El retorno de las viudas
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La derrota del NO en el referéndum del 15F y de los factores de la oposición democrática ha hecho retornar en un sector de la opinión pública, con sus respectivos «guías» espirituales, a prédicas abstencionistas desempolvando fallidas teorías de fraude electoral. Aunque en las primeras de cambio el número de sus cultores es aún más reducido que en el pasado y debilitado en su fuerza de convicción, su capacidad y alcance para causar daño a la estrategia democrática, no debe ser de modo alguno subestimado.
Estas «viudas del fraude» regresan de nuevo a su pasión desenfrenada de convocar a desbarrancarse por los atajos. Por supuesto, el arsenal de su agenda es también tan corto como su imaginación. Llamarán a desconocer, como lo han hecho antes, al árbitro electoral, proponer la aplicación del 350, paros laborales, marchas a Miraflores, las guarimbas de Alonso, aderezado con libelos a los líderes políticos por «vendidos» y «colaboracionistas». No tienen nada que ofrecerle a la lucha contra la felonía que no se haya experimentado antes y cuyo destino no fuera estrellarse en el fracaso.
Las consecuencias de las fórmulas de estos genios del patriotismo han sido el fortalecimiento del gobierno y el atornillamiento de Chávez en Miraflores. Sin embargo, para tan apasionados amantes del fask track, los culpables de que Chávez no haya sido derrotado son los que han venido construyendo una política democrática en el eje de la participación electoral. Actuando como una secta religiosa, que en cierta forma lo es, jamás se rinden ante las evidencias.
Para estos irredentos, las victorias en Petare o la de Caracas de Ledezma (antiguo militante de la secta) fue una maniobra prefabricada por el CNE y su jefe en Misia Jacinta para disimular el fraude aquel y el del 15F. Parece un chiste malo, pero lo peor es que se lo creen.
Lo que sí es urgente para tratar este y otros retos a la vista, es que la oposición requiere ponerle punto final al lagrimeo y dedicarse a construir un frente vertebrado de concertación a la chilena o como la Junta Patriótica, anticipando tanto las maniobras que la dinamitan en su interior como las de su más rápido, estratégico y venenoso adversario gubernamental. Las supercherías de la «viudas» no puede soslayar la necesidad de plantear ya, y no esperar las vísperas de los eventos, cambios en las condiciones electorales. Es inadmisible no combatir con firmeza la humillación de la Tibi y sus secuaces amparados en que ese tema generaría una imprudente ola de abstención. La vía electoral sí, pero con posibilidades de que nuestros votos puedan, como efectivamente es posible, vulnerar el muro de ventajas y delitos cohonestados por burócratas indignos de sus funciones y cargos.
Sería una ingenuidad pensar que el CNE va a trasmutarse en un ente imparcial, pero lo que no resulta tolerable es participar en comicios con tan delictiva desigualdad. Si no se logra un cambio, así sea mínimo, que garantice que se reduzca el ventajismo y que nuestros votos no van a ser escamoteados por vías extraelectorales, impulsaría a reprogramar nuestra estrategia democrática.