El principio del principio
Finalizada la etapa del referendo para la reforma constitucional y habiendo ganado el NO, es mucho aún lo que queda por hacer. Podría decirse que en el proceso político que vive Venezuela, estamos en el principio del principio. Y es así porque se abre un nuevo ciclo en la historia política del país. El período inmediato es propicio para revisar las causas del triunfo y de la derrota según sean los protagonistas, es el tiempo de examinar con profundidad las razones por las que se votó a favor o en contra, o aquellas por las que gran parte de la población se abstuvo. En fin, es momento de explorar el territorio que tenemos y pensar detenidamente lo que queremos sembrar para cosechar en el futuro.
Más allá de la alegría que nos produce el triunfo de una fracción del país que rechaza un proyecto absolutista de poder, se nos hace imprescindible auscultar en las razones por las que el país decidió de esa manera. En un país donde desde hace años se reclamaba la existencia de un líder que convenciera y cuando aparece nos preocupamos más de sus errores y deficiencias que de sus aciertos; donde el discurso de la antipolítica devoró las ganas de participar en procesos electorales; donde la abstención erróneamente ha sido la gran aprovechada; donde ante la derrota continua la oposición ha cantado fraude mil veces y así justificar su incapacidad de convocatoria para el país que es mayoría: los pobres; donde la juventud parecía vivir en su propio planeta aislado de la realidad que percibimos, apareció sorpresivamente un factor que se mostraba indiferente, ausente, dormido: los estudiantes universitarios. Esos mismos estudiantes que habían dado la espalda a la política porque la vieron prostituida.
Fue en los recintos que sirvieron de cuna a la democracia en nuestro país y que parieron líderes que hoy injustamente condenamos, a pesar de abrirnos hace cincuenta años el camino de la libertad en Venezuela, donde se encendió la mecha para decir NO al totalitarismo. ¿Qué pasó? ¿Qué les hizo cambiar? Definitivamente la amenaza a la libertad de expresión, y con ella, la libertad de rebelarse y protestar que son inherentes a los años de juventud estudiantil en todas partes del mundo.
Pero también hay que buscar la razón del cambio de actitud de una población derrotista y sin esperanzas. No me cabe la menor duda que el cambio lo produjo el discurso estudiantil con contenido. Con actitud moral, con razón y muy especialmente con sencillez, sin rebusques. Los muchachos supieron decir en pocas palabras lo que todos pensamos y queremos y eso se resume en tres palabras: libertad, justicia y paz. Además lo hicieron auténticamente, sin buscar el consentimiento de la clase política puesto que tuvieron el arrojo de mostrarse como lo que son: jóvenes que reclaman, a la sociedad en su conjunto y exigen un país reconciliado.
Ante la respuesta obtenida por los estudiantes, los partidos políticos recibieron el mensaje tácito de unirse y lograr la conjunción de muchas voluntades. Y, esta vez, se invirtió mayor energía y tiempo en conquistar los cerros. Hay que reconocer que las redes sociales de los partidos hicieron lo propio a la hora de buscar el voto. Como prueba basta ver la derrota del SI en zonas donde Chávez siempre apareció ganador.
Por otro lado, la población que se abstuvo lo hizo porque, en perjuicio de todos, el mito de la violación del secreto del voto aún mantenido por un sector radical, logró que muchos trabajadores públicos prefirieran abstenerse antes que votar en contra de la propuesta del presidente. Sin embargo, esta vez, el argumento de la inconstitucionalidad del proyecto de reforma, aunado a la majadera posición de asumir la abstención como elemento de protesta, no tuvo mayor receptividad en el colectivo a la vista de los resultados que se obtuvieron en las elecciones parlamentarias.
Así pues, podría decirse que en esta etapa hay muchos obstáculos que han sido vencidos. Aún queda mucho camino por recorrer. Un camino abierto por muchachos que dictaron cátedra de valentía y lucidez a una sociedad dividida. Unos estudiantes que se arriesgaron, plantearon sus ideas y ganaron la primera batalla en el sueño de la reconciliación. Son, indudablemente, un nuevo principio, puro, cristalino y firme. Son, para Venezuela, el principio del principio.