Opinión Nacional

El puntaje sobre las íes (y telegrama urgente)

Más que una crisis, sospechamos la orfandad olímpica de principios y valores, aunque no nos atrevemos a poner el acento. Una gruesa y constante artillería de consignas, artificios y simplicidades nos hacen vacilar siempre, careciendo de tiempo para la meditación, prisioneros de las prisas permanentes.

Escasean los foros orientados hacia el centro y la profundidad de nuestras angustias, colmados de una literatura de auto-ayuda que tiende a siquitrillar aquella más sobria, experimentada y fiable. Intuimos que la improvisación misma de los pareceres, el utilitarismo que nos empina y el oportunismo que nos agobia, ya sin sentimiento de culpa, nos lleva a las calles ciegas de una existencia que deseamos infinitamente placentera.

Creyendo superarla, somos rehenes de la intemperie. Da igual una idea u otra, una convicción u otra, un acto u otro, irresponsabilizados ante sí y los demás.

Persistiendo la preocupación, es el paso inicial consiste en colocar los puntos sobre las íes que quisiéramos efímeras e intrascedentes, como la que hemos aprendido en la Venezuela de estos días. Empero, intiuyendo la necesidad de aquellas realmente decisivas, permitimos que se cuelen los proyectos autoritarios o totalitarios como el que cursa o pudiera cursar, incluso, como remedio químico-terapeútico.

Los medios de comunicación social, los gremios y los partidos, entre otros, fallan escandalosamente como confiables agentes de socialización y de debate. Acaso, muy pocos se mantienen en pie, como los de carácter religioso y, específicamente, católicos.

Al respecto, deseamos llamar la atención sobre las homilías católicas, síntesis de la interpretación sacerdotal de la Palabra anunciada. Por lo general, cuidadosamente preparadas, valientemente pronunciadas y extraordinariamente fundadas, conforman una suerte de la escuela ética que tanta falta hace a la Venezuela de estos días.

Creyentes y no creyentes cuentan con una oportunidad excepcional para la reflexión necesaria, aunque ˆ consabido ˆ se antoja como el segmento litúrgico más aburrido. Feligreses de ocasión, más inclinados al bautizo, la primera comunión o el matrimonio como piezas de un jolgorio adicional, nos encontramos en los predios del silencio que va pudriéndose con nuestra indiferencia militante: hace poco, el Padre Alvaro Lacasta llamaba la atención sobre nuestra disposición a hablar más y a escuchar menos, contrarios a la María de la Anunciación.

Dato importante, frecuentemente inadvertido, escapamos furibundamente de todo aquello que pueda interpelarnos. Y nos resignamos a las horas televisivas y radiales, en una u otra cadena comercial u oficialista, como si todo ayudara a alcanzar el boleto de una coexistencia harto ficticia, insolente, degradante que teme a la autenticidad de los retos de cada día.

TELEGRAMA URGENTE

Autopista colapsada (PUNTO) No hay cupos vuelos ni buses (PUNTO) Belén lleno hotelería posadas (PUNTO) Intentaremos llegar caminos más difíciles (PUNTO) No temamos intemperie (COMA) Dios con nosotros (PUNTO) Feliz Navidad (PUNTO FINAL)

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