El siguiente día
Pensar en el siguiente día genera desasosiego. De allí el estrés que salta a la vista en la irritabilidad de quienes conducen vehículos, sometidos a permanentes atascamientos, en la impaciencia de quienes hacen fila en un banco, en Mercal o en un centro médico-asistencial atenazados por la inseguridad; porque como no es dable saber lo que ocurrirá el siguiente día que, además, se repite como imagen reflejada en espejos contrapuestos, pretendemos hacer todo el día en que vivimos. El siguiente día es una caja de sorpresas. La condena de mandatarios autoritarios, quienes asumen el control personal de toda actividad gubernamental. No consultan, no confían en nadie. Sólo delegan las labores de “carpintería”. Por eso se les ulcera el tracto digestivo y se les agria el carácter, son insomnes y hasta desvarían mientras recorren el camino que, por aproximaciones sucesivas, los conduce a la demencia.
Por ejemplo, no es posible adivinar qué podría ocurrir el siguiente día de haber sido cortado el grueso nudo de los 800 mil dólares. A lo mejor nada, pues hasta hoy sólo se han visto bochornosos lavatorios luego de ser abierto el maletín. Conforme es imposible predecir qué sería del mundo el día posterior al desembarco de los marines del ALBA más Irán en las costas de USA. Bien podría ocurrir que, como en el filme “El rugido del ratón”, la estatua de La Libertad se arremangue el camisón y corra a firmar la capitulación o que, por lo contrario, se faje a pelear y ese país sea destruido. Tendría que reconstruirse un territorio en ruinas y, lo que es más grave, sin dólares para hacerlo.
Mucho menos se puede saber que haremos los venezolanos el siguiente día si el tenientecoronel se antojó de hacernos el bien de dejar el gobierno. Algún día, ténganlo por seguro, sucederá. Bien para observarnos desde el mar de la felicidad o que Dios, nuestro Señor, se apiade de nosotros. Porque el incuantificable ingreso petrolero, más el proveniente de la renta interna, ha sido despilfarrado en la compra de apoyos de gobiernos extranjeros, que permiten la intromisión de nuestro hegemón en sus asuntos o los emolumentos pagados a Fidel por mover su guiñol rojo-rojito; así como en el sostenimiento de petardistas internacionales que saltan de un congreso a otro llevando el mensaje de nuestro iluminado, sumado a lo que se traga el demencial armamentismo, derrumbó las bases de desarrollo sustentable construidas durante más de 50 años, para legarnos escombros y la mera ruina.