Opinión Nacional

El significado de un encuentro

Ese evento con motivo de los 25 años de CEDICE-Libertad desquició al Gobierno del comandante. La arrogancia, el estilo de cliché y el sectarismo se desataron con furia incontenible. El Gobierno fracasó en su estrategia. La iracundia, generalmente inspirada por la torpeza, se convirtió en un eficiente factor de promoción de un encuentro diseñado con el propósito de reafirmar los perfiles liberales específicos de esta asociación civil sin fines de lucro.

El encuentro fue descalificado por el teniente coronel a través de sus sargentos, desde el momento en que la publicidad comenzó a arreciar, y cuando ya se sabía que vendrían Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze, Jorge Castañeda y Plinio Apuleyo Mendoza, famosos y enconados rivales de Hugo Chávez. Aunque CEDICE evitó proporcionarle motivos al Gobierno para que descalificara a los contertulios y al evento en sí mismo, los hombres cercanos al Presidente no pararon de agredir. Los insultos forman parte del ejercicio del gobierno por parte del jefe de Estado. Para él y sus acólitos, toda iniciativa de los sectores democráticos, por más naíf que sea, siempre será satanizada por golpista. Esto habría ocurrido aunque la reunión hubiese sido con el papa Benedicto XVI.

CEDICE no tuvo empachos en colocar el acento en la dimensión liberal del encuentro. Tal vez lo que corresponde ahora es plantearse para el futuro cercano actos con un radio de acción mayor, de modo que al debate puedan incorporarse personas vinculadas a las más diversas corrientes del pensamiento político e ideológico. Este objetivo habría que buscarlo en otros seminarios o coloquios de proyección nacional, pues, ciertamente, aunque el diálogo con el Gobierno es imposible porque el comandante lo prohíbe expresamente, sí habría que promoverlo con algunos intelectuales que le son cercanos y que podrían darse cuenta del precipicio hacia el cual está arrastrando a la República.

En el país y en el exterior hubo voces que se levantaron para protestar por la presencia de figuras como Joaquín Lavín debido a su participación en el gobierno de Augusto Pinochet. Con respecto a este tema me encuentro entre quienes piensan que se debe ser tolerante y comprensivo con los errores y la trayectoria de la gente con la cual, pasado cierto tiempo, se coincide. Este me parece que es un principio de carácter general para establecer una política de alianzas. Tomo algunas referencias históricas. En España, uno de los actores que propició la transición a la democracia fue Adolfo Suárez, estrecho colaborador de Franco. En República Dominicana, Balaguer, mano derecha de Trujillo. En Venezuela, López Contreras era el Ministro de Defensa de Gómez, el tirano más cruel que hemos conocido. Larrazábal era el director del Círculo Militar durante la dictadura de Pérez Jiménez. Estos datos los señalo no con el fin de exonerar a Lavín de sus eventuales errores y responsabilidades, sino con el ánimo de ponderar el lugar donde hay que colocar el acento con respecto a quien fuese alcalde de Santiago de Chile y candidato presidencial (perdió ante Ricardo Lagos por 0.4% en las que han sido las elecciones más reñidas de ese país).

Esta cuestión me parece esencial en la realidad política nacional. A Chávez lo acompañaron en el pasado reciente figuras políticas e intelectuales que llegaron a ocupar posiciones muy relevantes como ministros o como integrantes del Comando Maysanta. Hoy algunas de ella están colocadas en la acera de enfrente. Defienden con coraje la democracia ante los zarpazos de una dictadura que trata de implantarse. Lo que rescato de esas figuras no es lo que decían y hacían ayer, sino lo que dicen y hacen hoy.

El seminario de CEDICE sirvió para demostrar que un segmento importante de los profesionales, intelectuales, académicos y políticos del país, son proclives al debate de las ideas, y que el liberalismo no se ha anquilosado, ni se reduce a ser una visión economicista de la sociedad. Uno de los temas que más ocuparon la atención de los invitados nacionales e internacionales, fue el relacionado con la igualdad de oportunidades y la reducción de los desequilibrios sociales, rasgo distintivo de toda América Latina. La libertad y su expresión política, la democracia, difícilmente pueden sobrevivir en un ambiente signado por hondas desigualdades. Mario Vargas Llosa, cuya presencia hirió la delicada piel del Gobierno, lo dijo con claridad: el liberalismo no proclama sólo, ni siquiera fundamentalmente, la libertad de mercado y el resguardo de la propiedad privada; representa una concepción que asume la defensa irrestricta de la democracia, la libertad y la justicia en el más amplio sentido de la expresión. Incluye al Estado de Derecho, la libertad de pensamiento e información, la defensa del individuo ante los abusos del Estado, el fomento de la equidad. El liberalismo es una doctrina que se autocrítica y renueva constantemente, situándose en el punto muy alejado del fanatismo y la intolerancia.

Lo mismo no creo que puedan decirlo quienes militan en el campo del socialismo del siglo XXI.

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