El retorno de la política: condenarla o revalorizarla
El fin del milenio coincide no sólo con la expansión y globalización de las tecnologías, mercados, comunicaciones y de la democracia como tipo de ordenamiento y régimen política. Asimismo y paradójicamente registramos el agotamiento y descomposición de las organizaciones partidistas y además, una situación generalizada donde la política como instancia de deliberación y como proyecto colectivo ciertamente se ha devaluado y además no sólo se le relaciona y asume con la crisis, sino con el descrédito y la corrupción.
De manera que el descrédito de la política como vinculo y proyecto colectivo proviene en gran medida de un proceso complejo y gradual en el que tanto las agencias individuales (líderes) como colectivas (partidos) dejaron de ser canales y expresión idónea de representación y canalización de los grandes proyectos, tesis e intereses de los diversos grupos que integran la sociedad. Siendo así, los partidos políticos desplazaron el debate de los grandes ideas y proyectos societales por los simples intereses de turno, el pragmatismo y degeneraron así en meras siglas, siglas que si bien es cierto en un momento fueron asociadas a trabajo, servicio, valores, ciudadanía, progreso, etc, hoy se asocian tristemente a corrupción, trampa, ineficiencia .
No pretendemos establecer disertaciones técnicas, vacías y abstraídas de la realidad, o peor aún, aferrarnos a los diversos discursos y reflexiones fatalistas o puritanas (condenatorias) de la democracia de partidos. Todo lo contrario, estamos convencidos de que toda propuesta debe partir de la necesidad de precisar unas determinadas críticas de aquellas fallas y reiteradas disfunciones, tanto de nuestra clase política como de nuestras agencias partidistas, para posteriormente transitar el camino (requerido) de repensar y revalorizar a la política, y con ella sus actores, instituciones y prácticas, como alternativa factible frente a las posturas fatalistas, escépticas y posmodernas y frente a las propias tendencias de creciente personalización de la política y de vaciamiento institucional que define a la región y particularmente a la Venezuela contemporánea dominada por el Chavismo.
La renovación de la política inevitablemente ha de edificarse a partir del conocimiento, naturaleza y de unas condiciones mínimas, muchas de ellas hoy desgastadas o prácticamente ausentes en nuestras realidades. Sin caer en romanticismos y anatemas, estamos convencidos de que a la política hay que revalorizarla y volverle a dar el sentido de servicio y de proyecto común que en un comienzo tuvo. El momento y circunstancias actuales así lo demandan.
La política se caracterizó originalmente por ser un ámbito y actividad que apasionaba y entusiasmaba a los ciudadanos, asimismo se constituía en el medio donde los ánimos, opiniones y posturas se dividían a lo largo de un variopinto mundo político. Realmente el temor de que la política haya llegado a su fin se manifiesta (como hoy) siempre que se agota un modelo de sociedad y no se logra entrever un nuevo, innovador y vigoroso proyecto al que referirse y que a la luz de muchos es pertinente y viable.
La política no puede ser reducida a manipulación intriga y descalificación, reconocemos que la política se encuentra atravesando un fiebre y fase de descomposición y decadencia, pero contrariamente frente al pesimismo posmoderno que no propugna que la política ha llegado a su fin, optamos por retomar los temas y categorías a la vez que repensar nuestras realidades y circunstancias.
Son muchas las tesis de diversas corrientes y autores desde Chantal Mouffe, Enio pintacuda, pasando por Roberto Esposito – Giacommo Marramao y Biaggio De Giovanni hasta Agapito Maestre y Danilo Zolo que se orientan a la tarea de recuperación de la política y con ella sus contenidos y fines, dicha tarea pasa por retomar todo el andamiaje institucional. Se requiere disipar las confusiones y el sentimiento de traición que hoy albergan muchos ciudadanos en relación a la política, buscando así que desaparezcan los diversos prejuicios arraigados en nuestras percepciones y mentes y al mismo tiempo recobrar el entusiasmo y las ganas de hacer política por parte de la ciudadanía.
Lo cierto del caso es que el debilitamiento de los lasos y vinculos, el agotamiento de los partidos y socavamiento de las instituciones está produciendo no sólo el retorno y resurgimiento de mesianismos neopopulistas de diversa índole, sino además una barbarización y conflictividad de las relaciones humanas y de la vida social por parte de estas nuevas formas de hacer política altamente fundamentalistas y conflictivas.
Necesitamos recuperar el sentido, concepto e imagen de la política, lo cual demanda desde las reflexiones más afinadas por parte de la sociología, la ciencia política y la filosofía política (no la política de los filósofos), pasando por el esfuerzo y compromiso de los políticos y de nuestros conductores hasta lo cotidiano. Repensar y redescubrir la política, implica precisar sus fallas, su problemática actual, proponiendo a la vez caminos y opciones de convivencia civil y de modelos de gestión y ejercicio gubernamental progresistas. Veremos …