El protagonista
Cuando éramos niños, siempre tuve dudas sobre si mi hermano Rafael sería científico o artista. Más tarde me di cuenta de cuán difícil es trazar la línea que divide la ciencia del arte.
Rafael operaba sapitos y hacía experimentos con chicharras. Fundía plomo y hacía sus propios moldes. Compraba carburo caleteado a un viejito en Higuerote para matar ratas. Una vez quemó la alfombra de su cuarto a medianoche con un juego de química. Otra, explotó una cafetera eléctrica vieja que encontró abandonada en una despensa en casa de mi abuela. Los juguetes los desarmaba para conocer los mecanismos que los hacían funcionar.
Pero así como era de inquieto su espíritu científico, no lo era menos su espíritu artístico: cuando estaba en preescolar en el Colegio San Ignacio, se la pasaba pintando en los cuadernos de clase.
Más tarde comenzó a tomar clases de dibujo con el tío abuelo Pedro Centeno Vallenilla, quien le instaló un pequeño estudio en la parte alta de su casa para él solo. Allí, Rafael pasaba horas mezclando colores, dibujando, pintando. Estoy segura de que el tío Pedro ha sido la influencia mayor que Rafael ha tenido en su vida, y también de que lo que más le ha costado ha sido desprenderse de esa influencia y engendrar su propio estilo, cosa que logró y con la que ha tenido gran éxito.
Rafael estudió Economía en Boston College. Cuando mi papá murió él decidió irse a París a estudiar arte formalmente. Ingresar a la École de Beaux Arts no es nada fácil, pero cuando se tienen veintisiete años es casi imposible; sin embargo, el portafolio que presentó Rafael le ganó el cupo. Más tarde estudió también en la École de Versailles. Vivió en París durante siete años y luego se instaló definitivamente en Boston.
Hoy en día, Rafael ha desarrollado una técnica de hojilla de plata y ácidos, inspirada en los grandes dibujantes del pasado, como Jean-Dominique Ingres, quien definía el dibujo como «la probidad del arte». La imagen creada de esta manera es una metamorfosis producto de la oxidación del metal y no una pintura. Como una mancha en una pared, la imagen que resulta es parcialmente ensamblada por el cerebro del espectador, lo que traduce una experiencia única e íntima. «Tan simple y tan humilde como el grafito sobre el papel».
Rafael ha expuesto en Boston, Francia, España, Venezuela y Cuba. Algunos de sus trabajos están en el Museo de los Ángeles, en Segovia. Su última exposición individual en la Bibliotheque Francaise de Boston mereció elogios de la prensa local e internacional.
Rafael es miembro de la Copley Society de Boston, reservado para los mejores artistas. Su estudio está en Harrison Avenue, un edificio que alberga a un número importante de artistas.