El rapado
Raparse el pelo no atiende a lo fundamental, es una manera de expresar a flor de piel un cambio circunstancial, una transformación efímera, un cambalache fugaz que a nadie engaña.
Rapados hay muchos y por doquier: futbolistas, peloteros, básquetbolistas, artistas y adolescentes se rapan el coco para estar a la moda; para no sudar tanto, para atraer a la hembra que gusta de acariciar un cabeza sin pelos como aséptica bola de billar.
Nuestro Rapado Principal así lo entiende y lo practica, el Rapado Fundamental no va a lo profundo, son meras ganas de cambiar por un rato la imagen personal e institucional. Es la guerra intrascendente contra la brillantina, el cepillo y el peine, pero nunca contra lo esencial: la caspa corrupta que aparece por doquier en expedientes y denuncias de un pueblo que se sabe engañado por más calvitos que intenten ofrecerles villas, castillos y cestas familiares.
Este rapado de ocasión es de pura epidermis, no va a los fondos del asunto, es un cambio de colores, de eslóganes, de pintas en las paredes. Nada cambia en realidad: no comeremos arepas socialistas ni carne liberada, y mucho menos beberemos leche de vaca comunitaria, porque ni carne ni arepa ni leche ni aceite ni agua mineral habrá.
No más franelas rojas, ni muertes deseadas. Volverán – ya lo veremos – afros, pelambres y melenas para en cadena nacional decir que no ha pasado nada, que la muerte – la que nunca se fue de barrios y busetas – regresa otra vez publicitada para que el temporal ruso Yul Brynner vuelva a ser otra vez el violento y camorrero John Wayne de estos llanos nuestros.
¡Escuálidos, Empresarios, Obispos, Estudiantes, Médicos y Enfermeras, Periodistas, venezolanos todos: atentos pues al pelo rojo que pronto saldrá en pantalla!
¡Del Rapado arrepentido pasaremos al Rapero vengador!