados y los futuros comicios. Lo que está en duda en la política nacional es el fenómeno electoral mismo. Y es esa monstruosa anomalía la que revienta en el rostro de los protagonistas electorales el 7 de agosto. La bofetada del 85% de abstención golpea no sólo en las mejillas de Hugo Chávez y Jorge Rodríguez, sino en sus partidos políticos. Y, lo que es todavía más grave: en las mejillas de los desvanecientes liderazgos de los partidos políticos opositores, todos – sin excepción ninguna – en fase de eclipse y desaparición.
Lo aterrador de este insólito panorama es el esfuerzo mancomunado de oficialistas y partidos opositores por mirar de soslayo y hacer como que no sucede absolutamente nada. Ni siquiera el homicidio culposo cometido por quienes regalan a manos llenas nuestros ingresos y dejan morir de mengua a los humildes pacientes de nuestros hospitales públicos sacude la conciencia de los burócratas asamblearios de uno y otro bando. Mientras el régimen sigue tozudamente su torcido camino y acelera su proceso de radicalización – para lo cual no cuenta con respaldo social alguno – los viejos y nuevos partidos del establecimiento continúan reuniéndose, discutiendo listas fantasmas, proponiendo nombres inútiles y preparándose a participar en las elecciones del 4 de diciembre siguiendo la clásica norma de conducta conocida como el síndrome del Titanic. Mientras el barco se hunde y ya se aprontan los botes salvavidas, los viejos y nuevos líderes de los partidos de siempre continúan tocando sus valses pasados de moda. Creen que en eso radica la política: en tocar da capo la misma y ya gastada partitura.
¿Qué hará el pueblo? ¿Dejará de preocuparse del derrumbe de los hospitales, de la criminalidad galopante, del alto costo de la vida y el desempleo para comenzar – lápiz en mano – a estudiar la abstrusa nómina candidatural opositora como si se tratara de una revista hípica? Pueda que no. Posiblemente, en diciembre terminarán de repicar las campanas. ¿Por quién estarán doblando?
3
Muy queridos amigos de la Asamblea de Educación me han dispensado el inmerecido honor de proponerme como candidato al Parlamento Andino. No podían haberme distinguido con mayor consideración: encabeza la lista uno de los venezolanos más honorables que hagan fila en la oposición, Pompeyo Márquez. Y participan de la misma Maruja Tarre, Marco Tulio Bruni Celli y Gerson Revanales, amigos entrañables con quienes compartiéramos tareas en distintas comisiones de la Coordinadora Democrática.
Conocí a Pompeyo hace más de treinta años, cuando visitara Santiago de Chile en tiempos del gobierno de Salvador Allende y yo formara parte del grupo de investigadores del Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO) de la Universidad de Chile. Con Maruja, Marco Tulio y Gerson Revanales compartimos preocupaciones y labores en la Comisión de Asuntos Exteriores y en la Comisión Asesora de la CD. Y seguimos vinculados en distintos grupos de trabajo, preocupados por el destino de nuestra amada Venezuela.
No tengo la más mínima duda de que en la lista de candidatos propuesta por la Asamblea de Educación con el respaldo de otras organizaciones de la sociedad civil se encuentran algunos de los más destacados y distinguidos científicos, profesionales y líderes de lo mejor de Venezuela. Ella es palpable demostración de que no son personalidades de primer nivel lo que le falta a la oposición venezolana. Cualquiera de ellos podría ocupar los más altos cargos de gobierno en condiciones incomparablemente superiores a las de quienes hoy los ocupan para mengua y vergüenza de nuestra nación. Unidos a ellos, arquitectos, ingenieros, médicos, abogados, obreros, empleados y militares de las más variadas especialidades podrían constituir no sólo un parlamento, sino uno o más gobiernos de lujo.
En gran medida, la profunda crisis que hoy vivimos y las desgracias que nos asolan se deben precisamente a su ausencia de los cargos públicos y la usurpación que de los mismos hacen quienes ni están preparados técnicamente ni poseen la calificación moral como para ocuparlos. Respaldados por una sociedad civil de la lucidez, la valentía y la decisión como la que ha llevado el peso de las luchas contra este despropósito político que nos agobia desde hace largos siete años, podrían enrumbar a nuestro país con mano segura por la senda del progreso, la justicia, la prosperidad y, sobre todo, la ansiada modernización, congelada por este gobierno reaccionario que enmascarado en una bufonesca revolución pretende regresarnos a etapas históricas ultrapasadas.
Pero precisamente por ello, por vernos sometidos al abuso dictatorial y autocrático de este régimen que expresa lo peor y más avieso de la venezolanidad, que ha centralizado todos los poderes en manos de un delirante e improvisado teniente coronel que ha convertido al CNE en un ministerio de asuntos electorales a su servicio, es que el hermoso esfuerzo adelantado por Leonardo Carvajal y Olga Ramos, por Eddy Ramírez y muchos otros compañeros de la sociedad civil venezolana se verá condenado necesariamente al fracaso. No encontrará la aprobación de las dirigencias de unos partidos políticos miopes y fatigados, que hace muchos años dejaron de representar las ansias de progreso y libertad de nuestras mayorías, ni podrá obtener las más mínimas condiciones de elemental igualdad ante un organismo fraudulento, decidido a torcer una vez más la voluntad popular.
Por todo ello, porque considero nuestro deber ciudadano luchar en primer lugar por condiciones de igualdad y transparencia, por la constitucionalización del CNE y la limpieza de un REP viciado masiva y fraudulentamente, y sólo superado este escollo aceptar lidiar en el terreno electoral contra este régimen, es que considero inapropiado aceptar el honor de ser candidato a cualquier cargo de elección popular y servir con mi nombre a la farsa comicial del autócrata. Por el contrario, defenderé el derecho a elegir y ser elegido bajo condiciones mínimamente democráticas. Es la lucha que todos los venezolanos debiéramos librar. Es la unidad que la historia nos demanda: enfrentarnos al autócrata y expresarle nuestro repudio como un solo hombre. Si esa unidad se lograse, no habría CNE ni Jorge Rodríguez capaces de torcer la voluntad popular. Ni andaría el íncubo regalando lo que no le pertenece. Ya habría vuelto al único lugar que le corresponde: el basurero de la historia.
Por eso he pedido retirar mi nombre de la lista propuesta. Sin que ello suponga descalificación alguna del bello y plausible esfuerzo emprendido por la Asamblea de Educación. Por ahora lo verdaderamente importante es preguntarse si se cumplirán en diciembre las 5 exigencias planteadas por SÚMATE. Esa es la auténtica tarea: de no cumplirse prepárense a vivir otra abstención histórica.