Opinión Nacional
El señor Kalashnikov
El señor Mijáil Kalashnikov, de 93 años de edad, dejó el hospital donde había ingresado a fines de diciembre pasado, y lo hizo a tiempo de celebrar el Año Nuevo en su casa de Moscú.
Hay seis países árabes que han incorporado a su bandera nacional la silueta de la más célebre invención del señor Kalashnikov: el fusil de asalto más exitoso del siglo veinte: el AK-47.
Es el fusil que con más frecuencia vemos en los despachos de la televisión satelital, en manos de jóvenes radicales palestinos, en las de un destacamento talibán o en las de un pelotón de guerrilleros de las Farc colombianas.
Al mismo tiempo, es el fusil reglamentario de más de 50 ejércitos en todo el mundo.
Un catastro muy respetado del número de armas de guerra que andan rodando por el planeta es el que hace el Small Arms Survey, publicado por la Oxford University Press. Estimaba hace más de 10 años la circulación mundial de armas de guerra de la llamada «familia Uzi», de patente israelí, en unos 10 millones. La de la familia FN-FAL, de origen belga, en un orden que iba de los 5 millones a los 7 millones de unidades. La de la familia H&K (Heckler-Koch), notablemente su fusil de asalto «G3», en unos 7 millones y, finalmente, las de la familia M-16, estadounidense, también en unos 7 millones.
Lo de «familia» es una convención referida al hecho de que parte del negocio «legítimo» está en licenciar patentes para la fabricación de armas.
Pues bien, con esas cifras en mente, considérese que el máximo estimado de fusiles AK-47 en circulación en todo el planeta para aquella fecha rozaba las ¡100 millones de unidades! Y el mínimo andaba por los 70 millones.
Una fracción muy elevada de esa circulación se debe al comercio ilícito, practicado no sólo por particulares, sino también por los gobiernos de muchos países.
Según un trabajo elaborado para la revista Foreign Policy por William Hartung y Rachel Stabl, es un hecho que el tráfico ilícito de armas, que alcanza a países tan distantes entre sí como pueden estarlo Haití e Iraq, contribuye a la perpetuación de los llamados «conflictos internos» -como el de la vecina Colombia- y sólo por ello se ha convertido en un factor que impide de manera decisiva el desarrollo y el crecimiento económicos.
De acuerdo con Hartung y Stabl, más personas hallan la muerte anualmente en el curso de guerras «de baja intensidad» alimentadas con armas de infantería (estos investigadores incluyen el AK-47, pero se refieren al comercio total de armas de este tipo) que las personas exterminadas por las bombas nucleares arrojados por los estadounidenses en las ciudades japonesas de Horishima y Nagasaki, en 1945.
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En 1947 estuvo listo el modelo básico definitivo -el AK-47, por «Avtomat Kalashnikov», año 47- que siguen los 100 millones de fusiles que, con o sin licencia, han sido fabricados hasta la fecha.
Desde 1949 se convirtió en el fusil reglamentario del Ejército Rojo. Kalashnikov llegó a ser, andando el tiempo, general del Ejército Rojo y Diseñador General de Armas Cortas del Ejército Soviético.
Del mismo modo que el colapso soviético no representó el fin del mundo para el antiguo oficial de la KGB, Vladimir Putin, el octogenario, pero todavía vivaz Héroe del Trabajo Socialista, Mijáil Kalashnikov, antiguo sargento tanquista, no solo ostenta hoy el grado de general, sino que ocupa un puesto en el directorio de un poderoso consorcio de empresas capitalistas de Estado.
En Solingen, Alemania, una planta del grupo germano MMI, fabrica desde 2003 una sombrilla de altísima practicidad y resistencia que, a cambio de 30% del paquete accionario, lleva el nombre Kalashnikov.
Del mismo modo, en 2004 el general lanzó en Londres, con bombos y platillos, una vodka marca Kalashnikov cuyo contenido alcohólico es de 82º y compite notablemente bien sobre todo entre los jóvenes europeos.
Al desplomarse la economía socialista en Rusia, el negocio de los armamentos ha visto disputas legales por la posesión de patentes tan feroces como las que pudiera promover Wall Street.
En 2002, Kalashnikov tuvo que querellarse en tribunales rusos contra dos fabricantes locales por la patente original que, al cabo, le fue reconocida a la empresa Izhmash.
Inmediatamente después, Izhmash, en cuyo directorio Kalashnikov tiene un lugar prominente, se puso al frente de una campaña legal en todo el mundo, pues su prototipo se fabrica desde hace 30 años en docenas de países, pero sólo unos pocos han adquirido la licencia.
La India, cuya industria estatal de armamentos produce millones de fusiles AK 47, motivó una demanda de Izhmash que aún está en litigio. Izhmash calcula las regalías burladas por la India en 18 millones de dólares
Hace pocos años, Kalashnikov en persona contrató un «pool» de los más sagaces abogados de Washington para intentar una demanda contra el gobierno gringo: la «Autoridad Provisional» en Iraq, apoyada por EEUU, estaba comprando AK-47 «copiados» para el ejército iraquí, sin pagar regalías.
Recientemente, el gobierno ruso abrió concurso para dotar de un nuevo fusil a su ejército. Las empresas Izhmar no ganaron la licitación y por eso el fusil reglamentario ruso es hoy el AN 94.
Recientemente, el gobierno ruso abrió concurso para dotar de un nuevo fusil a su ejército. Las empresas Izhmar no ganaron la licitación y por eso el fusil reglamentario ruso es hoy el AN 94.
Pero el AK-47 sigue siendo el favorito de las guerrillas y de los grupos irregulares trabados en guerras «de baja intensidad» en todo el mundo. La sencillez de uso y la durabilidad de su diseño son un incentivo para falsificarlo en estos tiempos de piratería globalizada en los que ningún CD lanzado al mercado está a salvo. ¡Ah, el capitalismo!
«Me hubiera gustado inventar algo así como una podadora de césped», se ha oído lamentar -¿con sinceridad?, ¿con sorna?- al inventor del arma automática más letal del siglo XX.