El rey imposible
“Un pueblo que no conoce su historia, no puede comprender el presente, ni construir el porvenir
Helmut Kohl
Canciller alemán
El 11 de febrero de 1873, ocurrieron dos hechos trascendentales en España. El primero fue el abandono del trono por parte del rey Amadeo I de Saboya —el Rey imposible o el Rey espagueti— como chuscamente le llamaban los castizos. El segundo hecho también histórico, fue que ese mismo día se proclamó en nuestro país, la primera República española.
La verdad es que no sabemos que se le perdió en este país de locos a un tataranieto italiano de Carlos III, puesto en el trono por el general Prim, a quien esperaba agradecer su apoyo cuando desembarcó en el puerto de Cartagena. Sin embargo fue el general Topete —el mismo que había participado en la rebelión para destronar a Isabel II— quien le recibió dándole la noticia de que Prim había sido asesinado unos días antes. Así que la entrada del italiano en España, fue gloriosa, triunfal y plena de buenos augurios.
Cuando el 20 de Abril de 1870 acudió a las Cortes a hacer el juramento de rigor, se dio cuenta de que en realidad le habían traído a España como un mero figurante, ya que meses antes los republicanos habían aprobado la Constitución de 1869, que en la práctica desposeía al monarca de todo poder ejecutivo, porque este lo ostentaría el parlamento y el Gobierno. Así que el italiano que no se atreviera a decir ni mú. Prácticamente la mayor parte del país estaba en contra del recién llegado. Tanto que el líder republicano Emilio Castelar, le recibió con esta cortés bienvenida: “Visto el estado de la opinión, Vuestra Majestad debe irse, como seguramente se hubiera ido Leopoldo de Bélgica, no sea que tenga un fin parecido al de Maximiliano I1 de México”.
Visto lo cual, su majestad se dedicó a refocilarse en las recámaras de las bellas damas españolas, cosa por cierto nada inusual entre las testas coronadas de España.
Seguramente estas situaciones no nos resultan extrañas, aun habiendo transcurrido de aquellos hechos más de 140 años.
Los 2 años y 3 meses en los que Amadeo de Saboya ciñó la Corona de España, su reinado estuvo marcado por la inestabilidad política, hasta el extremo de que en tan corto espacio de tiempo se sucedieron seis gabinetes distintos. El país resultaba ingobernable y el parlamento parecía el plató de “La noria” con sus participantes echándose mano a las greñas.
Tras un intento de asesinato contra su persona el 19 de julio de 1872, Amadeo I declaraba su angustia ante las complicaciones de la política española: «No entiendo nada, esto es una jaula de locos». Así que harto de nuestra esquizofrenia, el 11 de febrero de 1873, anunciaba a los españoles su marcha con estas palabras: “Grande fue la honra que merecí a la nación española, eligiéndome para ocupar su trono; honra tanto más por mí apreciada cuanto se me ofrecía rodeada de dificultades y peligros, que conlleva consigo la empresa de gobernar un país tan hondamente perturbado.
Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cual es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Lo he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla.
Estad seguros de que, al despedirme de la Corona, no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada, y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarle todo el bien que mi leal corazón por ella apetecía”.
Lo verdaderamente dramático de la situación que dio origen a la dimisión del Rey hace ahora 140 años, es que continúa siendo una triste realidad en nuestros días.
Y es que si analizamos nuestra historia, no encontraremos más que permanentes luchas intestinas de las que ni siquiera intentamos salir.
- Maximiliano I fue un austríaco impuesto como emperador en México, que fue ejecutado en el Cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, el 19 de junio de 1867.